Opinión

IMG 34Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[

Quiero confesarles que escribo lleno de dudas, pues para mí, escribir no sólo es cumplir con todas las reglas gramaticales y con los manuales de preceptiva y retórica. Escribir para mí, es un acto vital, como hacer el amor. Es por lo tanto algo que me aproxima más al proceso de seducción que al de los legajos que pretenden hacerlos pasar por historia. La técnica de seducción implica sagacidad y muchas otras formas y estrategias que pueden pasar por simples o complicadas, eso importa siempre y cuando se encuentre la forma de atraer al lector, como en un pase de hipnosis; y así convertirlo en nuestro cómplice.

Francisco Bernal Tiscareño

Mientras me veía arrastrado lentamente al mundo de la novela, me daba cuenta de que las sombras de los actos que había realizado antes de abrir las páginas de la novela, al tomar asiento en la casa de mi familia de Besiktas, en Estambul —el vaso de agua que había bebido, la conversación que había mantenido con mi madre, los pensamientos que me habían pasado por la cabeza, los pequeños rencores que había albergado—, se desvanecían poco a poco.

Orhan Pamuk

Orhan Pamuk lo trajo a cuento en su libro "El novelista ingenuo y el sentimental". En él da cuenta de la propuesta de Friedrich Schiller, en la orilla de los siglos XVIII y XIX, sobre una práctica poética carente de reflexión, que cree que la naturaleza se manifiesta espontáneamente y fluye mediante la palabra y el verso. Del otro lado está una actividad que duda, se pregunta, reflexiona, estudia y rompe con la práctica anterior desde la base misma. Se trata de un poeta sentimental que en su interior se ayuda del cerebro o de la mente para llevar a cabo sus construcciones lingüísticas y que destierra esa práctica automática.

   El planteamiento es muy interesante, porque demuestra que desde muy temprano, en el arranque del romanticismo, el filón que nos sigue dando luz, la separación entre razón y sentimientos fue falsa. Schiller ni siquiera alude a un uso de la razón a la manera del pensamiento clásico, como se levantó en muchos manuales la oposición. De tal manera que tanto la base sentimental, o el corazón, como la base reflexiva, el cerebro, son parte de la mejor actividad del hombre y son componentes de la nueva poesía y de la literatura entera. Obviamente, dixit Pero Grullo, la ingenuidad no desaparece del todo, está allá y llega a convertirse en valor. Pensemos en las décadas de grandes sentimentales, Marcel Proust, James Joyce, Virginia Woolf, con un novelista que aparecería ingenuo: Stefan Zweig, quien con esa maravillosa novela "Veinticuatro horas en la vida de una mujer" hace que se muerda la cola la paradoja. 

   Para lo que aquí importa, tendríamos que llevar los rieles de esta distinción entre ingenuidad y sentimentalidad más allá del tiempo de Schiller. En estos años la editorial Páginas de espuma está llevando a públicos amplios de lectores la reflexión sobre la literatura de autores como Jules Verne, Edgar Allan Poe, Robert Louis Stevenson, sin contar las imprescindibles aportaciones de Honoré de Balzac, Victor Hugo, Charles Baudelaire, Gustave Flaubert, Émile Zola, Marcel Schwob, por hablar sólo de la tradición francesa.

   En el brillantísimo siglo XX latinoamericano, lo mismo podemos encontrar el relato de Gabriel García Márquez sobre la génesis, desarrollo y consecuencias de "Cien años de soledad", que la no menos brillante explicación de Mario Vargas Llosa sobre las peripecias de "La Casa verde" o las explicaciones personales, de Morelli, de lectores comunes, de teóricos de la literatura y del arte a propósito de "Rayuela".

   No quisiera entrar en materia sin referirme a este trío donde la creación y la crítica se diluyen o son bien una cosa o la otra o algo indefinible. Esto es a propósito de los términos de pesadez y levedad que involucran a Milan Kundera y a Italo Calvino. La teoría aparentemente está en las "Seis propuestas para el próximo milenio", la práctica está lo mismo en "La insoportable levedad del ser" que en "Si una noche de invierno un viajero" (aunque ya estaba también en la trilogía Nuestros antepasados). La otra es entre Umberto Eco y Julio Cortázar. Mientras el italiano teoriza "La obra abierta", el argentino realiza un extraño juego que reniega de la cerrazón e instaura la apertura (aunque esto sea peligroso para los amantes de lo totalitario) en "Rayuela".

   A la estirpe de los sentimentales y no ingenuos pertenece Francisco Bernal Tiscareño y su novela "Polvo de espejos" es la práctica de esa reflexión, de ese juego, de ese no entregarse ni a la convencionalidad ni a la inercia. Bernal Tiscareño juega a romper la linealidad, a acentuar algunas ambigüedades, pero a la vez va configurando el polvo de estrellas que es el autor, el narrador, algunos de los personajes, el lector, los hombres que aquí pasean y El polvo de espejos que es la ciudad, muy probablemente Aguascalientes, pero con características de todas esas ciudades a quienes “No nos une el amor, sino el espanto;/ Será por eso que la quiero tanto”.

   La novela arranca con una visión universal, como si el bing bang en su ejecución distinguiera a esas partículas de estrella que irán a acumularse en un lugar del hemisferio norte del planeta Tierra. En el principio fue la idea y hubo un impulso generador; pero surgió su contrario, digamos que amor y odio. Y hubo actores que llevaron a cabo esas acciones: la cara de un niño, los muslos ardientes de una mujer. Todo se configuró con la palabra, y así pudieron manifestarse la razón, la magia, el sueño, el tiempo.

   Bernal Tiscareño tiene conciencia del fenómeno literario, de su construcción o deconstrucción, mas lo atraen poderosamente la atención los hechos históricos. El barrio de Pedro Parga, hoy convertido en Colonia Primavera, la infancia con animales de circo comiendo yerba en las huertas del rumbo, bajo el ala izquierda del templo de San Antonio. Más allá el centro de "Polvo de Espejos", la feria tan importante, los bailes, los paseos, los buenos y los malos olores, la fiesta propia y la arrebatada por los visitantes sin arraigo. Los viajes a Ciudad Juárez, el regreso a Polvo de Espejos, el salto a la Ciudad de México y las amistades y los riesgos y las prueban que cambian: del golpeo de las partes nobles en un poste a los combates de box y lucha libre. Vivir, no dejarse acorralar, será la consigna.

   "Mi triunfo se reduce a defender mi espacio, mi forma de vivir, de pensar; a decidir dentro de un margen muy estrecho lo que acepto o no de la vida. Mi triunfo, por llamarle de alguna manera, es poder hacer las paces conmigo mismo, como se comprenderá no encierra nada de heroísmo ni de grandeza, si acaso un poco de paz interior, un respeto mínimo que se requiere para vivir".

   Más acá de esa primera etapa la vida en la inicial década del siglo (con especial referencia a los años 2006 y 2008). El cambio en el país, la desconfianza en los gobernantes Fox y Calderón a nivel nacional, y un tal Felipe González a nivel estatal. La promesa de democracia que se perdió, la guerra que se declaró y luego el responsable irresponsable dijo que eso nunca dijo. Las apetencias de los dominadores desde la llegada de los hispanos, hasta el constante acoso de los vecinos del norte. La era Bush II, pero también  —ya antes habíamos soportado a Reagan y a Bush padre la llegada de Obama —con cierta simpatía—. El muro no fue idea original de Trump, es constante política bien de los Demócratas, bien de los Republicanos. Y adentro, la corrupción, la política de dividir el país, de dar más al que más tiene, de convertir el combate a la delincuencia organizada en un gran negocio. Y ahora estamos aquí con el recuento de esta novela que nos refresca la memoria y nos entrega cuadros puntuales que parecen corresponder al día de hoy.

   El hombre de la calle palpa el cambio, introduce el miedo a su rutina y de pronto se quiere trepar al carro de los beneficios. Como Raúl, quien se encuentra una buena cantidad de billetes y los deja para sí. Se compra un Tsuru, quiere hacer su vida gris, escapar de los sabuesos y los reflectores. Un día al frenar, se encuentra con un arma que le atraviesa el cerebro. O el caso, en apariencia inconexa, de Pasos, que borracho, va y golpea el ataúd de la tía en plenas exequias, y a quien tiene que controlar el Tóner con estratégicos golpes. El mundo de la realidad necesita esos ojos que nos traigan esos recortes de lo que en Polvo de Espejos sucede.

   Hacia la tercera parte se cuenta la historia de Jesús, aquel hombre que fue padre de Claudio y de Benjamín Raso. Fue a trabajar a Veracruz. Allá se quedó al garete. Pasó a Tabasco y allí se perdió un tiempo. Regresó con amnesia y sólo los buenos tratos de la familia, las pérdidas del padre, Don Francisco, por su causa y la presencia de la mujer, la esposa, lograron que se recuperara y se metiera a trabajar a una mina de azogue, desde allí podía ver algunos secretos de la ciudad amada.

   Queda la otra parte de la formación, los meandros de la literatura, quizás desde la última cuarta parte del siglo XX en que se habla de los trabajos del taller literario de Miguel Donoso Pareja y de las habilidades de esos escribidores que quieren dejar de ser ingenuos para tornarse sentimentales. Allí se enfrenta a la autonomía del texto, pero también se sale a los géneros diversos que sin negar tal cualidad, acceden a la dimensión social o histórica de la literatura. Cortázar, sí; pero también la novela negra. No se trata de un género de evasión, se trata de una cartografía de la violencia, del delincuente, de los procesos capitalistas para normalizar el crimen, el robo y el despojo. Raymond Chandler, Dashell Hammett, James M. Cain, pero también Paco Ignacio Taibo II.

   Y aquí de nuevo la novela es profética, el papel de Paco Ignacio Taibo II en años recientes en pro de las mejores causas, tanto literarias como sociales, que en 2018 quiso ser descalificado por una expresión que tuvo un castigo que no suele tener ni en la vida real ni en los círculos de poder, donde suele ser objeto de veneración. ¿Será tema para la novela negra en México la muerte de un secretario de Gobernación, pasajero del avión que cayó en plenas calles de la Ciudad de México?

   Es la literatura, pero también es la música, la que lleva la cadencia del alma y acompaña el requiebro del cuerpo. Es la guitarra perdida. Es Milanés hablando de un breve espacio, es "Un viejo amor", es el jazz que timbra al amor, es el tango de rompe y rasga, de rebeldía, de ansia de vivir. Y es la ópera y el bolero, dos de las pasiones de Francisco Bernal Tiscareño que sólo mostraba en ocasiones muy especiales.

   Regreso a Pamuk. Él habla de una segunda vida cuando leemos novelas. ¿Puedo imaginarme unos elefantes en Aguascalientes, a unos pasos de San Antonio, el fastuoso templo, como los leones de Manhhattan en “Soy leyenda”, la película? ¿Puedo hacer que mis papilas gustativas vibren al preparar un agua de sabores que se llama “Chupacabras”? ¿Puedo todavía imaginarme pateando una pesada lata de “Jumex” por la López Mateos mientras evado el centro de la ciudad y busco la casa de Bernal o del Pasos o del Tóner o de quien se arrebata la palabra con Macías, Espinosa, Ortiz y Burciaga?

   El gran constructor de Bizancio, Constantinopla, Estambul, ciudad a la que podemos llegar a través de Google o de las descripciones de su cantor, Pamuk, plantea nueve puntos que agrupa las operaciones del novelista sentimental y que también busca un inevitable lector sentimental: 1. La escena general. En "Polvo de espejos" hay dos escenas generales: el individuo y la ciudad: Polvo de espejos y polvo de estrellas respectivamente, aunque la ciudad es también un polvo de estrellas. 2. Transformación de las palabras en imágenes: la historia, pero también la atmósfera, el espacio, la temporalidad, los personajes, el lenguaje mismo. Jesús recuerda, ya octagenario, su tránsito por los campos de Tabasco en los años de la Gran Depresión, lo hace a través de la noticia de las inundaciones de los ríos Usumacinta y Grijalva. Y a la manera de "2001, Odisea espacial", pero a la inversa, vamos del universo sideral a la Tierra. 3. ¿Qué es real y qué es imaginario? Todo el proceso que lleva a estas líneas sólo ha pasado por mi cerebro y por mi imaginación? No he ido a la probable ciudad referente, Aguascalientes, a caminar algunos de sus tramos. Hace un quinquenio que Francisco Bernal Tiscareño ya no está entre nosotros, pero en la novela, aunque a menudo se escurre, está vivo y propone una novela para ser leída/vivida.

   4. ¿Es así la realidad? La realidad se construye, se arma, se recupera. La versión del autor de una comunidad en la primera década del siglo XXI es una parte de la realidad, pero el lector se siente reconfortado cuando lee el testimonio de un país que ha sido dividido y ultrajado y cuya versión maquillada encubre todo un proceso de corrupción, violencia e impunidad. 5. El poder del estilo. El lenguaje acompaña de elementos varios al tema central. Hay elementos distractores o apuntaladores, como el caso de letras de canción, una disquisición sobre el jazz y la importancia del tango para una conformar una visión de mundo. 6. Formulamos juicios morales sobre los personajes y sobre la escritura. Los políticos no salen bien parados, tampoco los escritores que se quedan en la ingenuidad. Y "Polvo de espejos" se construye con tramos, detenciones, accidentes en el camino, como nuestro viejo y hoy aniquilado ferrocarril de pasajeros.

   7. El grado de comprensión. Novela del individuo y de la sociedad, del individuo reflexivo y del escritor como conciencia del grupo social, no para emprender la punición, para ir a procesos de larga duración de un mejor nivel de vida y de disfrutar de una ecología de la mente. 8. Actividad mental incesante. ¿Dónde está Paco? ¿Cómo va la relación Francisco, Jesús, Paco? ¿Dónde acomodo a ese tal Razo y a su hermano Claudio? La explicación del final: soy todos o casi todos, no es algo que desaparezca la labor de reconocer lo que el texto mismo nos ha dado. 9. El centro secreto de la novela. El individuo, la ciudad, el escritor y su tarea. Aquí estamos inmersos en un proceso de obra en construcción.

   "Polvo de espejos" es ese texto a veces átono y deshilado que se resiste a dejar poseer por el lector y a veces es en cambio potro que lo conduce por los campos de signos y símbolos que lo forman. En el capítulo final no deja lugar a dudas: es casi todos los personajes y es Bernal, el que aparece temeroso a media novela porque tiene que cumplir con un número de cuartillas y con una revisión de un asesor para que garantizar el éxito de cierto proyecto. La novela ata esas dos dimensiones: la estética y la histórica, la individual y la colectiva, el escritor y la ciudad. Se trata de una visión pesimista de la nación, no en su gente, no en los personajes, pero el fracaso está ante todo en la conducción, porque los individuos, polvo de estrellas, logran escapar y tener sus propios paraísos, aunque la violencia o la muerte, algunas veces los alcancen. También hay las muertes directas al hígado o al corazón: el proceso degradatorio de una madre por un cáncer puede matar más que un asalto a mano armada. Ninguno de los dos debería presentarse a torcernos el rumbo.

   "Polvo de espejos" es el recorrido de un pícaro sentimental, construcción de un novelista consciente de su realidad histórica y del requerimiento estético, memoria de alguien que se la jugó siempre en la raya, prefiriendo siempre los márgenes y no el centro, la amistad y no la pedante intelectualidad.

*(Prólogo al libro Polvo de espejos. México, 2019, taberna libraria editores, 196 pp.)

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