Opinión

71COp6RlRTLMarcela Eternod Arámburu / Vida y Lectura

SemMéxico

“Verano” es la última novela de Ali Smith que se integra en el “Cuarteto estacional”. La serie empezó en los primeros meses de 2016, cuando Smith se propuso escribir, con la velocidad del rayo, sus impresiones, reflexiones y sentimientos sobre lo que Inglaterra estaba viviendo en el tenso divisionismo que causaba el Brexit y que llevó a los peores insultos, descalificaciones y ofensas entre quienes estaban a favor o en contra. Su primera narración, “Otoño”, vio la luz en el otoño de 2016. A esta novela le siguió “Invierno” en 2017, “Primavera” en 2019 y, finalmente “Verano” a finales de 2020, teniendo como aterrador telón de fondo la pandemia mundial que provocó el coronavirus y sus mutaciones, y que obligó al confinamiento de millones de personas en todo el mundo.

“Verano” está salpicado de certeras y duras críticas al gobierno británico, un gobierno inútil cuya única pretensión es desmantelar al Estado para saciar sus ambiciones económicas. Un gobierno tan insensible e irracional ante la pandemia que estaba dispuesto a que se murieran cientos de personas hasta conseguir —naturalmente— la inmunidad del rebaño, vergonzosamente descarado ante las demandas de los servicios de salud que clamaban por mascarillas, uniformes protectores y zonas aisladas.

Ese gobierno manipulador y mentiroso que hacía del engaño su bandera y distorsionaba hechos, datos, evidencias y reportes científicos. Tan acostumbrado a engañar con absoluta deshonestidad, moviendo al tribalismo de las masas emocionadas y saliéndose con la suya con total impunidad. Ese gobierno que apostó porque las personas ancianas se murieran en los hogares de retiro donde vivían, o de plano solos en sus casas y a quienes se encontraba días o semanas después. Ese gobierno que permitió que los hospitales, durante semanas, no tuvieran con que enfrentar la emergencia y ni siquiera pudieran hacer pruebas para separar a las personas enfermas por otras causas. Un gobierno que negó una ayuda básica a todas las personas que se despidieron, a los negocios que cerraron y a las que trabajaban por su cuenta.

A la par, la novela habla de las inexplicables reacciones de total apatía o soberana indiferencia de los que cruzaron sus brazos y esperaron que la situación ante la pandemia se resolviera sola, o que consideraron que lo que hacía el gobierno estaba bien porque no había que poner en riesgo a la economía, que era (siempre ha sido) mucho más importante que las personas. Ante el “¿y? ¿qué esperas qué haga?” de los indiferentes, estaban miles de cientos de personas abrumadas por la realidad y escandalizadas por las decisiones de un gobierno criminal, mentiroso e incapaz que fomentaba la indiferencia, minimizaba las reacciones y se equivocaba, una y otra y otra vez.

Los personajes de “Verano” van apareciendo con sus particulares características, situaciones personales, intereses y preocupaciones. Sacha, la obsesionada ambientalista que a sus 16 años ya está abrumada por todo lo que hay que hacer y casi nadie hace. Es observadora, inteligente, comprensiva, amable y amorosa, y declara sin dudas que quiere estudiar veterinaria para poder cuidar a su hermano con eficacia.  También es una amante de los vencejos, esos increíbles pajaritos que pasan diez meses del año volando (comen, duermen y copulan en el aire) y que le permiten escribirle largas cartas a Hero, el amable extranjero ilegal que pasó muchos meses encerrado en los modernos campos de retención, liberado solo por el miedo a que todos murieran durante la pandemia.

Robert, el brillante adolescente, hermano de Sacha, contestatario, irreverente, disruptivo; siempre contrapunteando, opuesto, contrario, abogado del diablo porque disfruta escandalizar en sus eternas discusiones con su madre y su hermana. Ese muchachito lector, deslumbrado por Albert Einstein y deseoso de ir a los pocos lugares que el científico alemán visitó en su paso por Inglaterra. Aquel que, al conocer a Charlotte, cae en la ensoñación del primer enamoramiento.

Grace, la madre de ambos, a quien su entrenamiento como actriz le permite asumir rápidamente los papeles de madre, compañera, maestra o cómplice de sus hijos y es capaz de convivir con ciertos equilibrios seudo filosóficos con su exmarido y su novia Ashley, a quienes tiene por vecinos. A veces sabe poner límites, otras veces está más relajada, sobre todo cuando dubitativamente se consulta a sí misma con una copa de vino, y otras es capaz de saber con prístina certeza lo que quiere.

También aparecen Arthur y Charlotte que trabajan juntos. En un lejano pasado fueron pareja, pero tres años atrás prefirieron continuar con una leal amistad, sabiendo que la ésta perduraría y la relación de pareja estaba condenada al fracaso. Charlotte, activista digital y revolucionaria que quería cambiar todo y que descubre que con la pandemia todo ha cambiado, duda de sí porque, al convivir con Iris (la vieja tía de Arthur) durante la pandemia, conoció lo que era una auténtica activista, generosa y dinámica que con 80 años emitía un incuestionable fulgor mientras repartía comidas, abría su casa a los arrojados a la calle y vociferaba del gobierno.

Y junto a ellos, en la trama que aquí se hila con las otras tres novelas de Smith, el centenario Daniel Gluck y su hermana Hannah (la querida Hanns) que vivieron la Segunda Guerra Mundial y que recuerdan que nuestra naturaleza es frágil, que somo vulnerables, que la maldad aparece sin aviso y conmociona, que nos rodea la incertidumbre mientras estamos sumergidos en la superficialidad o la indiferencia, atrapados por el individualismo y la competencia.

La novela es de fácil y fluida lectura, es agradable y divertida. Por eso hay que tener cuidado para no dejar pasar las constantes y profundas reflexiones que va haciendo Smith sobre los libros, sobre el perdón, sobre el buen gobierno donde la paz, la fortaleza, la prudencia, la generosidad, la templanza y la justicia son mujeres que enfrentan al tirano de incisivos de fuertes dientes que todo lo desgarra. O que pasajes como este pasen desapercibidos en una lectura rápida: “La maldad solo quiere una cosa, más de sí misma. Quiere más más más de mí, nada más que maldad una y otra vez”.

En síntesis, una novela que obliga a pensar sobre la importancia de saber qué es lo que importa y cómo construir un mundo realmente humano, donde los gestos de solidaridad, bondad y amabilidad prevalezcan y permitan alejarnos de la vergüenza con la que nos enmascaramos para no vernos en la plenitud de nuestra miseria y en las ruinas de nuestra perdida conciencia.

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