Opinión

612053b9 9227 4474 a455 f3dff1535337Elvira Hernández Carballido / Bellas y airosas

SemMéxico

Julio es un mes fridista, fridiana, fridomaniaca y fridatotal, ya que el día 6 de 1907 nació esa pintora mexicana, mientras que el 13 julio de 1954, ella murió. Quienes la admiramos, no podemos dejar de evocarla, quererla y reiterar que no es una moda, ni un fetiche o diosa que debe venerarse, Frida Kahlo ha aparecido en nuestras vidas en diferentes contextos, por diferentes causas y mil sinrazones.

Me gusta evocar ese año de 1978 cuando mi profesor de redacción nos hizo ir “forzosamente a la fuerza” a una exposición en Bellas Artes sobre la obra de Diego Rivera. Al detenernos en la reproducción del mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, nuestro maestro propuso adivinar qué personajes lo conformaban. Muy pocos logramos identificar y él los fue presentando uno a uno, fue así como por primera vez conocí a Frida, que mi profe identificó solamente como la esposa de Rivera. Curiosa, sobre todo porque me gustó la forma en que estaba representada, pregunté: Pero, ¿cómo se llama esa mujer? Además de darme su nombre, el maestro agregó: “Ella vivió en Coyoacan y hoy su casa es un museo. Deberías visitarlo para saber más de su vida, porque además también fue pintora”. Entonces, conocí esa casa azul, recorrí cada habitación, discretamente acaricié la orilla de su cama, me enamoré de su cocina, pero, sobre todo, sus pinturas.

Sí, esas pinturas que se convirtieron en un espejo, autorretratos que la construyen y yo me veo reflejada, gestos e historias que he vuelto míos, trazos y colores que amoldo a mi vida según las circunstancias y sentires de mi alma. Mis preferidas son:

VIVA LA VIDA (1954). Frida ya no está en su propia pintura, pero el último cuadro que creó no deja de delatarla. Naturaleza muerta que delata su agonía, una frase significativa que muestra su fuerza pese a todo, contra todo. La fruta fresca que invita a ser saboreada. Fragilidad y sensualidad. Saborear los sinsabores. Refrescarse con la pulpa del desencanto optimista. Sandía roja, nuestra sangre. Sandía sonriente que musita una frase esperanzadora: “Viva la vida”.

LAS DOS FRIDAS (1939-1940). He sentido mi corazón expuesto a la mirada de todos, pero nadie advierte su latir enamorado por un hombre que lo desordena y casi siempre lo rompe. Arterias delatoras de un dolor interminable. La mano de una Frida cobija la mano de la otra Frida, amistad femenina, sororidad eterna. Las nubes a sus espaldas delatan malos tiempos. Y pese a todo siguen juntas. Una mostrando la fotografía del hombre jeroglífico que marca su vida. La otra aparenta detener una hemorragia donde el desamor escapa…  

LA MÁSCARA (1945). La pintura que mejor la delata, no hay cejas eternas ni bigote de nube, ni su columna rota, las alas guardadas, los pies que vuelan, simplemente puede verse el rostro real que oculta el rostro construido, las lágrimas derramadas surgen sin ninguna vergüenza, las trenzas sin hacer porque solamente despeinada toleras los remolinos de la vida. Se dice que, en este cuadro, Frida representa lo que en ninguna otra de sus obras compartió con tan devastadora honestidad. 

LA COLUMNA ROTA (1944). Y palpé el dolor de una mujer fuerte. Cada vez que me lastiman, siento los mismos clavos que tapizan su cuerpo y reconozco lo que es sufrir por alguien, por algo, por todo y por nada. Otra vez  a sus espaldas un paisaje que no garantiza buenos tiempos, seco y árido, como cuando te sabes engañada. La columna rota duele igual que un corazón roto, que unas ilusiones rotas, que unos sueños quebrados, que un amor agrietado, que un corazón partido, que un alma perdida, que ese silencio cuando te alejas.

DIEGO EN MI PENSAMIENTO (1943). Pensar en él para imaginarlo como nuestra alma quisiera. Tatuarlo en los pensamientos para evocarlo como nunca será. Preocuparse por  lo que no nos dice y quizá sienta. Recrear eternamente esos instantes de caricias bien compartidas y de suspiros que escandalizan a las buenas conciencias. Inventar lo no vivido. Olvidar lo que no se dijo. Creer que al pensarlo todos los días besará nuestra frente, hará los juramentos necesarios para sentirse amada, querida, deseada, suya…

LO QUE EL AGUA ME DIO (1939). No es necesario ver el rostro de Frida para descubrirla e identificarnos, bastan sus pies para seguir sus huellas, resulta suficiente una tina para convertirse en sirena y sumergirse en lo más profundo de ella para delatarnos. Debe tomarse un baño sin burbujas para encerrarse dentro de un mundo que inventas gracias a cada paseo, a cada relación, a cada miedo y a cada reto. Los pies de Frida naufragan en una tina para ver flotar los recuerdos, la melancolía y la imaginación, invitan a zambullirse para no olvidarnos del ayer ni del mañana, a hundirse para respirar como la sirena que vive dentro de nuestra alma.

AUTORRETRATO DE PELONA (1935). Mi corte de cabello se asemeja al de esta Frida pelona que huye de su propia feminidad para ya no ser frágil en el amor. Para no dejarse despeinar en esos arrebatos apasionados que de seguro ese hombre amado olvidaba en cuanto se levantaba de su cama amorosa. Cada cabello corto la alejó de su soledad, cada cabellito que no crece la defendió del desamor pero siempre le  impidió esconder ese deseo de volver a amar aunque mañana no supiera quién le hizo una nueva herida en su alma enamorada.

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