Opinión

Knut HamsunAlejandro García/ ]Efemérides y saldos[ 

Pareces no tener una sola pena. Eva, mi amor.

¿Me llamas amor? Soy una ignorante, pero te seré fiel, aunque me cueste la vida. El señor Mack se está poniendo más duro cada día, pero no pienso en ello; está furioso, pero yo no le contesto. Me agarró del brazo y se puso pálida de rabia. Tengo una sola pena.

¿Y de qué pena se trata?

El señor Mack te amenaza.

Knut Hamsun

La gran poesía amorosa de “Pan” nace de esta nostalgia que no llega a determinarse: Eduarda, la mujer amada por Glahn, es una figura inapensible, el objeto jamás alcanzado del deseo erótico, que no logra representárselo bajo una forma definida. Lo fascinante de Eduarda es su secreto, que la hace inaccesible y enigmática, que la convierte en una contradicción pura e insoluble, una coexistencia de opuestos irreconocibles: entrega y rechazo, fidelidad y capricho, ternura y crueldad. Eduarda es la meta del amor, que al sustraerse alimenta el continuo renacer de la pasión.

Claudio Magris

Knut Hamsun (1859-1952), el noruego que recibió en 1920 el Premio Nobel de Literatura, ha sido un escritor cuya obra ha influido sobre numerosas generaciones de escritores. Por cuestiones ideológicas tuvo que pagar su cuota de fama y censura moral por su apoyo al régimen nazi. Sus novelas son huesos duros de roer, estructuras complejas en el contenido, trayectorias de personajes y peculiaridades espacio-temporales que tocan el corazón y la mente de los lectores. No es difícil encontrar zonas de roce entre autores tan lejanos, en apariencia, como Hamsun y Rulfo. La elusividad de Susana San Juan, por ejemplo, tiene un punto o más de coincidencia con el actuar nórdico de Edvarda (para respetar la realización en la escritura de Anagrama). Según Mercedes Monmany Franz Kafka, Isaac Bashevis Singer, Thomas Mann y Henry Miller lo reconocieron como “maestro indiscutible de la literatura moderna”.

     “Pan” (Barcelona, 2006, Anagrama, 161 pp.), novela publicada según algunas fuentes en 1892, otras en 1894, es la historia de la estancia del soldado Glahn en Nordland, Noruega, durante el año de 1855. La historia rompe linealidad cuando se nos entera que la anécdota se recupera en 1857 a raíz de la recepción de una carta que sólo contiene dos plumas (de ave) verdes, sin que las acompañe texto alguno. La lectura se produce a partir de lo no dicho, de lo que se está a punto de decir. Pero el lector se entera de ese viaje al contacto con la naturaleza. El militar, quien ni siquiera carga su uniforme a la aventura, escapa de la ciudad, de la civilización, de lo que huela a progreso y a guerra y se interna en la zona donde o se está en el bosque o se recurre al mar: caza y pesca, según determinen las vedas, porque ya hay una protección de las especies.

     Glahn se enfrenta a dos escenarios: ese espíritu de internamiento en una realidad natural y la huida de su espacio social y la existencia de un pequeño grupo que lo requiere y lo invita a integrarse a participar de sus rituales y formas de interrelación. Hay dos elementos que destacan dentro del espacio: el señorío que mantiene el comerciante Mack en Sirilund y el enigma que significa su hija Edvarda. Aquel se liga a la vida racional y ordinaria, así mantenga una relación discreta, aunque escoltada con su poder, con Eva, la hija del herrero, según el referir de otros.

     Edvarda en cambio, se liga a lo ordinario, pero también mantiene nexos con los que suele interaccionar Glahn, digamos que el mundo de lo irracional, de lo ilógico, de lo sagrado. Edvarda mantiene un liderazgo de calidad, mientras que el señor Mack se muestra como líder de poder material. Edvarda se relaciona con la visitas a la comunidad, teje una amistad con el doctor, es vehículo de acercamiento entre la autoridad paterna y los otros, pero también es misteriosa, no se deja atrapar ni definir ni por el grupo ni por su padre, tampoco los visitantes que le pudieran representar una vida en otra parte del mundo o dentro de ese cercano universo que es el bosque y la naturaleza.

     Habría que domarla, dijo el doctor, Edvarda tiene demasiada libertad, puede hacer lo que quiera y ganar siempre. La gente le presta atención, nadie se muestra indiferente ante ella, siempre hay alguien cerca sobre el que poder ejercer su influencia.

     Glahn tiene sueños muy reales. Tiene una estrecha relación con la naturaleza y con sus dobleces. En el fondo de esos bosques habitan (o llegan) personajes mítico legendarios como Iselin y Orderik. Iselin lo rodea, lo altera, lo toca, con la voz cercana de Orderik llamándola al orden. Son seres amantes del placer y de su magia que imantan y dan relevancia o doble significado al escape de Glahn de la vida productiva.

     Glahn es un ser atractivo. Las amigas de Edvarda lo observan y ponen a prueba sus encantos. La chica protagonista no tiene rival posible. Aunque es muy jovencita y con cierto grado de indeterminación todavía en sus formas, tienta a Glahn, lo seduce, lo rodea, lo visita, y se aleja cuando le parece oportuno. Lo desdeña, lo pone en ridículo y se aleja de él cuando su padre trae a casa a un estudioso del medio ambiente, a un recolector de muestras de tierras, minerales y plantas. Se hace acompañar de un médico que a veces la llama a la sensatez, pero ella nunca es controlable, nunca es manipulable, nunca es objeto de precio o de cálculo ni en sus posibilidades ni en sus afectos.

     Además de esa dimensión que llamaremos ritual de la pasión y de esa inaccesibilidad a la cima que representa Edvarda, está Eva, la que muy avanzada la novela sabremos no es la hija del herrero, sino su esposa, y que recibe visitas nocturnas del señor Mack. Eva se relaciona con Glahn. Así, el choque cerrado (irresoluto) con Edvarda y el choque con el padre, determinará la suerte de ese elemento suelto que se piensa libre y soberano en Nordland (Glahn). Eva muere sepultada por una piedra que se precipita desde la cima de la montaña al lugar donde limpia una embarcación para su amado, pero la tarea le ha sido asignada, justo allí, por Mack. La llegada del varón, científico, ocupa los brazos de Edvarda, así sea nada más para colgar otro brazo. Un poco antes se había disparado la primera bala de la batalla: la choza de Glahn arde en llamas, allí pierde sus pocas propiedades, objetos que lo acompañan en nicho de soledad.

    El texto cierra como abre, con la recuperación del recuerdo, desde dos años después de sucedidos los hechos (1857). Así entendemos que las plumas son una clave de lo sucedido entre Edvarda y Glahn. Él se las obsequió un día, en tiempos en que pudieron convertirse en pareja. Ella se las regresa después de un par de años, cuando sólo están unidos, si acaso, por el recuerdo. Queda la duda de si el destino de Glahn se encuentra en África o la India. En todo caso no volvió a la ciudad ni a sus oficios de teniente.

     La duda se despeja un poco, aunque esclarecer el lugar ya no es tan importante, con el agregado: “La muerte de Glahn. Un documento de 1861”, una especie de memoria o declaración de un personaje que vive los últimos tiempos en compañía de Glahn en algún lugar de la India. El recuento de los sucesos no es gentil ni terso, es la historia de una animadversión y del actuar de Glahn con las mujeres de los hombres cercanos. Siempre tuvo éxito, aunque éste no tenía mucho que ver con el matrimonio o el amor eterno. Ahora pertenece a la naturaleza.

     Hay una parte del texto en que Glahn nos lleva a los escenarios del dios Pan, esta deidad de la naturaleza que, sin embargo, está rodeada de sensualidad, de seres atractivos y de ardores de esos personajes que satisfacen sus necesidades corporales sin recato y como prueba de su naturaleza vigorosa. Pan está a la cabeza en la tarea y en el asedio, en la satisfacción y en el gozo.

     El mismo Glahn habla de ciertas capacidades diferentes:

     Me creo con cierta capacidad para leer las almas de las personas que me rodean, tal vez no sea así. Cuando tengo un buen día me parece poder vislumbrar el fondo de las almas ajenas, aunque mi mente no esté muy despejada. Unos hombres, unas mujeres y yo estamos sentados en un salón y me parecer ver lo que pasa en el interior e esos seres, y qué piensan de mí.

     Glahn goza en sus sueños, recuerda las historias de Iselin, se cuenta así mismo la de su iniciación sexual (de Iselin con Dundas). La satisfacción que no puede tener con Edvarda, la tiene con la mayor naturalidad con Eva, quien parece un personaje propicio para el goce de la carne. No para el marido, pero sí para Mack y, sobre todo, para Glahn. Con este tiene un trato y un afecto diferente, pero eso desencadena las furias de Mack. Su territorio ha sido invadido por ese personaje que viene de huida y además pretende dominar a la hija. Eso no se puede quedar así.

     Eva es un personaje bello dentro de la novela, tiene las características de madurez que no tiene Edvarda, claro que no alcanza a dar el enigma, ni siquiera a provocar el salto de la locura o de la pasión arrebatada. Entre esos pliegues de la naturaleza, Glahn sabe que el goce o la aventura se da, incluso en el sueño, o a través de personajes que poco hablan, que son explotados por los poderosos, pero que son muy capaces de brindar satisfacción al cuerpo y que uno como lector envidia y llega a pedir se les muestre más, se les haga justicia por su aportación a la trama.

     Te he echado de menos con todo mi corazón, le dije. Me emocioné al verla, ella apenas podía mirarme de asombro. Amo tu juventud y tus ojos bondadosos, proseguí. Castígame por haber pensado más en otra que en ti. Escucha, vengo a ti, sólo para mirarte, me haces sentirme bien, estoy enamorado de ti.

     La naturaleza está allí esperando las incursiones de la otra naturaleza, la humana, por momentos se dan interacciones o el bosque le da cobijo a esa soledad irremediable de los aventureros, pero parece que la naturaleza no se dobla, ni siquiera se perturba un poco ante ese pica y huye de personajes como Glahn que van por el mundo, y deja ir al hombre a buscar el punto donde muerda el polvo.

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Guadalupe