Opinión

Dai Sijie1Alejandro García/]Efemérides y saldos

¡Ah, ya sé! Sin duda te parezco tan idiota como un perro que corre para buscar el hueso que le han tirado. No soy una de esas muchachas francesas de Balzac. Soy una muchacha de la montaña. Adoro complacer a Luo y punto.

Dai Sijie

Es por ello que considero que el principal legado de la novela de Dai Sijie, “Balzac y la joven costurera china” es evidenciar la cualidad transformadora de un libro y la capacidad liberadora de la palabra.

Richard Jiménez A.

Publicada en el año 2000 por Gallimard, la novela “Balzac y la joven costurera china” (Barcelona, 2001, 4ª edición, Salamandra, 189 pp.), opera prima del escritor Dai Sijie (1954), nacido en la provincia de Fujian de la República Popular China y residente en París desde 1984, se convirtió en un éxito editorial. La aparición de la película, dirigida por el autor del libro, vino a agregarle lectores y críticos y, tal vez no pocos, decantadores a favor de una u otra versión.

     La historia transcurre durante la Revolución cultural china, a principios de los 70. Un par de jóvenes es enviado a una provincia cercana al Tibet a Reeducarse. El pecado de origen no es tanto de ellos, sino de sus padres, pero se trata de cargos importantes, por lo que su regreso no necesariamente será en los términos estipulados a la partida. Luo es hijo de un famoso dentista. Entre susurros se dice que él arregló la dentadura de Mao, el legendario dirigente. Los padres de “Yo”, el narrador, son también médicos.

     Cierto día, antes de la Revolución cultural, había dicho a sus alumnos que había arreglado la dentadura de Mao Zedong y de la señora Mao y, también, de Jiang Jieshi, el presidente de la república antes de que los comunistas tomaran el poder… Su condena,  infortunadamente, fue tanto más dura cuanto que se había atrevido a poner los nombres de la pareja Mao al mismo nivel que la mayor de las basuras: Jiang Jieshi.

     A la llegada, son tratados con rigor y desconfianza por el jefe del pueblo. En el proceso de reintegración a la vida revolucionaria no están descartados los castigos corporales. En la práctica habrán de aprender a trabajar en las minas de carbón y ayudar en las labores agrícolas. Su cuévano de carga será un auxiliar que los acompañe casi a todas partes. Los lugareños no podrán tener un trato cercano con estos jóvenes que fueron repartidos por miles. Por lo general, las poblaciones tomaban a su cargo entre cinco y seis, en el lugar al que fueron a parar “Fénix del Cielo” sólo podían aceptar a dos.

     Cerca de ellos, quedó arraigado Cuatrojos, hijo de poetas y también perteneciente al círculo más castigado. La limpia que implicó la Revolución cultural cayó sobre todo en los sectores intelectuales y sus zonas de confort. Se destruyeron libros, se sacaron de la circulación y de los planteles educativos. A pesar de las prohibiciones todos tenían un pequeño objeto: “yo” un violín, Luo un reloj que captó la atención del dirigente y Cuatrojos un secreto.

     Las condiciones de sobrevivencia eran duras y a menudo rondaban los peligros, como deslaves en zonas lodosas. Dentro de ese núcleo de castigo Luo desarrolló sus habilidades narrativas y captó la atención del dirigente, de tal modo que enviaba a los dos amigos a ver películas a una aldea relativamente cercana. Se trasladaban a pie. Eso les procuraba algunos días de cambio de actividades. Regresaban a hacer una escenificación de la película con las dimensiones temporales de la referida y la comunidad seguía con interés esas historias, a menudo con anécdotas de adoctrinamiento político.

     La vida mejora cuando saben que en la aldea que visitan vive un sastre con su hija. Ambos se interesan por las narraciones de los muchachos, pero es obvio el interés extra que agrega a la situación vital de ambos el que ella sea bella, jovial y atractiva.

     El contorno de su rostro bronceado era neto, casi noble. Había en sus rasgos una belleza sensual, imponente, que nos hacía incapaces de resistir el deseo de permanecer allí, viéndola pedalear en su máquina de Shangai.

     También pueden enterarse de que Cuatrojos tiene libros. Al menos le pueden casi arrebatar, prestado, “Úrsula Mirouët” de Balzac. El narrador se enamora del texto, quiero copiarlo y ante la falta de material escribe un capítulo en el reverso de su chamarra de cuero.

     A cambio tendrán que conseguir unas letras de canciones populares que permitan a Cuatrojos escribir algunos poemas revolucionarios que puedan ir a una revista institucional en el que luego pueda ser colocado de manera definitiva por influencia de sus padres. Se trata de que después de todo, para él la reeducación está a punto de concluir, la madre del futuro escritor no ha dejado de pulsar las teclas necesarias para su pronta reinserción en la vida cultural china.

     En cambio “Yo” y Luo siguen cautivando con sus historias y siguen siendo cautivados por la novela de Balzac. Sólo que la sastrecilla también sabe del libro y también tiene diversas lecturas, como pueden ser el libro en directo, la versión de Luo o el sueño de “Yo” que se siente desplazado. El primer nudo parece una victoria: Cuatrojos se va, pero logran arrancarle la maleta de libros que está llena de autores decimonónicos franceses, rusos, algunos ingleses y uno que otro norteamericano o de otras naciones.

     Nada más que también se complica la vida de estos personajes. La costurera queda embarazada, Luo tiene que viajar a su tierra para atender a su madre enferma y le deja al amigo encargada a la muchacha. Gracias al conocimiento de médicos heredado de su padre, puede conseguir que un galeno le practique el aborto a la muchacha. Cuando Luo regresa todo está resuelto y pueden pensar en regresar a su vida anterior. Soportan el mal humor del jefe local que tiene problemas dentales y piensa que si uno de ellos es hijo de un dentista debe resolver su caso. Lo logra en combinación con el sastre.

     Cuando parece que todo está por solucionarse, salta la liebre, la sastrecilla se ha ido sin despedirse, sin resolver su situación con Luo, sin pensar en su padre. Se ha ido porque ha visto en las lecturas la posibilidad de una vida que vaya más allá de la opinión común y corriente que se expresa en el epígrafe, la pertenencia ciega a una comunidad o a un lugar. Ella ha visto en la literatura otro mundo, otras personas, otras maneras de resolver los desafíos de diario. Y ella está dispuesta a emprender ese viaje, sin la tutela del padre circunscrito a su territorio de dominio de cosedor, sin la compañía de Luo que no está cuando se requiere, sin el amor callado de “yo” que va con ella pero no sabe qué hacer con las lealtades a otros.

     Me ha dicho que Balzac le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio

     “Balzac y la joven costurera china” se enclava aún en los resabios de la Guerra fría, aunque uno de los bloques haya variado de la URSS a China y el fragor de las acciones no sea de carácter bélico, sino fundamentalmente económico y geopolítico. Habrá también las viejas lealtades de carácter doctrinario. Si el tapón es de este tipo lo más probable es que la novela no transite. Si se destapa el lado prejuicioso de este lector, podrá enfrentarse a una historia fluida, en ámbitos marginales puestos a prueba: los muchachos llegan al margen de la sociedad como castigo y la sociedad marginada los recibe y los castiga como pago a que quien los manda los haya marginado o los ve como los castigadores por antonomasia. En ese margen se opera la fluidez del encuentro: las ganas de conocer, escuchar, historias; los deseos de saber de otros mundos, la necesidad de ser amados más allá de las costumbres y de las convenciones. Y es la literatura, o el contar, la que propicia el resto.

     También la novela coincide con obras literarias que pensaron en esa labor seductora de la literatura o de sus actividades nutricias: escritura y lectura. Es el caso de “El lector” (1995) de Bernard Schlink. Tanto este como Sijie, en escenarios diferentes, pero en extremo riesgo ambos, hablan de poderes diversos del arte verbal en un mundo en que domina lo terrible. En “La historia interminable” fantasía está en riesgo y hay que renombrarla. En “El lector” y “Balzac y la costurera china” la realidad está en riesgo y es el patrimonio literario el que cumplirá su tarea de renombrar lo real.

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