Opinión

Tara WestoverAlejandro García/ ]Efemérides y saldos

Al pensarlo me di cuenta de que todos mis hermanos, excepto Richard y Tyler, dependían económicamente de mis padres. Mi familia se había partido en dos: los tres que habíamos dejado la montaña, por un lado, y los cuatro que se habían quedado, por el otro. Los tres con doctorados y los cuatro sin título de educación secundaria. Se había abierto un abismo que seguía creciendo.

Tara Westover

“Una educación” de Tara Westover es una novela atrevida, no sólo por el importante componente autobiográfico de la historia ─posiblemente la novela no habría funcionado sin ello─, sino sobre todo por no tratar de censurarse o exculpar a sus familiares.

Darío Luque

“Una educación” de Sara Westover (México, 2020, 4ª reimpresión, Lumen, 466 pp.) es un libro que ha ganado buena cantidad de lectores, en gran medida por las posibilidades de lectura que ofrece. Lumen la incluye en su colección de narrativa, por lo que se lee como una novela; pero también tiene un contenido relacionado con el papel de la educación como un camino a la libertad. Aún más los psicólogos y los sociólogos tienen un documento en el que encuentran un comportamiento que tiende a salir de un pequeño grupo que manifiesta sus resistencias.

     Hay una lectura que no sé dónde acomodar, la relativa a los nuevos lindes entre civilización barbarie o a la existencia del “Otro” en comunidades cercanas y a menudo ignoradas entre sí. Habrá que decir que el aspecto religioso es un rasgo fundamental de la novela. La muestra de esta peculiar comunidad mormona de Idaho en los Estados Unidos nos desvela prácticas fundamentalistas en la nación líder del mundo por lo menos en los años inmediatos a la caída del Muro de Berlín.

     La obra es autobiográfica, el personaje principal es la misma Tara Westover, desde su infancia hasta su integración en la comunidad académica de punta, después de haber realizado un doctorado en Historia en Cambridge. Hay, sin embargo, un primer y poderoso par de elementos que lo acerca a la literatura.

     Se trata, por un lado de la entrada por el margen que llega a la gran novela desde calcas o recreaciones muy crudas de la realidad, en parte inauguradas por Capote y los nuevos periodistas. El texto fluye y casi es imposible de dejar una vez que se inicia la lectura.

     Y por el otro, está el hecho de que la novela se mueve con una presencia permanente de la Princesa india. Se refiere y resignifica la figura que se percibe con una colina que está en la base y en la antesala de Buck’s Peak, montaña que se encuentra en el rincón sureste de Idaho.

     Aquí tenemos por lo menos tres vertientes que la unen con la ficción a manera de intertextos: uno: montaña que figura a una mujer, una obra de la naturaleza inamovible que quiere desatarse, salir, moverse por el mundo a través del personaje Tara. Como suele ocurrir, cuando Tara sale, lleva consigo la montaña, tardará en acomodarla de manera más amable. Dos: se alía así a grandes textos donde la montaña juega un enorme papel simbólico: el legendario amor/desamor de Popocatépetl e Iztaccíhuatl en “Bajo el volcán”, la enfermedad y la salud en “La montaña mágica”, la tentación y el designio en “Mujeres enamoradas”, la lucha entre orden y revolución y placer y caos en “Día tras día”.

     Gracias a mi hermano tenía las voces en la cabeza, y para mí no había nada más bello que ese sonido, aparte de Buck’s Peak.

     Tres: Tara se siente ligada al pico, a sus rigores invernales. Sin embargo, contrario al relato naturalista del filo de los siglos XIX y XX, donde la mujer está imposibilitada para escapar del medio y la ley la condena predeterminadamente, aquí Tara triunfa en su individualismo, lo cual no deja de costarle a la novela el que la curva dramática caiga y se acerque peligrosamente al final feliz.

     Tara es la más pequeña de una familia de siete hermanos, cinco hombres y dos mujeres. Su padre tiene un deshuesadero de vehículos de motor. Son mormones, pero el padre tiene una visión particular, severa y crítica con la iglesia. Cree que vendrá el final de todo y tiene a la familia en permanente colección de alimentos y los almacena con armas en un bunker en el que espera resistir los últimos días. En la familia no se va a la escuela, tampoco se va a hospitales ni se registra a los críos, si acaso se hace será cerca de los 10 años. Tara crece con el miedo de la destrucción del mundo y con la versión de que a uno de los vecinos lo ha cercado la policía y ha asesinado a varios de los miembros de la familia.

     Dos de los hermanos han salido. Uno de ellos se dedica a labores de transporte, el segundo también se ha independizado, aunque se rumora que no anda en cosas limpias. Tiempo después regresa a casa, a auxiliar al padre, se trata de Shawn. El tercero es un hijo que entiende la necesidad de escapar y estudiar. Tyler es el primero que abre la posibilidad a Tara de que puede estudiar y él mismo acude a la universidad.

     La madre es una persona sumisa, con cualidades especiales. Se convierte en partera después de ayudar a la mujer que realiza esas labores en la región. Y la sustituye una vez que ésta cambia su residencia. Además elabora productos medicinales a partir de hierbas. Se convierte así en el médico de la familia, a falta del permiso paterno para acudir a una verdadera autoridad en ese campo. A la madre le va bien, con el tiempo se asocia con su marido y pueden tender los hilos para mantener el control sobre los hijos. Incluso el mayor, Tony, casi al final de la narración, llega a ser asalariado de sus padres, lo cual no había sucedido en la mayoría de las acciones de la novela.

     Además de la dureza de los principios del padre, de su constante recurrencia a la voz de las Escrituras, se asoma la perversa presencia de Shawn. Es un violento y un maltratador. Golpea a Tara y, después se sabe, a los hermanos que le quedan a modo, en especial a la hermana, a sus novias y esposa. Conforme el lector avanza en la historia queda claro que ese hermano golpea y es peligroso y que su padre lo protege, lo encubre. Cuando Tara se entera que el mismo trato ha tenido su hermana, trata de aclarar por lo menos el evento, pero el poder de los padres hace que la violencia parezca mentira, presionan a la denunciante y Tara se queda como la responsable de alterar la armonía familiar.

     Gracias a los consejos de su hermano, Tara se puede inscribir en la universidad que le permite el acceso con el simple requisito de pasar el examen de admisión. Una ventura anterior empieza a favorecerla: canta bien y su padre, con refunfuños y condenas, la acompaña a los lugares donde actúa. Una vez en el estudio de su profesión, se encuentra con un académico que se encarga del intercambio con Oxford, y Tara viaja a Inglaterra durante un semestre y allí, gracias a su capacidad ensayística, puede estudiar el doctorado en Cambridge, muy cerca de las ideas de libertad de Isaiah Berlin.

     Ya casi para terminar sus estudios, el padre sale de su madriguera y la va a visitar a la casa de estudiantes en Boston, donde ella vive. El objetivo es darle una oportunidad de salvarse, de sacarla del mundo de pecado en que ha caído, rescatarla de las garras de Satanás. Durante todo el tiempo, la montaña y el padre han inscrito en la mente de Tara una serie de valores, prejuicios, visiones, temores, fortalezas y debilidades que sólo con la educación, con las lecturas, con los nuevos conocimientos ha podido subordinar, destruir o encauzar.

     Los personajes de esta narración son muy fuertes físicamente. La madre es rescatada después de un accidente automovilístico, aguanta sus heridas sin moverse porque a unos metros está unos cables eléctricos de alta tensión y tolerará sus secuelas con remedios caseros. Uno de los hijos sufre una quemadura en una pierna y Tara recuerda que lo importante es evitar la infección, mas sólo tienen un bote de basura para llenarlo de agua y enfriarle el músculo quemado y lo que se le ocurre es meterle la extremidad en una bolsa de plástico y jugársela. Shawn sufre un accidente de moto y se le puede ver parte del cerebro tras la herida, el padre insiste ─telefónicamente─ en que lo lleven a casa para que mamá lo cure con las pomadas adecuadas, por suerte Tara decide trasladarlo a un hospital, ante la indignación del patriarca. El padre tarda en atender los accidentes, ya que casi siempre tiene que garantizar la conclusión de alguna maniobra que le asegure la permanencia de herramientas y edificios.

     No se habló más de ir al hospital. Ya había pasado el momento de tomar esa decisión, y volver a ella significaría regresar a la rabia y al miedo del accidente. Papá dijo que de todos modos los médicos no podían hacer nada, que mi madre estaba en manos de Dios

     “Una educación”, que también nos lleva a resonancias flaubertianas, ha sido más vista por el lado de la formación, de la adquisición de conocimientos y cultura. Tara no conocía el mundo e ignoraba muchas de las cosas propias de una cultura general. Una de sus primeras experiencias en Oxford es su ignorancia con respecto a la palabra “Holocausto”. Se ha dejado de lado o se ha evitado el aspecto religioso, la rigidez en una gama muy amplia, de fundamentalismos que parecían propios de un mundo ajeno a Occidente. Podríamos decir que la era Trump regresó algunos de esos rasgos a tener protagonismo, para decirnos que la condena de muchos de los supuestos logros de la civilización están a tiro de bala de muchos hombres en Estados Unidos y el resto de los países del mundo.

     ─Hay dos tipos de profesores universitarios. Los que saben que mienten y los que creen decir la verdad. ─Mi padre sonrió─. Ahora que lo pienso, no sé qué es peor, si un verdadero agente de los Illuminati, que al menos sabe que trabaja para el demonio, o un venerable catedrático que cree poseer una sabiduría mayor que la  de Dios. ─Seguía sonriendo. La situación no era grave; sólo tenía que entrar en razón a su hija.

     Por otro lado, la novela plantea las dificultades de la mujer para ser respetada dentro de la familia, del grupo social y de los diversos grupos en que deberá interactuar.

     Mi padre afirmaba que una mujer honesta nunca enseña más arriba del tobillo.

     Aquí los obstáculos parecen estar más bien cerca que lejos. El afuera es menos perentorio y cargado de culpas o castigos. El límite está dentro, no afuera. La masificación de la educación a menudo oculta las grandes dificultades de niños y jóvenes que tienen que luchar contra los principios punitivos y violentos de los padres. Los jóvenes tienen que buscar la manera de mantenerse en ambientes extraños y no es raro que claudiquen porque la fuerza de la familia llama. Lograr la libertad es cosa de educación, claro, pero ésta tiene que ir creciendo con sensibilidad y otras cositas. Así será.

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