Opinión

imagesSara Lovera

SemMéxico.

Estos días han sido vertiginosos. ¿Por qué a nadie se le ocurre armar un debate nacional informado, serio y capaz de comprender qué significa la violencia contra las mujeres y de qué disponemos? No es posible que sólo haya discursos a bote pronto, un cúmulo de propuestas sacadas de la manga y una narrativa entre conmiserada y abusiva. Lo más grave es el discurso de la ignorancia.

De estos días tremendos dos cosas me llenan de inquietud. Durante 50 años, desde ese lugar privilegiado de periodista, preguntona y comprometida con la condición social de las mujeres, he acumulado en la memoria mil y una cosa. Desde los reportajes en los años 50 sobre la violencia contra las mujeres, hasta los mea culpa de algunas autoridades.

Por ejemplo tengo en mi casa algo así como mil textos, libros, investigaciones, propuestas, análisis, modelos de atención, propuestas de campañas y lo que en las organizaciones de la sociedad civil llamamos “buenas prácticas”, tengo conocimiento de otros 500 acervos semejantes y superiores.  Sé de las noches en vela de las y los investigadores. De las experiencias de las víctimas, narradas y/o como se dice “sistematizadas”. Los testimonios lacerantes, que sólo ante el escándalo o el escarnio, en general han pasado de noche.

Como no hablo y menos leo inglés, eso que conozco está en castellano. Chorros de tinta y acciones sociales han explicado de donde viene la violencia contra –no hacia- las mujeres. La investigación que hizo la Cámara de Diputados, hace 15 años, dio a luz una primera ley integral. Nadie la conoce y quienes debieran conocerla, no la aplican.

En ello el performance “el violador eres tú”, si bien se escucha y atentamente se lee, habla del origen de la violencia contra las mujeres, para que no se hagan bolas. Si habla del sistema, no de uno o varios hombres, más bien de relaciones sociales construidas por varios siglos, lo que identificó el feminismo hace ya más de dos siglos, signado por el poder, de cuyo ejercicio de “el más fuerte”, es el caldo de cultivo de la opresión y discriminación femeninas, que contiene el control de las mujeres y hace cundir la violencia contra ellas, sólo por ser mujeres. Se expresa en la lucha por el poder instaurada en las relaciones económicas y con evidencias en las relaciones sociales. Sin embargo, a pesar de su profundidad y complejidad, podría atemperarse la discriminación contra las mujeres, sin duda.

Me gustaría una postura de Estado, primero reconociendo el fenómeno histórico, sus aristas y sus demoledoras consecuencias. Luego un examen de todos los agravios, sin prejuicios, nos haría bien; luego el análisis de los ensayos, nacionales e internacionales para atemperar ese poder que aniquila a quienes no tienen poder, mayoría mundial: mujeres. Aunque no solamente. Hay otros grupos disminuidos.

Una tercera cosa es saber que el fenómeno es mundial, estructural y se atiza y se difunde en situaciones de crisis, de guerra y de enfrentamiento. Saberlo haría bien a quienes hablan demagógicamente, con puros eufemismos.

Luego hay que actuar con humildad reconociendo que sí, que el Estado en sus tres componentes y los gobiernos en sus tres niveles podrían actuar sobre bases y posibilidades reales. Reconocer que tenemos un buen cuerpo legislativo -ahora todo mundo habla de iniciativas- y leer esas leyes, ver cómo aplicarlas, mejorar lo necesario y ponerse a trabajar.

Es muy grave que los dueños de los medios de comunicación no instruyan a sus trabajadoras y trabajadores; tanto como lamentable es el uso político, que por cierto no es nuevo. Es lamentable que los señores de las empresas encuestadoras muestren tal desapego sobre el asunto, aunque parecen presumir que saben de inseguridad, de paz y de preferencias de todo. Los he oído y me dan ganas de llorar.

Las y los políticos, tampoco saben, se van con lo primero que se les ocurre. Gracias a las feministas está la ley, gracias a las feministas hay un inmenso cuerpo de conocimientos, gracias a las feministas algunos asuntos han llegado al debate y también muchos conocimientos. Las autoridades del actual gobierno que han mochado presupuestos y programas, ni idea tienen cuántos de ellos han sido construido por las feministas, por cierto de diversas posturas políticas e ideológicas.

El otro tema, no menos importante, sobre todo para una sarta de tonterías que se han dicho y escrito, es que la historia de México muestra claramente que cuando hemos avanzado, ya sea en leyes o políticas públicas, eso ha sido el resultado de las alianzas interclasistas y plurales que hemos logrado las mujeres feministas. Saber que el feminismo no puede identificarse, en ningún momento histórico, con la vulgaridad de las posturas partidarias, sería bueno para los palpitantes discursos que acusan a las y los conservadores; saber que somos el movimiento que más ha durado en la historia y en los modelos de gobierno. Sería bueno.

Por ello una opinión, una reflexión fuera de los focos altisonantes, expresada la otra tarde por la senadora feminista Patricia Mercado Castro me encantó. Ella es la única persona que ha dicho que el presidente Andrés Manuel López Obrador cuenta con 4 cosas sustantivas: ser el presidente más votado, el que logró conectarse con mucha gente que le cree y cree en el cambio; tener entre sus colaboradores y colaboradoras personas que sí saben de qué hablamos cuando hablamos de los derechos humanos de las mujeres y contar con un cúmulo de experiencias, acciones y caminos, para saber qué hacer.

La Senadora Mercado Castro capaz de haber construido dos partidos políticos y contar con su experiencia de una campaña por la presidencia de la República no sólo conoció al país, sino la acción de muchas feministas en el mundo; ella, pienso, entonces, se tuvo que plantear desde su perspectiva feminista y obrerista un plan de gobierno, tuvo que pensar en cómo hacerle si le tocaba gobernar; conoció como secretaria de gobierno la vida de la ciudad de México, sus problemas. Entonces con toda seriedad y sin demagogia, propone al presidente de la República que dialogue y escuche a sus colaboradoras; que lo haga con la juventud -esa que esbozada está en movimiento- porque buena parte de las jóvenes en rebeldía y altisonancia, seguramente votaron por él; que saque de lo personal sus reacciones y trate de mirar como hombre de Estado el asunto y deje de calificar a quienes están planteando la gravedad del problema.

No existe hasta hoy un discurso así. Más bien existe el vacío de las supuestas promesas, proyectos, acciones, muchas que ya se pusieron en el papel. Urge materializarlas.

También por eso la abogada Andrea Medina, pide que las autoridades  lean la ley y dejen, por un lado de defenderse de los supuestos o supuestas “conservadoras” y vean hacia adelante, aprovechado que la ley es clara. Por ejemplo esa ley mandata a la activación de un Consejo Nacional en el que, según la ley están plenamente planteados los caminos de la coordinación; también de los presupuestos y hasta las formas de evaluar resultados o políticas. A cambio es ridículo que la secretaria de gobernación diga que se malinterpreta el discurso presidencial o una connotada senadora diga que tenemos el presidente más feminista de la historia.

Me río por dentro. Yo creo que Ernesto Zedillo Ponce de León fue el primer presidente de la República (1994-2000) que calificó a la violencia contra las mujeres como un problema de Estado, lo recuerdo perfectamente, fue un discurso sí, de 8 columnas en Excélsior; o que otros grupos políticos se han sumado. La desmemoria es tremenda, la primera iniciativa para reconocer la violencia contra las mujeres, empujada por la priista Silvia Hernández, (1978) avanzó sólo porque las senadoras de todos los partidos firmaron.

Es infinita la lista de acciones legislativas plurales, de grupos de acción plurales, de iniciativas plurales. No habría en la ley la paridad total, precisamente, sin el grupo plural que trabajó muchos años por la representación política primero, consiguiendo la paridad electoral y luego haciendo labor política para la paridad total.

Todas sabemos que de la ley a la realidad hay un abismo, por eso he creído, no es la primera vez que lo propongo que urge construir con toda la fuerza del Estado una cruzada para el cambio cultural, eso significaría apostar a un cambio de ideología del poder, donde la familia, la escuela y los medios de comunicación son fundamentales. ¿No puede AMLO, hablar con los dueños de los medios? en lugar de enviar una circular diciendo que está prohibido usar niños y niñas en narrativas discriminatorias, estereotipadas, etc. (circular de SEGOB).

No podría con todas las de la ley activar acciones previstas en las leyes, en lugar de tantas reuniones mediáticas dizque con todas las personas interesadas, menos con las organizaciones feministas; no podría la autoridad realmente mejorar el sistema de justicia, donde anida, crece, se construye la impericia y la impunidad, que ha hecho posible la movilización y el reproche, ¿cómo creer que a las mujeres las mueve la derecha?, lo oí sin entender, ¿las iglesias? ¿Los embozados de la muy vieja guardia de Guanajuato o Querétaro? No me explicó la lógica que conduce a estos discursos que solamente ahondan los diferendos y no construyen la tan mencionada paz.

En verdad que se necesita estatura, disposición a la escucha, y responsabilidad, para atender todos los frentes de enojo como se han acumulado. Se necesita algo más que votos, politiquería y deseos tremendos de centralizar todo, aunque se esté equivocado. Me parece que  hoy estamos desperdiciando todo lo  que se ha construido jurídicamente, las instituciones como los Centros de Justicia o los refugios para mujeres, que si se quiere pueden perfeccionarse, pero no demolerse.

En fin, pensaba estos días en el trabajo de Irma Saucedo sobre los centros de referencia y contra referencia, en lugar de Las Lunas; pensaba en apuntes de políticas públicas consolidadas, que ahora se echan a la basura, como las estancias infantiles, como las escuelas de tiempo completo; como la intención de buenas capacitaciones que sólo la burocracia y la falta de entendimiento han echado por la borda. Me molesta que sobre un asunto serio, filosófico y político, como es el feminismo se borde, diría la doctora Marcela Lagarde, en la narrativa de la vulgaridad.

En fin que los verdaderos cambios se construyen con inteligencia y diligencia. Con Estado vigoroso y una suerte de humildad capaz de acercarse lo disponible para actuar. Veremos.

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