Opinión

niños en armas1Filomeno Pinedo Rojas

Las imágenes de una veintena de niños nahuas de entre 8 y 15 años, armados con viejas escopetas o palos, entrenando y desfilando como parte de la policía comunitaria del municipio de Chilapa en el estado de Guerrero, luego que 10 adultos fueron emboscados, muertos y calcinados por un grupo delictivo que busca controlar la región, dieron la vuelta al mundo causando indignación y provocando incomodidad a las autoridades mexicanas.

Es la viva imagen del México impotente, que sufre los horrores del desastre construido deliberadamente por el Estado, en manos de una poderosa oligarquía a la que, la vida de los mexicanos no le importa, ¡en absoluto! Solo el poder económico y político, la propiedad, el control de territorios y población, la rapiña y el saqueo al más puro estilo que nos enseñaron los conquistadores hace, precisamente, 500 años.

No, no nos engañemos. Porque en cada imagen de los niños “levantados en armas”, se esconde el dolor de la pobreza, la marginación, desnutrición, frustración de sus infantes aspiraciones, miedo a la emboscada, a la muerte, al oscuro día siguiente de acontecer impredecible. Detrás de cada imagen está un niño, de carne y hueso, como cualquier otro niño mexicano o del mundo, de tu hijo, tu sobrino, tu vecino o mi nieto. Esas imágenes muestran la cruel desigualdad que padece nuestra nación. Dijo, desolado, uno de ellos, “quería ser médico, ahora defenderé a mi familia”.

Desde acá tan lejos, no podemos comprender la angustia que experimentan sus pequeños cuerpos y su inocente conciencia de la vida, como tampoco somos capaces de interiorizar el dolor de los pequeños huérfanos y marginados que tenemos a nuestro alrededor. Deliberadamente rechazamos esa posibilidad porque nos agrede, incomoda y desestabiliza nuestro pequeño confort. No deseamos reflejarnos en ella, no sabríamos que hacer, y optamos por rechazarla y con ello, rechazar y tratar de ignorar a quienes padecen tan desdichada situación. Quizá lo mismo hicieron los conquistadores para soportar su sanguinaria actuación. Blindarse contra todo sentimiento de compasión, empatía, solidaridad y amor al prójimo.

El Estado mexicano tiene que reivindicarse y reivindicar a los mexicanos que están al margen de la justicia, que son la mayoría. Lograr que este sufrido pueblo arribe al derecho de vivir en paz, como diría el chileno Víctor Jara.

Mientras tanto, tratemos de comprender y actuar en consecuencia. No juzguemos desde un contexto diferente, no se vale, no es racionalmente aceptable. Porque Nadie tiene derecho a juzgar y condenar la acción de entrenar y armar a niños y jóvenes que deja huérfanos el crimen organizado, si no ha hecho lo propio para evitar que eso ocurra. Menos aun si el juzgador es el responsable de la seguridad pública de este país. “Que se pongan en mis huaraches de llanta a ver si piensan lo mismo” dijo el líder de la Coordinadora Regional de la Autodefensa Comunitaria-Pueblos Fundadores (CRAC-PF), una organización que lleva dos décadas haciéndose cargo de la seguridad de la población que el Estado abandonó y hasta la fecha no ha retomado.

Solo le pido a Dios

Que el dolor no me sea indiferente

Que la reseca muerte no me encuentre

Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente

Solo le pido a Dios

Que la guerra no me sea indiferente

Es un monstruo grande y pisa fuerte

Toda la pobre inocencia de la gente. (León Gieco)

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