Opinión

Junichiro Tanizaki ShunkinAlejandro García/ ]Efemérides y saldos[

Cosas que antes, cuando aún disfrutabas de él, no eras capaz de advertir. Por ejemplo, el momento en que no pude constatar de un modo nítido la esencia de la belleza de su rostro se produjo después de quedarme ciego. Además, percibí la auténtica tersura de sus manos, de sus pies, lo radiante de su piel y la hermosura de su voz, ¿por qué sería que en aquella época que no en que podía ver, no había sido capaz de sentirlo hasta ese punto?

Junichiro Tanizaki

En términos culturales, hay un Tanizaki algunas de cuyas heroínas  llevan falda, van al cine y bailan charleston —prototipo de la “modan guru”, pronunciación japonesa de “modern girl”, término en boga en la década de 1920— y otro Tamizaki cuyas heroínas llevan kimono, van al teatro kabuki y tocan el “shamisen”. La diferencia entre el Tanizaki de uno y otro periodo la simboliza llamativamente el contraste entre el diabolismo de algunos relatos de su juventud y la solemne invitación, ya sesentón, a cenar con el emperador en 1949, a raíz de ser galardonado con la Medalla de Cultura.

Carlos Rubio

Desde 2007 Satori se ha definido como una editorial dedicada a la difusión de la cultura y la literatura japonesa. Además de ofrecer volúmenes bellos, deliciosos al tacto y a la vista, ofrece traducciones directas del japonés. Esto último contrasta con la oferta de Siruela (con libros que también son muy de mi gusto), que en su mayor parte entrega versiones de Junichiro Tanizaki del inglés al español. Tenemos el caso de la fundacional y monumental “La novela de Genji” o “La historia de Genji”, en las versiones de Debate y Atalanta, las dos de 2005. Ambas están tomadas de versiones en inglés, sólo que la primera desestructura el mensaje inicial al sacar una de las partes de los capítulos y ofrecerla al inicio con la intención de atrapar al lector apenas comienza su aventura. Las dos nos dan textos que resulta complicado juntar en uno solo o coincidir que son de origen la misma historia. Las dos son fruto de traductores insertos en visiones del oficio y del lenguaje diferentes.

   Es claro que la angustia de la fidelidad o la veracidad de una traducción nos puede llevar al inmovilismo: no leer sino hasta que seamos capaces de hacerlo en el idioma original. Cuando escucho a algún homo sapiente declarar que la traducción es errática, me suelo preguntar sobre su grado de competencia en los idiomas en litigio, a no ser que sea como el caso del que simplemente declara que un cantante o que un bailarín es malo por su opinión impresionista. Creo que lo prudente es entregarse a las versiones sobre el patrimonio literario y disfrutar como lector. Ya habrá otros pliegues para interactuar con un fenómeno tan rico y plural. Los especialistas tendrá un bocado para refocilarse y el mercado editorial podrá ofrecer varias versiones de la misma obra en español.

   “Sobre Shunkin” (Gijón, 2016, Satori, 167 pp.), novela de 1933, el mismo año del célebre ensayo “Elogio de la sombra”, pertenece al periodo de demonismo. En lo personal he de señalar que esa faceta nunca desaparece. Por un lado es una línea fina, que ha de desentrañarse en cada obra, por otro lado no podemos olvidar que en 1956 publica su novela “La llave”, obra en que seamos orientales u occidentales se nos va trepando el diablo al cuerpo.

   El narrador de esta historia pasa por un cementerio y decide pasar a rezar. Allí indaga por la tumba de Shunkin. No se encuentra dentro del sector de su distinguida familia de farmacéuticos. Un empleado le señala una zona apartada. Al lado, más pequeña se encuentra la tumba de Sasuke, también él está apartado de las tumbas familiares en un lugar más distante. Shunkin perdió la vista a los ocho años. Bella, sensible, se dedicará a practicar koto y shamisen y será acompañada a todas partes por su fuel sirviente, quien además la asistirá en prácticamente todas las actividades de su vida, incluidas las más íntimas. Aparejadas a la virtud de Shunkin se encuentra la altanería, el desprecio y el maltrato hacia los demás. Después de ser alumna aventajada en sus instrumentos, se convierte en maestra a la muerte de su benefactor y dará un estatus ambiguo a su sirviente, ya que no sólo lo convertirá en su alumno, sino que él mismo dará las clases a los discípulos de Shunkin cuando ella tiene malos tiempos, sin llegar a aspitrar a sustitutirla. Muerta ella en 1886, él, en 1907, mantendrá la flama de vida ajena dentro de su cuerpo.

   El narrador va reconstruyendo la historia de estos dos seres. Se encuentra con Shigisawa Teru, una anciana que había servido a ama y lazarillo cuando él perdió la vista. También accede al folleto “La vida de Mozuya Shinkin”, muy probablemente de autoría de Sasuke. Al convertirse en ciega, la vida prometedora de la bella niña se reduce. El que tenga un sirviente solícito, protector y silencioso, lo convierte a los ojos de los padres en un partido posible. Pero Shunkin nunca dejará de reducirlo a sirviente. Las cosas se complican cuando al paso de los años Shunkin resulta embarazada y no hay modo de arrebatarle el nombre del padre de la criatura que vendrá. Todo indica que el responsable es Sasuke, dado la cantidad de tiempo que pasan juntos. Cuando él está a punto de hacer alguna declaración, ella interviene y regresa las cosas a su sitio.

   El nudo de la novela, que es hechura total del narrador, él corta los tramos y nos da los elementos para conectarlos, está en la parte del maltrato de los maestros a los alumnos de instrumentos de cuerda. Al parecer ese maltrato era común entre todas las enseñanzas de disciplina artística. Y llegaba a los golpes. Shinkin tenía un trato favorable de su maestro, pero de todas maneras, si bien no llegara a las manos, ejercía su poder autoritario. En el caso de Sasuke tenía que pasar horas y horas repitiendo el ejercicio hasta que la maestra se consideraba satisfecha. Allí sí había golpes con frecuencia. Y Shunkin lo practicaba con sus pupilos. Llegó a darse el caso de una niña a la que pegó de tal manera en la cabeza con un objeto punzocortante que le dejó una cicatriz imborrable.

   De allí se desprende la parte oculta de la novela, la entrada plena a la zona de la sombra. Todo indica que el padre pudo ejercer venganza y quemar con unas gotas de agua de una tetera ardiente el rostro de Shunkin. Mas resulta que no son gotas, es la quema total de la cara por parte del padre de la agredida, y su huida en medio de la noche. También pudo tratarse de un alumno irreverente, aspirante a su corazón, que no toleró ni el desprecio ni la burla. El caso es que la mujer ha perdido su belleza, el lazarillo pasará a ser profesor sin dejar de ser señalado como el señor Sasuke. Después de la muerte de su padre, Shunkin deja de disfrutar del subsidio familiar abundante, se le otorga una cantidad fija y modesta que con el tiempo se convertirá en intermitente. Sasuke tiene la tarea de que estos cambios no se noten, de que la vida de Shunkin siga bajo su tutela. Ella no quiere dejarse ver por sus alumnos, pero sobre todo no quiere dejarse ver por su criado. La vida que han llevado de intimidad que les ha dado hijos, los mismos que se han enviado a adopción en otros lados, como el primero, no cambia en absoluto la diferencia entre los dos.

   Sasuke, fiel y sensible, amante, se extirpa los ojos, y continua junto a su ama, mujer inalcanzable, amada, la vida que ya viven. Con el tiempo ella morirá y él tendrá algunos años para recordarla y preparar las tumbas de proporciones de acuerdo a lo que han vivido y mostrado a los demás.

   La novela se oculta, y surge gracias a, los testimonios orales y escritos, a las fuentes, a los decires de quienes algo supieron de los amantes no amantes. Sasuke es la sombra de Shunkin. Con eso tiene, no necesita más. Desde allí toca todas las partes de ese cuerpo renuente a entregarse, a igualarse, pero que sin duda es suyo, suya, durante noche de las que sólo ellos tienen testimonio.

   “Sobre Shunkin” es novela sin duda para la irritación y la queja, por parte de un lector oriental, novela de agonía plena, de gusto por lo que se vive en la penumbra o en la oscuridad total. Desde allí está lo sucio que aviva, que permite amar plenamente contra lo establecido en la tradición. Tanizaki dice que el acto de abrillantar la plata o los metales, pasa por la suciedad que es limpieza occidental. Recurren a elementos que envenenan el metal para que luzca. En cambio, la mancha de la plata, su oscurecimiento, lo sucio para el occidental es el nido de la vida y del placer que antecede a la comida. Aquellos momentos de descalificación, de maltrato, de distanciamiento, que alguna vez serían compensados en la entrega o en el tocamiento, tienen una explosión que nunca sale de la sombra.

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