Opinión

Yasmina Khadra2
Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[

Me doy cuenta de que, salvo Pedro Parveras, no conozco a nadie susceptible de encontrarme un trabajo en alguna otra parte. Mis amigos no tienen un peso, mis vecinos son gente sin recursos, que sobreviven a duras penas y el presidente del comité de mi barrio ni siquiera ayuda a los suyos.

Yasmina Khadra

Don Fuego, Juan del Monte Jonava, cantante de lujo en Buena Vista Café de la Habana, Cuba, se ha quedado sin trabajo. Todo es parte de la estrategia de privatización del régimen castrista. Juan no le interesa a la nueva propietaria del centro de diversión, residente en Miami. Ella piensa que su negocio podrá dedicarse a cultivar un público juvenil. Claro que esto no lo sabe el afectado, pues sólo se le avisa cuando el cierre está encima. Éste es el planteamiento inicial de la novela de Yasmina Khadra “Dios no vive en La Habana” (Éditions Julliard, 2016; México, 2016, Alianza, 274 pp.).

   Jonava tiene una alta opinión de sí y de su oficio, más allá de lo técnico, un noble arte. Piensa que algo sucederá cuando deje de estar en el lugar, le lloverán contratos y propuestas, habrá alguna protesta o manifestación en apoyo a su labor que va más allá de la diversión. Como sucede con ese tipo de ensueños, al parecer propios de casi todos los seres humanos, no pasa nada. El sitio permanecerá en remodelación cosa de seis meses o un año, así que el turista tendrá que buscar alguna otra alternativa y la población nativa no se ve que sea importante para la existencia o no de ese lugar. Otra cara del drama es que Juan vive por y para cantar.

   El golpe ha sido demoledor. De pronto se queda sin ese sueño en que había vivido y empieza a describir su realidad: su separación matrimonial, el vivir, junto con su hijo, arrimado en casa de su hermana y cuñado, mutilado de guerra de Angola, una hija lejana que se quedó en casa de su ex esposa, y él casi con una edad de 60 años, pocos amigos, con más fama que posibilidades de contratarse en algún sitio digno, a la altura de su calidad.

   Se dedica a caminar por la ciudad, a visitar a los pocos que pueden ayudarlo. Y lo que encuentra son negativas, algunas altaneras, otras con la mirada de conmiseración de quien sabe el destino de los desechos humanos. Además, su solicitud siempre topa con la condicionante de que las personas encargadas del espectáculo tienen que consultar arriba y los que allí están deben pedir anuencia más arriba en una sórdida escalera casi infinita donde no hay caras. En lugar de quedarse en una casa llena de parientes menesterosos como él, prefiere pasar la noche afuera, alargar la ausencia. Su vida dará un vuelco cuando se encuentre en un tranvía abandonado con Mayensi, una joven de 20 años, que viene de la provincia junto con su hermano, a quien, por casualidad, Juan ha visto que se llevan a resguardo porque no tiene permiso para estar en La Habana.

   Orimi Anchia está en el culmen del poder. Antes, ellos fueron amigos y compitieron por una mujer. La ganó Orimi. Como muestra de buena fe, Don Fuego cantó toda la jornada el día de la boda, soltó la voz como sólo él podía hacerlo. De cualquier manera quedó resentimiento y pusieron distancia de por medio. Después del despido, Juan fue a visitar al viejo adversario, con reticencias y pocas esperanzas, las cuales se difuminaron cuando le dijo que no había modo de acomodarlo en un escenario. A otros, el trabajo les llega sin pedirlo o hacer profesión de fe:

   Apenas llevo dos meses aquí. No entiendo mucho de establecimientos de esta envergadura, y tampoco del trato que hay que tener con los artistas. Antes trabajaba en el Instituto Cubano del Libro.

   Poco a poco le empiezan a caer pequeños trabajos, como suplente, como telonero. Esto y el contacto con Mayensi operaron como catalizadores. La chica era una belleza, a pesar de lo humilde de su apariencia y de su actitud defensiva, la cual no le sirvió de mucho a la hora en que alguien la atacó y apareció golpeada y en estado de shock. Eso obligó a Juan a llevarla a la casa de su hermana y todo hubiera salido bien durante un largo tiempo si uno de los sobrinos no la hubiera tocado. La respuesta de la joven fue en extremo violenta. Al sacarla de ese territorio doméstico pudo llegar a la cercanía de la chica y a conquistarla.

   Orimi lo propone para que cante en un gran concierto conmemorativo, con banquete y la posibilidad de hablar con personas poderosas que resolvieran su problema de manera definitiva, pero uno de los militares en la mesa que les corresponde a Juan y a Mayensi comienza a hostilizarla, a sacarla de quicio. Mientras Don Fuego seduce a tan importante auditorio, la joven desaparece y en su búsqueda encuentra que un hombre del evento ha sido asesinado. Seguirá tras ella, tratando de ignorar lo que sospecha. Habrá qué decir que La Habana se encuentra preocupada por un asesino serial que actúa de manera recurrente, por lo que bien se puede abonar en su costal otro asesinato.

   La parte más intensa de la novela es la forja del personaje Mayensi. Dentro de esa vida aburrida y decrépita, donde la miseria es dueña y señora, empieza a dibujarse una mujer atractiva y misteriosa. La atracción primero es de un solo lado, el deslumbramiento, la unicidad, todo lo que antecede al enamoramiento.

   Confieso que cuando la vi el otro día en la orilla, con blúmer y ajustador como única ropa, sentí una sacudida telúrica tan angustiosa que me creí endemoniado. Una onda de choque se extendió  por todo mi ser sin hallar la menor resistencia, conquistadora y segura de anclarse por siempre en lo más hondo de mí.

   Cuando ella se siente protegida, la correspondencia se da, la atracción es entre dos, dos fuerzas que chocan e impactan. El hombres es un ser de muchas capas, algunas indescifrables. Es difícil que esto pueda conservarse, el equilibrio es el desequilibrio entre humanos. Ella se irá y dejará a Don Fuego dándolo por muerto, cosido a puñaladas, entre el cotidiano trato con el gran trompetista Panchito, su hijo que no tiene punto de contacto con él, su hermana que lo quiere y a la vez no lo entiende, su cuñado que morirá por fin y una realidad que da tumbos: de pronto llegan a pedirle que sea solista de un grupo que ha perdido al suyo. Eso le permitirá viajar por Cuba y tratar de seguir las huellas de Mayensi, así podrá encontrarla y cotejar lo que ella ha dicho y lo que su propia madre (de Mayensi) le ha contado. El final recuerda una imagen en sepia (lo cual es duro y terrible) parecida a la de Lolita, la Mayensi actual con familia y esposo.

   Yasmina Khadra sigue con el cultivo de algunos esquemas narrativos que me permiten manejar su relato con fluidez, eso le da ventaja sobre los lectores que, por lo general, tragan el cebo. Agreguemos a eso que actúa en zonas de riesgo, lejanas a su Argel. Quizás la más controvertida de todas sea la novela sobre Kadafi, en donde el yo es asumido por el líder libio. La Habana es otro espacio de riesgo. Hay que decir que su acercamiento es realista, no quiere asustar al lector ni hacerle una moraleja, quiere contarle una historia donde el asunto central es el amor entre un hombre de casi 60 años y una chica de 20. El esquema le funciona, es muy hábil como narrador y la combinación con la extrañeza del espacio histórico nos un resultado singular, donde se borran esas costuras.

   Claro que detrás está ese eterno retorno de las civilizaciones, ese ir y volver al mismo sitio de los sistemas socialistas. Don Fuego tiene la memoria del artista como héroe, como punta de pirámide de masas, aunque su pobreza sea evidente y más cuando se queda sin trabajo. Ahora volverá a buscar dónde lo acepten para mantener su oficio y su influencia. El mito está distante en esta realidad, la sombra de los tiempos de Batista y Cuba como cabaret de Estados Unidos está en la mente del hombre, del solista en un concierto macabro. La presencia irracional de Mayensi, sus antecedentes, el martirio a que tiene que someterse por ser bella, la tentación de transgredir las leyes y la comprensión de ese individuo fuera del mundo que a ratos es Juan, permite leer esta novela con un interés en donde el esquema es trampolín para más profundas lecturas y acercamientos a la realidad. Queda la duda de si en ese retorno el héroe mediocre da vacío o contenido al mito.

 

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