Opinión

Es momento de actuar en América Latina y rechazar a los cabilderos de la industria de comida ultraprocesada
Fernando Aguilar Juárez/Negro y Rojo

Y si las grandes empresas nacionales y extranjeras de comida chatarra y ultraprocesadas tienen controladas a la clase política y al mismísimo gobierno, quiere decir acaso que ¿estamos en un callejón sin salida?; no, por supuesto que no, porque usted querido lector, su entorno, la sociedad en general no puede ser obligada a comprar sus productos para que nos sigan enfermando con obesidad, diabetes, cáncer y… la muerte.

El investigador peruano, Enrique Yacovich, especializado en estos temas habla de una revolución silenciosa que recorre el mundo, y que está doblegando a la industria trasnacional de comida chatarra o ultraprocesadas y refresqueras: a diario pierden consumidores. “En Estados Unidos dos generaciones ya no compran Coca-cola, la regular está en picada, es una revolución silenciosa que la están haciendo con el bolsillo, con la billetera de cada uno…”

Por lo que se refiere a la industria de productos ultraprocesados (comida rápida, hamburguesas, comida enlatada, cremas, mayonesas… y toda la fritura y golosina embolsada), también registran pérdidas de consumidores y económicas, porque en Estados Unidos “madre de esta industria” cada año se retiran del mercado por lo menos los 30 mil nuevos productos que salen para tratar de conquistar el paladar de los incautos; antes anualmente se creaban 70 mil productos de fantasía para engrosar la cintura de la población.

Es decir, hoy no pueden producir 70 mil productos ultraprocesados o comida “chatarra” y han comenzado a producir por debajo de 30 mil, lo que quiere decir que: “Hay una crisis económica real en la industria monopólica y esta porquería de la comida chatarra, se ha roto la sucesión más grande de productos de comida chatarra en el mundo corporativo…” y en Europa está pasando lo mismo.

El estudioso nos recordó que hace apenas 70 años no se registraba los altos niveles de obesidad, diabetes, cánceres, cardiopatías, como hoy en día, que tienen llenos y en jaque los sistemas de salud en México y Latinoamérica, y que de acuerdo con estudios realizados, los causantes de todos estos males son la comida chatarra o ultraprocesados, “…porque la mayoría son productos que nunca salieron y nunca han tenido una prueba de seguridad humana, miren la cantidad de colorantes que se le ponen, emulsificadores, de estabilizadores, de saborizantes...”

Todo eso sucedió en los últimos 50 años, lapso en que la industria ha desarrollado lo que es la adulteración o sustitución de productos naturales por productos ficticios, “porque la industria no puede producir siempre el mismo objeto con fresas, bien porque no tiene fresas o porque el precio ya no le permite vender la cantidad que necesita y por lo tanto lo sustituye con saborizantes artificiales”.

Además son tan groseras las ganancias multimillonarias en dólares de estas trasnacionales, que para promoverse y penetrar a poblaciones de potenciales consumidores, cuando surgen problemas de hambruna, salen y se anuncian como salvadoras, “corren a regalar sus porquerías y son mostradas como salvadoras en África, la India…”  y como sucede también en México, con el grupo Nestlé, Coca-cola, Pepsico, entre otras, esto por supuesto con el consentimiento gubernamental.

Alejandro Calvillo, presidente del Poder del Consumidor, advirtió que desde hace 8 años iniciaron las políticas nacionales contra la obesidad, en el 2010 con el Acuerdo Nacional de la Salud Alimentaria; en la Administración con Felipe Calderón, en el 2013 con la Estrategia Nacional para la prevención, y el Control del Sobrepeso y la Obesidad de Enrique Peña Nieto, “pasan los años y pasan los años y las políticas contra la obesidad quedan en puras simulaciones”.

Pero de ninguna manera se puede decir que esas políticas públicas para el combate a la obesidad y diabetes fueron cooptadas o secuestradas, “han sido, y esto es más grave, las instituciones públicas y funcionarios específicos son los que han entregado la regulación a las empresas y no solamente la regulación y el diseño de las regulaciones, y lo tenemos plenamente documentado, también les han entregado la evaluación de estas políticas”.

Nadie desconoce, puntualizó, que este organismo “El Poder del Consumidor” desde un principio pugnó porque en las políticas públicas quedara asentada la no aceptación de productos chatarra ni bebidas azucaradas o endulzadas en las escuelas básicas y su entorno, porque ponen en riesgo la salud de los niños mexicanos; sin embargo, estos productos se mantienen y también se mantiene la publicidad. O sea no se ha hecho nada.

Ante esta situación y en referencia a la revolución silenciosa que se registra en el mundo en contra de estas industrias, es momento de actuar en América Latina y rechazar que los cabilderos de la industria de comida ultraprocesada se sienten a discutir políticas públicas en ningún gobierno, pero lo “tiene que decir la OMS, OPS a todos los gobiernos, sugerirles que estas corporaciones no tienen un lugar, no tienen una opinión para dar, directrices sobre qué políticas públicas deben implementarse o no en los países”.

Mientras tanto Enrique Yacovich, propuso multiplicar las acciones como las que se pretenden hacer en Chile, Brasil, Uruguay y Perú, de poner un sello negro en los productos dañinos a la salud, los no alimenticios, “ si esto llega a consolidarse en dos o tres meses más creo que va a ser un tremendo golpe, un avance extraordinario, nunca la comida chatarra ha tenido un sello que dice esto es porquería, ese sello negro es un estigma…” y eso es lo que se pretende poner en cada una de las envolturas, reiteró.

Por lo pronto, querido lector, antes de llevarse uno de estos productos a la boca, reflexione si es nutritivo o algo que a corto plazo lo va a esclavizar a un hospital. Porque en su bolsillo tiene el poder de decisión.

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