Opinión
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Drina Ergueta/Textura violeta SemMéxico

Qué útiles son, al parecer, para algunas personas o grupos, las constantes y globales movilizaciones, los reclamos a gritos y pronunciamientos por escrito, las calladas gestiones institucionales y un sinfín de acciones para lograr que las mujeres dejen de ser asesinadas, violentadas de variadas maneras, relegadas y discriminadas en todos los ámbitos de la sociedad.

Todas estas acciones van logrando, sin duda, resultados en un país como Bolivia; aunque éstos son bastante lentos ante la urgencia de situaciones, como la violencia asesina. El tema también es muy útil, tanto que desde el gobierno como de distintos espacios de la oposición se enarbolan algunas banderas para que, con este asunto, poder llevar agua a sus cultivos con la esperanza, es de imaginar, de obtener posteriormente una abundante cosecha.

En una reciente entrevista en un prestigioso medio de comunicación internacional el presidente Evo Morales aprovechó para decir que uno de los logros de su gobierno, y por el que siente orgullo, es que ahora todas las mujeres tienen espacio en el Estado Plurinacional, donde hay los mismos derechos y deberes para toda la población.

Hay paridad en el Parlamento, Bolivia es uno de los pocos países que la tiene y es positivo; sin embargo, pocas son las mujeres que efectivamente hacen uso de ese espacio y el acoso político, a veces muy agresivo, no cesa. En el gobierno, las principales carteras están en manos de varones, a las mujeres se les asigna las consideradas de menor relevancia.


Se han aprobado leyes muy importantes; sin embargo, las cifras de feminicidios siguen siendo alarmantes, al igual que las violaciones y todo tipo de violencias. Los casos de acoso sexual no se denuncian porque están normalizados e, inclusive, si se denuncian en el ámbito gubernamental, como se ha visto, no prosperan.

Ante los datos de violencia física, los otros sobre otras discriminaciones ya ni se contemplan. No se habla de brecha salarial ni de techo de cristal. Pero la igualdad entre hombres y mujeres siempre es bueno recalcar en una entrevista.

Así como es bueno negarse a cualquier medida que inicie el gobierno, aunque beneficie a las mujeres y evite que mueran en cifras de escándalo a causa de abortos clandestinos. Es más, desde la oposición salta exaltado Arturo Murillo, un diputado, para decir que antes de abortar es mejor que las mujeres se suiciden. Pensó en brillar con un discurso antiabortista, pero tuvo que disculparse.


Desde la oposición se critica el machismo constantemente, pero no el machismo de la sociedad (que les incumbe), sino el machismo personal que siempre recae sobre el presidente Morales, no se paran a mirarse al espejo. En la lista de posibles candidatos a las próximas elecciones nacionales están los mismos hombres de siempre. Ya es hora de ir cambiando, en ambos bandos, señores.


Desde hace poco, también hay algunos grupos, al parecer dirigidos por mujeres, que enarbolan banderas “femeninas”. Que haya mujeres organizadas detrás de un ideal, es fantástico. Es necesario que su objetivo sea franco y abierto; sin embargo, que se haga un movimiento que parezca que empodera a las mujeres, con pancartas vagas y difusas, aplicables a cualquier objetivo, como la lucha por la libertad, cuando en realidad busca rechazar la reelección de Evo Morales, resulta mentiroso y muestra que, una vez más, se utiliza a las mujeres para otros fines.

Es igual de malo que se movilice a mujeres con la idea del “amor propio”, como si la violencia que sufren se debe a que no se quieren y no al machismo, cambiando así el objetivo donde está el problema.

De todo esto, hay ganancias indiscutibles: conciencia de la importancia de las mujeres, algunas leyes y que hoy se considere políticamente correcto el rechazo a las violencias machistas. Pena que se utilice este concepto, que a todas golpea más o menos y en concreto en sus cuerpos, con otros objetivos, tanto desde el oficialismo como desde la oposición.

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Guadalupe