Opinión

democraciaPORFIRIO MUÑOZ LEDO

Asistí a la inigualable Feria Internacional del Libro de Guadalajara para la presentación de una obra que compendia los años de mi formación y trayectoria pública hasta 1987: las entrañas de una transición democrática finalmente abortada. Ese mismo día ocurrió el infame destape del señor Meade mediante un rito arqueológico. La máquina del tiempo en reversa: el descaro de la red de intereses que se impone al país bajo la máscara de un Estado fallido. Doy cuenta de las reflexiones que expresé en el acto conmovedor en que se presentó el primer tomo de mi biografía.

Este libro no es mío, aunque habla profusamente de mi persona. La autoría es de James Wilkie y Edna Monzón; el dueto magistral en la tecnología de la historia oral que existe sobre el planeta. Jim es mi amigo personal, psicoanalista político y cómplice en la propagación de la verdad: una combinación de hechos y subjetividades. Esta pareja ha hecho más aportaciones para el conocimiento del pasado reciente de México que todos los historiadores tradicionales. Estos prefieren analizar los acontecimientos desde una distancia temporal. El espacio vacío que dejan debe ocuparlo la ciencia política, pensaba mi maestro Maurice Duverger. En realidad ocupan ese hueco los periodistas, los cronistas y los propios actores cuando publican sus memorias. El mejor ejemplo entre nosotros es Don Jaime torres Bodet que describió prolijamente el mundo y el país de sus años contra el tiempo. El día que terminó su obra se suicidó.

Don Daniel Cossío Villegas promovió una serie de estudios sobre nuestra realidad contemporánea en la que participaron muchos discípulos míos. No pasamos de Adolfo López Mateos. A propósito de Don Daniel, la entrevista que le hicieron los Wilkie es superior a su autobiografía; más intensa, más veraz y confesional: sujeta al asedio y perspicacia de sus entrevistadores. Quienes alberguen sospechas de intervención extranjera en el trabajo de nuestros autores les responderé que, a diferencia de Kissinger, no han contribuido a derrocar ningún gobierno. Los han comprendido y los han explicado.

El mexicano que entendió primero la importancia de su obra fue Jesús Silva Herzog, el abuelo. Nacionalista ejemplar que publicó en 1969 los primeros trabajos de Jim bajo el titulo “México visto en el siglo XX”. Después, éste realizó más tarde entrevistas de dimensión mayor con personajes latinoamericanos: José Figueres y Víctor Estenssoro. Sus trabajos publicados por la UAM alcanzan 2415 páginas, a las que se añaden las 642 que me dedicó. La primera versión de esta biografía se extendía a 2493 páginas: la mitad numérica de sus trabajos. El total de su obra, titulada “Frente a la Revolución Mexicana”, comprende cuatro tomos: intelectuales, ideólogos, líderes políticos, candidatos de oposición y el presidente Emilio Portes Gil.

Les merezco que no me hayan encasillado en esas clasificaciones, porque consideraron que mi trayectoria abarca, lo digo con modestia, todas esas dimensiones. Mi agradecimiento al maestro Rafael Ramírez Castañeda, el compadre de Jim, que hizo posible, por su tenacidad y talento, la conversión de una historia oral en obra escrita. Destacadamente a la Universidad de Guadalajara y a la casa editorial Penguin Random House, por haber patrocinado sucesivas reducciones del texto que espero facilitarán su consulta. Dedico este esfuerzo a las nuevas generaciones de compatriotas que no han tenido ocasión de adentrarse en el presente histórico del país, debido a las limitaciones de nuestro sistema educativo y a la dudosa objetividad del internet.

Lo vivido no se me empoza en el alma, como a César Vallejo, sino que me sirve de acicate y hasta de blindaje para continuar bregando por la transformación democrática de México y el imperio de la soberanía popular. Nos enfrentamos a una coyuntura definitoria para la sobrevivencia del país: la elección de 2018. El destino se resume, como diría León Tolstoi, en la guerra o la paz. El fin de treinta años de parálisis del crecimiento, desigualdad acrecentada, salarios ultrajantes y tecnocracias rampantes, o tres décadas de más de lo mismo. No deseamos una nueva revolución, pero si una nueva Constitución. Reanudar nuestro pacto social para trascender una realidad catastrófica e insertar a México en una globalidad más justa e incluyente.

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