Opinión

Fernando del Paso Palinuro
]Efemérides y saldos[

Llegamos a la conclusión de que no podíamos seguir viviendo así: reconocimos que nuestros objetos, por ser parte de nuestra vida, estaban vivos también, y (…) decidimos aprender a vivir, a convivir con ellos.

Decidimos también —y después de leer un breviario de shintoísmo—, no permitir nunca más el embrujamiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje. Y así, nuestra reconciliación con los objetos fue inmaculada y absoluta, como si ellos fueran de malvavisco y a nosotros nos gustara encender fogatas en medio de los bosques. Les negamos su valor como símbolos —a ellos y a las palabras que los nombraban—,  aunque esto equivaliera a regresar a la infancia misma de la especie humana y no sólo retornar a nuestra propia infancia, en la que creíamos que los paraguas podían cerrar las alas y dormir, las cucharas ponerse tristes por la muerte de la azucarera y los libros leer a otros libros o ponerse frente al espejo y leerse a ellos mismos al revés. Los aceptamos, así, como seres animados y necesarios en la medida en que una vez que habían existido no podían no haber existido nunca, y agradecimos sus testimonios y la generosidad que hilvanaban en nuestros días.

Fernando del Paso.

 

 ALEJANDRO GARCÍA

El presente siglo ha sido pródigo con dos de las grandes obras de Fernando del Paso. José Trigo (1966) fue publicada por Siglo XXI, en su nuevo formato en 2006, con motivo de sus 40 años, con sendos textos introductorios de Gonzalo Celorio y Vicente Quirarte. En 2008 se reeditó, acumulando para entonces quince ediciones. En 2006 y 2007 aparecieron en Punto de Lectura Noticias del Imperio (1987) y Palinuro de México (1977) respectivamente. Sólo que la novela sobre Maximiliano y Carlota acumulaba 12 ediciones ya en 2010. Reemplazaban así las versiones de Alfaguara, Joaquín Mortiz y Diana de Palinuro de México y la de Diana y Planeta/ CONACULTA de Noticias del Imperio. En la segunda década fue el Fondo de Cultura Económica el que las publicó en 2015, 2013 y 2012 en una relación inversamente proporcional a su aparición original. Palinuro de México no ha gozado de esa prodigalidad y entendemos que la complejidad no es el argumento, porque José Trigo también requiere una alta competencia para su lectura.

   La segunda novela de Del Paso es de clara filiación humanista y renacentista. Es de la estirpe de Franҫois Rabelais y concretamente de su obra Gargantúa y Pantagruel. La referencia a los clásicos es una muestra (Palinuro, Galeno), el uso de uno que otro latinajo y esta alianza con la naturaleza, en concreto con la humana y con la de la parte inferior del cuerpo que posee la eliminación, la fertilidad, la festividad y el placer. Nada de lo anterior es suficiente cuando lo que se impone es la moralina o una moral restringida o al servicio de la productividad y el orden. Y conforme se avanza en la sociedad humana dicho humanismo y dicho renacimiento se esclerotiza cada vez más y la moral se torna más rígida, de allí que en una obra como Palinuro de México se vaya de sobresalto en sobresalto, de escándalo interior en escándalo interior. Hay numerosas muestras de lo anterior y como no es una obra de contar ordenado y lógico, las palabras “groseras” o “sucias” o “atrevidas” se encajan filosas en la mala conciencia de un buen número de lectores, aun entre los que vencen el temor del volumen del libro.

   “Mi verga representa la degeneración del manierismo en el estilo serpentinata

   “Tengo la verga tan larga que cuando nací (…) el médico la confundió con el cordón umbilical…

   Tengo la verga tan larga, que tengo tatuado en ella el texto completo, inexpurgado del Kama Sutra…

   “Yo tengo la verga tan larga que me tropiezo con ella…

   Tengo la verga tan larga que si pierdo esta apuesta, me voy a suicidar colgándome de ella...”

   Las situaciones retadoras abundan: un culo con un ojo, que debe ser rasurado; una competencia de pedos de acuerdo a los colores que producen al incendiarse; tres jóvenes con vergas de cadáveres que pasean por la ciudad exhibiendo lo que se han cosido a los pantalones; una relación entre el yo que a veces es Palinuro y otras Walter y sus indagaciones en todas los agujeros del cuerpo de su prima Estefanía. Agréguese a esto las impresiones de la medicina y de su ejercicio, operaciones, sangre, esputos, nacimientos y autopsias.

   Se ha señalado en Palinuro de México la producción de un neobarroco. La deformación es evidente, mas con su parte renacentista, lo que construye Del Paso es una especie de diamante de varias, en donde pareciera desfilar toda la historia del hombre y del arte. Porque así como están Quevedo y Góngora, como los pintores barrocos españoles, está también Cervantes y El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Aquí la novela se traba con Terra Nostra de Carlos Fuentes, producida casi simultáneamente a Palinuro de México, aunque con una diferencia de dos años en la publicación. Creo, que sin embargo, que el peso de la risa y de la irreverencia, así como el carácter fundacional de lenguaje en la novela de Del Paso la ponen un paso adelante. Y esto no es poco decir, porque creo que es la mejor y más ambiciosa novela mexicana del siglo XX.

   Creo que esa diferencia para hacerla una gran novela; insisto, tal vez la mejor del siglo pasado, está dada no tanto por el carácter individual del personaje o por su contribución a las luchas libertarias. Está dada por una doble jugada del autor. En lugar de relacionarla con la novela realista del siglo XVIII, con la paternidad de Defoe, Del Paso acude a la paternidad imposible de Lawrence Sterne, va más al discurso que a la historia. Ni siquiera se puede pensar en la novela de Swift, donde la relación con los viajes de Gulliver es estrecha entre mundo real e imaginario. Con Sterne lo que desaparece es la lógica de la historia, los nudos del tiempo y del espacio, los trayectos del personaje como en Palinuro de México. Si en la novela de Sterne el nacimiento del personaje se da cerca de las primeras cien páginas, en el caso de Palinuro muere dentro de una obra de teatro, aunque es consecuencia de los sucesos del 68 y aunque, curiosamente, pareciera presagiar los hechos de Tiananmén (nuestro héroe es atropellado por un tanque). Y después de esto Palinuro nace. También es cierto que la relación con Estefanía o el estudio de medicina se van quedando en el camino, pero como no hay una jerarquía dada, hay que buscar el peso y la dimensión de esas partes, ya no a la manera del estructuralismo, a la manera de esta dispersión propia de la modernidad que busca en ese polvo de estrellas el sentido o el sinsentido..   

   El segundo filón radica en el lenguaje. La novela llama a renombrar el mundo, a establecer otro tipo de relación con las cosas y con los otros hombres. Una relación donde el juego es fundamental, donde el tocar al otro es a partir de ese nuevo poder del lenguaje. Por supuesto, estamos en un mundo contaminado, donde las convenciones están en torno a nosotros y nos poseen incluso interiormente, a control remoto, a costa de nuestro futuro; pero la demolición de ese orden empieza cuando ese lenguaje se derruye con una nueva enunciación, un intercambio donde el cuchillo puede ser un vaso, donde el espejo puede ser papel sanitario, donde caca puede ser flor, donde limón puede ser peligro. El mundo se convulsiona, se pone a prueba, los objetos o la naturaleza emanan un poder que exija convencionalidad y reapreciar el intercambio entre naturaleza y hombres.

   Hay un momento en que Estefanía odia a las palabras y el narrador odia las cosas. Estefanía odia la palabra “sangre”, se desmaya ante ella. El narrador se desmaya ante la sangre. De tal manera que Estefanía puede ser enfermera porque mientras no digan “sangre”, podrá ejecutar las acciones más arrebatadas sin problema alguno, mientras que el narrador al ver el chisguete de sangre queda aniquilado, pero podrá ejercer la palabra, resarcir esa limitación. De modo que estos dos enamorados van de uno a otro extremo y tienen que enfrentarse a esa fobia mediante un desarrollo de una nueva relación.

   “En fin que ya te imaginarás que en ese lugar el hielo no es frío y el azúcar no es dulce. Y que no sólo está prohibido leer los libros, sino que las páginas tienen las páginas en blanco de la misma maera que no sólo está prohibido subir escaleras sino que además las escaleras, al igual que las ventanas, no dan a ninguna parte. Aunque desde luego, decir que los libros tienen las opagunas en blanco resulta inexacto, en primer lugar porque allí los libros no tienen páginas ni las escaleras escalones ni las ventana vidrios, y en segundo lugar porque allí el blanco no hace lo mismo que en la Tierra, que es ser blanco todo el tiempo, sino que simplemente es otro color: azul o verde, o incluso no es un color sino cualquier otra cosa: un barco o un árbol”

   ¿Y qué es Palinuro de México sino un levantamiento de lenguaje? No hay relación eterna, siempre estará a prueba y lo mismo confirmar los significados que confirmar la utilidad de los objetos nos llevará a vivir de otra manera, en un mundo donde los sentidos y las designaciones estarán siempre en funcionamiento.    

   Leo ahora esta novela de Fernando del Paso, 33 años después de un primer recorrido. Sin duda, hubo algunos señalamientos y una comprensión de primer nivel, pero ahora he podido degustar incluso algunos capítulos donde predominan tecnicismos o juegos de lenguaje cercanos a estos. Mi azoro tiene que ver la competencia que exige la novela, con el gusto con que se maneja el lenguaje y las situaciones más atrevidas y con la práctica en el lenguaje que al suspender sus significados y símbolos fijos y manipuladores, puede darnos, mediante el riesgo, el sentido de la vida. 

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