Opinión

Sergio Pitol2
]Efemérides y saldos[

En el cuaderno de notas de James existe una anotación de enero de 1887. Acaba de enterarse de que hasta hacía poco vivía en Florencia, al lado de una sobrina de más de cincuenta años, una señora que había sido amante de Byron y posteriormente de Shelley, y que había vivido hasta ser casi centenaria. Un tal capitán Sillsbee, gran admirador de Shelley, se enteró de que la anciana poseía cartas de su ídolo y decidió vivir como arrendatario suyo con la esperanza de apoderarse de ellas.

Sergio Pitol.

 

 ALEJANDRO GARCÍA

Guadalupe Nettel, en su libro “Octavio Paz. Las palabras en libertad”, dice que una de las dificultades para trabajar al Premio Nobel mexicano radica en citarlo, pues cambió las versiones y los cambios no sólo van relacionados con el estilo, sino con la evolución de su pensamiento y a la agrupación de los textos. Para Paz, la última versión invalidaba las anteriores. En poesía fue muy claro cuando suprimió poemas. José Emilio Pacheco también era partidario de corregir los textos, por lo que las citas deben ser bien referidas. En una anterior entrega mencionaba esa característica en la obra de Sergio Pitol (“El viaje”). Leo ahora “La casa de la tribu” (México, 2006. Fondo de Cultura Económica/ Universidad de Alcalá, Biblioteca Premios Cervantes, 219 pp.) que reúne quince ensayos, frente a los doce de la primera edición en Letras mexicanas (1989).

   El libro incluye tres secciones en su edición prima y cuatro en la segunda. Agrega una tercera sección dedicada a Pedro Henríquez Ureña y al Ateneo y a Jorge Ibargüengoitia. Mantiene la primera dedicada a la literatura rusa, la segunda a la inglesa y la tercera pasa a ser la cuarta y allí trabaja a escritores inubicables o de paso en diversas literaturas, lo que caracteriza también a sus obras.

   La primera sección es soberbia. Es realmente encantadora y aleccionadora. A sus ensayos sobre León Tolstoi, Nikolai Gogol, Antón Chejov, Boris Pilniak, agrega uno sobre Iván Goncharov (lo ubica en cuarto lugar). De esta sección toma el título del libro, al visitar la casa en Moscú de León Tolstoi, la que sirvió de modelo a “La muerte de Ivan Ilich”. Pero también una casa donde era imposible mantener u ocultar un secreto, donde priva el espíritu tribal, colectivo. Pitol es magnífico a la hora de empapar el viaje de la experiencia literaria, porque este punto de partida le sirve para ojear todo el Siglo de Oro de la literatura rusa, incontrovertiblemente entre Aleksandr Pushkin y Tolstoi, pero que ahora, con el ocaso del socialismo abre las líneas de continuidad a pesar de las décadas del terror. El mismo Pitol nos habla de autores relevantes rusos del siglo XX. Además de darnos a conocer las aportaciones propiamente literarias, Pitol señala el espíritu colectivo, el viaje, la lucha con el poder y la censura y la tensión entre partidarios de una solución interna o externa para el discurso literario.

   La novela rusa no se conformó con ser obra de ficción; fue a la vez ensayo  político, indagación moral, interpretación de la historia, tratado filosófico.

   Después pasa a escritores (y escritoras) de lengua inglesa: Henry James, Yvi Compton-Burnett, Ronald Firbank, Flann O’Brien, Patricia Higsmith. En muchos de los casos, los ensayos de Pitol fueron prólogos a sus traducciones. En este libro no se consigna su primera forma de publicación. En este apartado la virtud de Pitol radica en su capacidad de reordenamiento, sin dejar de cautivar con su prosa. En lo particular, me parece notable el texto sobre Flann O’Brien, quien publica una novela que su entorno inmediato no sabe leer y mucho menos poner en su justa dimensión, pero que tiene características innovadoras como la prosa irlandesa y europea más renovadora, pienso en Joyce y en Beckett. Y el otro ensayo es el dedicado a Patricia Highsmith, ciertamente la novelista más propositiva de la posmodernidad, donde la sociedad ya no es buena, donde la sociedad ya no es mala, simple y sencillamente no hay por donde medirla o clasificarla, todas las referencias han desaparecido. Eso sí es mediocre y tonta.

   Los casos de Robert Musil, de Hermann Broch, de Malcolm Lowry, de Joseph Roth, son ejemplos de escritores que han necesitado un vuelco en el gusto literario, ocurrido veinticinco o treinta años después de su muerte para que se revele la magnitud de obras como El hombre sin atributos, Los sonámbulos, Bajo el volcán o La Marcha de Radetsky. At-Swin-two-Birds y El tercer policía se suman a esta lista de novelas fundamentales de nuestro tiempo redescubiertas tardíamente.

   Pitol es un escritor que publica pronto (1959), como sus compañeros de ruta de la generación de medio siglo, pero después se ausenta del país y tarda en ocupar un lugar que los otros, los que se quedaron, construyen. “El tañido de una flauta” es de 1971. A fines de siglo se convierte en uno de los escritores más importantes de México, quizás una importancia similar a la que él atribuye a Flann O’Brien. El tiempo lo está diciendo así aún ahora. De allí que sus ensayos sobre Henríquez Ureña, con especial referencia a Alfonso Reyes, nos permita acercarnos también a su particular visión sobre la literatura a la que pertenece y sobre las raíces en una literatura culta y anterior y simultánea a la Revolución mexicana. En el caso de Jorge Ibargüengoitia también es importante el hablar de un escritor que hace reír en el teatro, en la prosa y en el ensayo, dentro de un país que se precia de tener sentido del humor, pero que brilla por su ausencia a la hora de hacer literatura. Ibargüengoitia desacraliza la historia mexicana, pone en cuestión el discurso revolucionario que va pasando por diversas máscaras, pero que es usado por el poder para prolongarse.

   La última sección trata de Arthur Schnitzler, Antonio Tabucchi y Andrzej Kusniewicz. En el primer caso se refiere al proceso de disolución de Autria-Hungría y al terremoto que representa esto para Austria. Lo que era inmenso y parecía indestructible, en un parpadeo dentro del tiempo histórico se convierte en muy poco o en nada. El italiano es el escritor que a veces uno más bien ve realizado en la otredad, como puede ser Portugal (Pessoa o Pereira). Y está el polaco, que escribe sobre el inicial disparo de la Armada Imperial sobre Belgrado en la Primera Guerra Mundial, lo que será el inicio de la disolución, lo que nunca lograron los turcos, quienes también tendrán que cambiar de cara. Los cambios en el mapa y en el alma europea han permitido entrar a regiones y literaturas que de otra manera pudieran mantenerse ocultas por las grandes literaturas. Lo mismo sucede con lugares que uno ignora, que oculta detrás de fronteras muy precisas, desentendiéndose de su valor y de sus formas de ser.

   Las regiones donde tales ciudades tienen su asiento se llaman Galitzia, Besarabia, Eslovaquia, Eslovenia, Bosnia, Carintia, Bohemia, Croacia, Herzegovina, Panonia y Rutenia.

   Pitol ha dicho que le sorprende el que en sus cuadernos no encuentre anotaciones sobre Praga, la ciudad que lo albergó para cuestiones diplomáticas durante varios años. En sus ensayos está el recorrido por ese otro mundo que es el literario y los conductos evidentes que hablan el rumbo de los rusos, las novedades de los ingleses, los señalamientos de los raros, como raro es él, que hace la experiencia ensayo sobre literatura y trabaja las acciones de personajes de novela que serán de su país.

   La vida de Sergio Pitol se mueve ahora en zona de sombras y las acciones de gobierno que lo quieren salvar de una acción nociva de sus familiares, a quién creerle, tal vez no esté exenta de ese interés por conseguir la última versión o de apoderarse de la obra escondida, inédita de tan notable autor, como le sucedió a la mujer aquella que tuvo sus quereres con Byron, quien le escribió únicas cartas de amor. Su obra, al margen de la suerte de su autor, crece y nos incita a leer. No es usual que lo mismo seduzca desde la novela que desde el ensayo.

   Por lo pronto, si vemos que algunos de estos ensayos forman parte de “Pasión por la trama” o tienen otro orden en “Obras escogidas. V. Ensayos” habrá que dejar a un lado el interés erudito del crítico y más bien entrar al juego, a construir un rompecabezas que da totalidades diferentes.

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Guadalupe