Opinión

Fernando del Paso
]Efemérides y saldos[

 

Mis tres novelas —José Trigo, Palinuro de México y, la que estoy por terminar, Noticias del Imperio— están muy lejos de reflejar no sólo todo lo que ha pasado en México, en un siglo, sino tampoco lo que no ha pasado: son apenas una pequeña contribución a un gran mural iniciado y continuado por otros muchos novelistas de genio y aliento diversos.

Fernando del Paso

 

ALEJANDRO GARCÍA 

A finales del año 2015, apareció el libro Amo y señor de mis palabras. Artículos, discursos y otros textos sobre literatura (Tusquets, 170 pp.) de Fernando del Paso. Fue un año importante para el autor y para sus lectores, porque se recuperó de una dura enfermedad y pudo volver a hacer uso de la voz. Lo hizo, además, de manera que no quedaran dudas, en el reconocimiento que le otorgara la Feria del Libro de Mérida, y que lleva el nombre de José Emilio Pacheco, en marzo, y en la recepción del Premio Cervantes, correspondiente al mismo año, pero entregado en abril de 2016, sobre la responsabilidad del intelectual y sobre su papel crítico. En síntesis, el llamado de Del Paso iba dirigido a frenar la violencia, la discrecionalidad y la impunidad y a detener los instrumentos de represión implementados por parte del gobierno en contra de la crítica o la oposición.

   Sucede que uno piensa más en Fernando del Paso como un gran novelista, dueño de una de las mejores prosas de nuestro idioma. Sus tres grandes cimas se asocian con el movimiento ferrocarrilero, con el movimiento del 68 y con el triunfo del juarismo sobre Maximiliano y conservadores, por un lado, y con la forma como se ha construido una versión de la historia de México, que en los años de aparición de Noticias del Imperio se veía como la hechura propicia para el Estado posrevolucionario, sin embargo, la riqueza lingüística y la autonomía de la obra pudieran llevarnos a hacer a un lado esa parte testimonial o definición a partir del punto de vista y de la selección de los acontecimientos o su disposición.

   Además, si uno se asoma a las Obras en tres tomos coeditadas por el Fondo de Cultura Económica, El Colegio Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, encontrará el tercero dedicado a su producción ensayística y periodística. Yo al menos recuerdo una brillante disertación en La Jornada cuando se pretendía imponer impuestos a la producción artística, y Fernando del Paso señalaba que una novela como las suyas, iniciada tras tres años de silencio después del excesivo trabajo de la novela anterior, elaborada a lo largo de seis o siete años (lo que suma una década), en el mejor de los casos tenía un pago de algunos miles de pesos, que todavía tenían que ser ordeñados por los señores de Hacienda. Y preguntaba: ¿Cuántas horas de trabajo he invertido, cuántas hojas he comprado, cuántas cintas de máquina o cartuchos de tóner, cuántas horas de energía eléctrica, que no se ven reflejadas en ese anticipo o compra de derechos?

   Así que además de la alegría por la recuperación lúcida de Del Paso, de sus éxitos merecidísimos, el Cervantes bien lo pudo recibir una o dos décadas antes, estaba la curiosidad de saber lo que venía en este libro. Consta de una docena de textos,  escritos por motivos diversos. Creo que son dos las grandes constantes: la labor del escritor, es decir, la labor de Fernando del Paso como novelista en la sociedad que le tocó vivir y los homenajes o tomas de posición con respecto a autores importantes de la literatura de nuestro continente. La mayoría de estos materiales ha sido publicada en diversas revistas, suplementos y revistas y sin duda tendrán su lugar en la versión definitiva de las obras completas.

   El texto más emotivo de esta serie es la carta que escribe Del Paso a Juan Rulfo. El motivo es la muerte del autor de Pedro Páramo y de El llano en llamas. Texto que fue leído en Radio France Internationale. A esta serie de homenajes se agregan textos sobre Al filo del agua, La región más transparente en el ámbito mexicano y sobre Adan Buenosayres y La guerra del fin del mundo.

   La discusión de fondo es el lugar de Del Paso entre los grandes novelistas mexicanos: Yáñez, Rulfo, Fuentes y entre dos fundadores de la gran literatura contemporánea: Leopoldo Marechal y Mario Vargas Llosa. Con respecto a México, en el reacomodo del siglo pasado que se ha operado ya desde esta centuria, en obra completa quizá sólo Fuentes le dispute el centro y en el caso de obra única, pues allí incluso podrían agregarse a las mejores de los ya citados el caso de Los recuerdos del porvenir, Farabeuf, Morirás lejos, Se llevaron el cañón para Bachimba, El libro vacío, La sombra del caudillo, Oficio de tinieblas, Se está haciendo tarde (final en laguna) y la que el generoso lector guste agregar. En el caso de los latinoamericanos el referente histórico es lo importante con respecto a la novela sobre Canudos y el texto a Marechal al parecer es un compromiso adquirido. El crecimiento de la figura de Del Paso indica que habrá otros espacios continentales en que se reacomoden las obras. Mencionaría el caso de Piglia entre el competido campo literario argentino.

   Los textos de la primera parte son discursos en distinciones como la recepción del Premio Rómulo Gallegos o su ingreso al Colegio Nacional. O, como el primero, es una conferencia en la Universidad de Notre-Dame en Indiana y le permite decir en voz alta algunos de los dilemas con la obra que escribe: Noticias del Imperio. Cuando Del Paso explica esos procesos o esos misterios de la creación, siempre emerge de inmediato la realidad que vive, lo mismo compara la corrupción durante el Imperio con la corrupción que vivimos hoy, que se pregunta por las dádivas del Estado o del gobierno con los escritores mexicanos.

   Enfrentarme a ese complejo mundo de intrigas y traiciones infinitas que rodearon el establecimiento de la monarquía en México y en las que participaron al igual europeos y norteamericanos y, desde luego también los mexicanos de ambos bandos ―los conservadores monárquicos y los liberales republicanos―; el hallazgo (en documentos libros y correspondencias) de descripciones de lo que era mi país y América Latina entonces, que podrían aplicarse ahora, más de 100 años después, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si la corrupción y la miseria se hubieran quedado congeladas.

   Y termina respondiéndose que cada quien ejerce un papel que tiene que saber llevar y jugar. Con lo primera es claro que la responsabilidad de la corrupción no es de todos. El ejercicio de la discrecionalidad no es para todos. El beneficio de la impunidad es para unos cuantos, de allí que esos beneficiados reaccionen con ataques que tienen que ver con la observancia de valores y códigos que ellos se brincan por el arco del triunfo y que en dado caso, en el contrataque o simple ataque, ejercen castigo y violencia. Y en el caso del papel de empleador y dador de beneficios sin duda hay que aquilatar el tamaño de la diferencia y la entrega de un producto a cambio de lo que se paga. Piénsese en la diferencia de calidad entre Noticias del Imperio (que no gozó de los beneficios de la coyuntura de los centenarios) y las muchas y muy variadas obras que se beneficiaron de un estímulo económico. Aún en ese caso, entregaron algo a cambio.

   Heredero del ejercicio de la literatura de corte flaubertiano, el uso del lenguaje hasta las últimas consecuencias, a veces más en una dimensión que se escapa siempre más a la manera de Sterne o de su gran obra El caballero Tristram Shandy, Fernado del Paso se preocupa por su lugar en la historia, por la manipulación que se hace de ella.

   Hablaba yo de la necesidad de que el novelista latinoamericano efectuara un “asalto contra la historia oficial” de nuestros países a fin de descubrir nuestra verdadera cara, y encontrar, en el paso, todo aquello que nos pudiera ser útil para proyectaron en el futuro.

   Todo el siglo XX fue el gran monstruo que exigía versiones únicas a cambio de una felicidad futura. México no fue la excepción. Pero sus novelistas se salieron de los esquemas, a veces se negaron a sí mismos en sus textos y cuando la Revolución los alcanzó o intentó hacerlo, vinieron los novelistas de medio siglo que volvieron a golpear las versiones construidas.

   Además de la pasión por el lenguaje y por la dimensión histórica, Del Paso se nutre de la herencia rabelesiana, la caricatura, la deformación, el humor, el cuerpo, las secreciones, el desecho, la fertilidad, la unión de lo alto y de lo bajo. Desde 2015 se ha ido ampliando el círculo de sus lectores, sacándolo en algunos casos del autor de culto y en otros de un lugar predeterminado por las corrientes o por los grupos de poder. También allí Del Paso contribuye a reescribir la historia.

 

 

 

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