Opinión

Habrá una vez
]Efemérides y saldos[

Imaginar lo que, por necesario y urgente, parece imposible: una mujer que crezca sin miedo.

Claro que cada geografía y calendario agrega sus cadenas: indígena, migrante, trabajadora, huérfana, desplazada, ilegal, desaparecida, violentada sutil o explícitamente, violada, condenada siempre a agregar pesos y condenas a su condición de mujer.

Subcomandante Insurgente Galeano

 

Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por su solo gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos.

Miguel de Cervantes Saavedra

 

ALEJANDRO GARCÍA

La lectura de Habrá una vez del Subcomandante Insurgente Galeano me lleva primero a la idea de desocupación. Cervantes lo invoca: “desocupado lector”. Es aspiración: tener un lector que no tenga ocupación o preocupación, lo cual suele ser todavía peor. Curioso el adjetivo en una obra temprana del siglo XVII, cuando apenas se sentían los estragos del progreso y la idea de apremio temporal.

   En su primera cara la idea llama a leer despejado, haciendo a un lado lo que no sea leer, concentrarse. El otro lado es más interesante aún, porque tiene que ver con los ruidos y jueces mentales. Cervantes pide un lector exclusivo, no dedicado a múltiples tareas mientras cree que lee, pero además pide que se expulsen los obstáculos mentales: el ruido físico, las perturbaciones escandalosas que operan contra la maniobra en el libro y, sobre todo, los prejuicios y el mundo de valores o de prescripciones que la sociedad opera en diversos niveles de nuestra mente.

   Habrá una vez es un libro que requiere de un desenfadado lector, de un aventurero que esté dispuesto a dejarse llevar, seducir por el texto. Cuando se suspende todo ese pasado que nos corroe, que nos oxida, que estaría muy presente en el “Había una vez…”, cuando se inutilizan las categorías de sabiondo, de profeta, uno puede navegar de mejor manera en estos textos que son uno solo, en esta voz que es una sola voz, pero que se nutre de muchas voces, no sólo en la escritura, sino en el intervenir de los personajes.

   Aquí hay que ir levantando piedra a piedra, como lo hace “Defensa zapatista” para poder subir unos centímetros y que eso haga ´posible que su muñeco vea lo que hay del otro lado del muro. Aquí hay que ir juntando las acciones, los dichos, los referentes, de tal manera que la obra se levanta y con ella un mundo que podemos imaginar, un mundo alternativo que, sin duda, presenta interrogantes, que se dice, se muestra y, más que nada, se goza en el paladar y en los otros cuatro sentidos, en esa desnudez de lector ajena a los dictados del buen gusto, de la obra cerrada, del último grito de la literatura.

   Habrá una vez es una voz desde un corazón que vibra en el sureste mexicano, una apuesta por la diferencia, por la no agresión y por la no imposición del modelo capitalista. Pero es en primera instancia un libro que pide que nos dejemos de etiquetas y de alambicados sofismas y entremos al juego, derrotemos al miedo, aunque no seamos mujeres. No es sencillo el ejercicio, desde luego. Y además está un mundo de poder que no descansa y tiene presente lo que allí sucede como un grandísimo agravio.

   ¿No deberemos pensar ahora en la urgencia de desocupar la conciencia, de retirar las alambradas del pensamiento, el peso de los dictados ajenos y la fijación por el todo o nada del compromiso? Sólo libres, receptivos es que podremos obtener los frutos que hacen propicia la experiencia de la lectura, dirá Jorge Larrosa.

   Ahora me detendré un momento a esbozar cómo entiendo la conciencia aquí. Aludo al notable y casi olvidado trabajo de Julian Jaynes: El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral.

   Jaynes combate el exceso en relación a la definición o límites de la conciencia e indica lo que no es la conciencia. Barre el terreno. No es la reactividad, la respuesta natural, instintiva. No es una calca o imitación de la experiencia, No interviene en el aprendizaje de señales, destrezas y solución de problemas, a menudo estorba su realización. No es asiento de la razón y el pensamiento creador puede ocurrir sin ella. No tiene ubicación.

   ¿Qué es entonces la conciencia? Un análogo del mundo, una serie de metáforas que permiten comprender ese mundo. Es, por lo tanto lenguaje en movimiento. De allí que se ejerza y opere en el habla, la escritura, al escuchar o leer. Sus características son la Espacialización. Apropiarse del entorno desde su vehículo análogo y hacer suya la dimensión temporal. Después viene la Extractación selectiva. Selecciona lo que se necesita para hacer manejable su comprensión y descomprime cuando es necesario. También forja un “Yo” análogo en un mapa que se despliega en la conciencia, es una figuración de ese yo que va por el mundo real. Así corre la metáfora “me”, Además del yo desplazador y activo, hay un yo hacia adentro: nos vemos, nos comparamos. Viene la Narrativización: tendencia a estructurar una historia, el relato con hitos Causales. Y por último ejerce la Conciliación. Reconocimiento liso y llano o acomodo de dos o más entes u objetos. En síntesis, la conciencia nombra y organiza el mundo. Interactúa.

   En la Ilíada todavía se puede ver una no conciencia, un ejercicio de lenguaje primario. Su mérito es bajar la tradición oral a la escritura. En Cervantes y en Shakespeare ya está la segunda gran revolución cultural, la imprenta. Está también en uso la perspectiva. En El Quijote y Hamlet la mente bicameral ha transitado a un ejercicio individual, a una reflexión, a un análogo del mundo. Es el origen del pensamiento crítico. Contra los personajes de la Ilíada que recurren al diálogo para exhibirse, para manifestar en sus reuniones el análisis de la situación, los personajes de Cervantes y Shakespeare piensan, se indignan, se contraponen.

   Regreso a Larrosa cuando habla de la experiencia, ese instante o periodo en que la obra nos atraviesa como a res en canal y nos desuella, el toque de la comprensión. Al pedir la desocupación, la salida de los herrajes mentales, está sacándonos del error de esa conciencia pesada y prejuiciosa, para dar lugar a otra que se construye con la decisión de seguir el relato, de incluirse como lector como lo ha hecho el autor, de barajar entre el mundo disparatado del caballero y el mundo material del escudero, hasta encontrar que el mundo idílico se ha impuesto, no sólo al dueño del asno, también al que se ha asomado a ese mundo.

   Asistimos a la construcción de una doble experiencia, la de la ficción convertida en construcción mental y la de la ficción que es un análogo del mundo literario y del mundo que nos cubre hoy o en el momento de la lectura.

   Si partimos de un lector desocupado y con una conciencia que nos permite nombrar y ordenar el mundo, haciendo a un lado las pesadas cargas, las doctrinas, las éticas, los destinos de otros que se quieren hacer pasar por nuestros, podemos fácilmente movernos en el campo de futbol que es Habrá una vez. No podemos enaltecerla ni defenestrarla de entrada. Es un reto, un dulce desafío. Las palabras corren y se constituyen en significados y toman sentido. No es un mundo en revancha el que se levanta, es un mundo inaugurador, que busca sorprender al lector, llevarlo por sus caminos. Y allí aparece otro mundo, además del mundo literario, la conciencia nombra lo que está detrás, una realidad que se ha ido levantando contra la historia, a pesar del muro.

   Llegamos de esta manera al texto, en donde del baúl de los recuerdos del Subcomandante Marcos aparecen los dichos del Durito para estar alertas contra el poder, esa trampa siempre en conspiración y atentatoria de la naturaleza humana, lobo con piel de oveja.

   Defensa Zapatista quiere formar un equipo, pero le faltan jugadores. Su tarea es jugar mientras no se complete y vaya al partido. Si ya completo su equipo pierde, tendrá que volver a jugar para aprender. Y en cambio el equipo ganador deberá ir a luchar contra el muro, a hacer más grande la grieta, a mantener la vista en la tarea y en que existe una fuente de manantial.

   Defensa Zapatista puede hacer eso y no tiene miedo. Tampoco tiene quién le diga lo que tiene que hacer hoy, mañana, el año entrante. Tampoco sabe de otro tipo de exigencias. Dialoga, ejerce su dominio de mujer, más que nada su poder ganado donde vive. Las figuras de dominio se difuminan: un sub que dirige las asambleas, un sub que protege su ratón de computadora de las embestidas de un gato-perro, que a veces parece ser el verdadero escritor del libro.

   Esa niña puede conversar con un recogedor de balones, un tal Galeano, un hombre viejo que platica con ella y se adivina sabe mucho de contar, pero no hace énfasis en sus conocimientos. Galeano, un uruguayo, un dibujante de mundos imaginarios que opera de manera luminosa una transformación, de Eduardo, el uruguayo, en el Subcomandante Insurgente. Es abril de 2015.

   Pedrito quiere jugar también. No le será fácil tratar con Defensa Zapatista. Ésta es curiosa, construye una rústica pirámide para averiguar qué hay detrás del muro. No alcanza a ver, pero sí su muñeco, él le contará lo que está esperando la desaparición del muro. Pedrito tampoco sabe lo que hay del otro lado, pero le puede prometer que si le trasmite lo que ha visto el muñeco, él podrá contarle lo que vea una vez que sea grande. El mundo de los hombres no tiene mucho futuro en el universo de esa niña si no reconoce sus torpezas y la necesidad de refundar su visión, de poner a trabajar su conciencia.

   De modo que la niña lo mismo sabe de la existencia de Messi, que de Chicharito, Maradona, Cruyff, lo mismo entra a pedir cotejo de su mundo con el del Subcomandante Galeano que lo acusa de estar viendo pornografía. Ah, ya salió el peine, dirá la mente calenturienta ansiosa de morbo. No, es el juego, el reto que la niña pone en su lenguaje y en sus acciones.

   También puede estar frente a Watson, poner en crisis la manera de pensamiento o razonamiento propia de la literatura y de la ciencia, el arte y la ciencia, instrumentos que no siempre han servido de manera eficiente o que se han instalado en poder de unos cuantos. La cercanía del juego, la práctica de acciones no contaminadas o pervertidas, permiten vislumbrar un mundo diferente, como el de Defensa Zapatista.

   En la construcción de una nueva ruta y el trazo de un nuevo horizonte, las artes ya han dado pasos importantes y no se detendrán. Si, como se ha dicho, las Artes imaginan la posibilidad de otros mundos, las ciencias deberían emprender ya su caminar y propiciar que ese imaginario se haga realidad. (p. 77)

   Habrá una vez es un libro de lectura obligada, no sólo porque uno se divierte y juega, porque uno tiene necesidad de nombrar un mundo que nos cuesta reconocer como posible. A veces con la apariencia de que se soporta en la oralidad, es innegable que debemos reconocer un trabajo para que esto así se perciba, pero el relato suele tener brincos, alusiones, referencias, intertextualidades, que nos hablan de un trabajo de un autor ducho en la escritura.

   Los pueblos originarios miran lo que miran y miran la vida que puede llegar a ser creada para ser mirada. (p. 56)

   Es obvio que hay algo más allá de ese lugar. Se trata de un remanso que hacen posible muchos seres humanos. El decir esta diferencia es importante, es una noticia después de tiempo de no saber de ellos, porque, ustedes saben, nosotros vivimos en otro lugar y el temor suele roer nuestros mejores valores y afectar nuestra desocupación y nuestra conciencia.

   En tiempos recientes, Pierre Bourdieu fijó las características para el campo literario y lo definió como un campo de luchas. Después, se ha hablado de ideas como el contra-campo, sobre todo teniendo en cuenta que Bourdieu se refiere al caso francés. Es decir, la visión es totalmente occidental. Tiene, sin embargo, la virtud de dejar abierta la noción. Y creo que es el caso de Habrá un vez libro que pertenece a una realidad que no se corresponde con la del resto del país, que habla de un territorio de multiplicidad lingüística. Desde luego que el libro se puede ver desde el punto de vista del campo literario mexicano; pero me parece que lo más relevante es el papel fundacional de un futuro literario que sea diferente, que se mueva bajo tesis más amplias y que dependan menos del mercado y la mercantilización hoy imperantes. En ese sentido también el título del libro opera como una búsqueda y llama a la conciencia a que opera desocupadamente.

   Al principio del libro Durito dice: “La libertad no consiste en elegir el destino, el paso, el ritmo, la velocidad y la compañía, sino en elegir el camino”. Este dilema ya lo había literaturizado Dickens en Grandes esperanzas cuando Pip se da cuenta que otros han elegido por él y que tiene que empezar de nuevo. En este libro, Defensa Zapatista elige ya desde ahora su destino. Así que ¿por qué si ella no tiene miedo, yo sí?

   He disfrutado la lectura del libro, me he rendido desde el principio a sus juegos y no he quedado defraudado. He salido enriquecido y con lo que Larrosa llama la experiencia de lectura, atravesado por lo que allí se dice, con numerosas preguntas e inquietudes después de querer ser parte del equipo.

 

    

 

 

 

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