Opinión

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]Efemérides y saldos[

 

Cuando estaba cerrando la puerta trasera ante la chica, estalló un relámpago y todo el cielo, las montañas, los peñascales y los árboles, todos los rincones se iluminaron por un instante como si fueran recuerdos lejanos. Fue la primera vez que Mevlut vio de cerca la cara de la muchacha con la que iba a pasar su existencia

A lo largo de su vida recordaría muchas veces ese momento, esa sensación extraña.

Orhan Pamuk

La aparición de la novela de Orhan Pamuk, El libro negro, es un acontecimiento mayor no sólo en el ámbito de una literatura turca o escrita por turcos sino también en el de la, por lo común, conservadora y anémica narrativa europea de este fin de siglo. Pasada la época de los Proust, Joyce, Biely, Svevo, Céline, Döblin, Bulgakov, Faulkner, Lowry, Gadda, Arno Scmidt, etcétera, el impulso renovador vino de Iberoamérica. Las obras más enjundiosas y ricas de los últimos treinta años las debemos a la lectura moderna de Cervantes y Góngora por Borges y Lezama Lima, gracias a la cual se produjo la espléndida floración novelesca de los años sesenta y setenta. Pero los escritores jóvenes del Nuevo Mundo no están aún a la altura de sus maestros y la fuerza y vitalidad creadora nos vienen ahora de autores turcos (Orhan Pamuk), egipcios (Gamal Ghitani) y África, el Caribe del subcontinente hindú (de ordinario en lengua inglesa).

Juan Goytisolo

 

 

 

ALEJANDRO GARCÍA

La novela Una sensación extraña fue publicada en 2014 en su idioma original y en 2015 en Español, tanto en España como en México. Esto ocurre, pues, ocho y nueve años después de que su autor Orhan Pamuk recibiera el Premio Nobel de Literatura y diez y once, de que diera a conocer su espléndido libro de memorias sobre su ciudad: Estambul.

   Esqueléticamente esta narración es la más cercana a la migración. Los hermanos Hasan y Mustafá emigran de su pueblo en el Sur Oeste de Anatolia y llegan a Estambul a mediados de los años 60 del siglo pasado. Mustafá es un hombre práctico que rápidamente, con la ayuda de su hermano, cerca un terreno y construye lo necesario para ostentarse como poseedor de él. Esto ocurre en las montañas de Estambul. Pronto, tendrán otro terreno en un cerro cercano.

   Hasan, en cambio, regresa a su pueblo en los veranos y, un día, se entera que ha quedado solo dentro de la miserable vivienda ya que su hermano y sus sobrinos (Korkut y Süleyman) han ido a vivir a la otra posesión. Los turcos de la parte asiática del país, es decir de Anatolia, rápidamente cambian su oficio de obreros de la construcción por vendedores de yogur y de boza, pero Mustafá pronto levanta una tienda de venta de productos de abarrotes y alimentos, a veces más figón, a veces más pomposamente llamada de ultramarinos. Al segundo año de estancia, Hasan trae a su hijo Mevlut y al paso de los años y de su prosperidad Mustafá hace lo mismo con su esposa, lo que no sucede con Hasán. No sólo hay una diferencia entre hermanos, también hay una diferencia entre las colinas que rodean a Estambul y entre las que habitan los hermanos se acentuarán cada vez más. El movimiento de hombre de sus lugares de origen a la capital con retorno anual o con permanencia en Estambul es la primera diferencia importante en esta etapa de la migración turca.

   Mevlut va a la escuela, a la secundaria y parte del bachillerato, lo cual hubiera sido imposible en su pueblo, pero continúa ayudando a su padre a vender yogur por las mañanas y boza por las noches. Es un movimiento incesante a través de la ciudad, que le permite ser un espectador de lo que encuentra y de lo que va cambiando. El mal humor del padre y su incomunicación lo obligan a conservar una cierta cantidad de dinero. El padre se ha conservado en la pobreza porque manda todo para la familia (la madre y las hermanas), pero eso no impide que genere un resentimiento contra su hermano que ha logrado juntar a mujer e hijos en Estambul y a quienes la fortuna parece sonreírles.

   Mevlut es un chico agradable y guapo, porte necesarísimo para la venta de productos alimenticios. Durante su estancia en la escuela se hace amigo de Ferhat, un estudiante irreverente que se dedica a vender La Suerte, pero que, sobre todo, ha ido formándose dentro de ideas políticas de izquierda. Korkut se casa con Vediha, hermana de Rayiha y de Samiha, hijas de Abdurrahman Efendi el Cuellitorcido.

   Mevlut se prenda de una de las hermanas y se dedica a escribirle cartas, la primera con ayuda de Ferhat, y mediante la intermediación de su primo Süleyman. Ha quedado maravillado de sus ojos, pese a su tierna edad, y le mandará cartas durante su servicio militar en Kars, un pueblo cercano a Armenia. Tanto Korkuk como Mevlut roban a sus novias, así no tienen que pagar una cantidad al padre y solamente regresan a besarle la mano después de que se aminore la ira y los hechos estén consumados.

   El resto de la vida de Mevlut transcurre en felicidad casi completa. Süleyman corteja a la menor de las hermanas, Samiha, e incluso Cuellitorcido recibe algunos regalos a cuenta, pero un día ésta escapa. Con el tiempo se sabrá que se ha escapado con Ferhat. La vida de las hermanas es diferente: la de la mayor en crecimiento económico, la de en medio siempre en la miseria y la menor con crecimiento económico pero con retiro de los afectos del esposo, quien de militante izquierdista pasa a camarero y finalmente a inspector de electricidad no muy honesto. Samiha muere al intentar practicarse un aborto, Ferhat es asesinado y todo parece confabularse para que Mevluy y Samiha se encuentren.

   Estaremos de acuerdo en que he destruido totalmente la novela de Pamuk o que por lo menos sólo uno que otro perverso irá a buscarla a la librería o de desempolvarla de su librero, si es que ya la ha adquirido. En realidad la novela es una construcción de tres grandes arcos que mantienen la atención del lector, aunque ciertamente aminoren en su velocidad.

   Abre con el robo de Rayiha contando con la ayuda y la complicidad de Süleyman. Cuenta cómo la roba prácticamente sin conocerla, ya que sólo la vio el día de la boda de Korkut y se quedó maravillado con sus ojos. Cuando la secuestra es de noche, ella va tapada con el velo y tienen que caminar a encontrar a Süleyman que los espera en un vehículo para trasladarlos a una estación de tren donde podrán viajar a Estambul.

   Dan con vehículo y cómplice, pero hay el acuerdo de que ella debe viajar en la parte trasera de la camioneta y cuando Mevlut la sube empieza a llover. Un rayo ilumina a la que será su esposa, alcanza a verle la cara por primera vez; sin embargo, tiene una “sensación extraña”, esa mujer no es la que vio hace algunos años en la boda de Korkut. Cuando por fin la puede ver en la estación ferroviaria, se da cuenta de que efectivamente no es ella, pero no hace algo, tampoco se le hace saber al lector, sólo se le mantiene en un suspenso de alrededor de 200 páginas.

   El otro arco es la vida de Mevlut, quien después de muchos años de venta de yogur y boza, en una misma noche es atacado por perros callejeros y robado por un par de ladrones (padre e hijo, muy posiblemente) que le roban su dinero y un reloj que le había regalado el “jefe” de buena parte de Estambul. Mevlut es un hombre bueno y optimista. Y la vida con su esposa y sus dos hijas es tranquila, satisfactoria, siempre viendo hacia adelante. Es cierto que a veces se encoleriza, pero en general está contento con lo que hace y con lo que tiene. Ha estado metido en problemas fuertes, sobre todo a raíz de sus contactos con Ferhat, pero ni la religión ni la política lo llaman. Tampoco el enriquecimiento.

   El segundo arco se completa cuando finalmente Süleyman, decepcionado por el abandono de la hermana menor, confiesa que él operó el cambio de nombres. También por esa época, Ferhat descubre que la destinataria de las cartas no era la esposa de Mevlut, sino la más pequeña, es decir, la suya. A contracorriente, se producen una serie de efectos en los personajes, en Rayiha, en Meyiha, incluso en la mayor Vediha, en Süleyman, en Ferhat, en Mevlut. ¿Quién es la destinataria de las cartas? ¿Cómo se construye el amor? Cambian sus estados, como si fueran alcanzados por el pasado: la esposa también empieza a dudar de que aquellas cartas fueran para ella y es que al parecer, los ojos de Samiha eran únicos.

   El tercer arco es el desenlace de los personajes. Mevlut está solo, Ferhat busca a una mujer hermosísima a quien conoció apenas en un corte de electricidad que llevó a cabo, pero además es perseguido por el rencor de Süleyman y por los enconos entre nacionalistas e izquierdistas, entre laicos y religiosos, al interior de Turquía. El viejo pleito de los hermanos, como en muchas partes del mundo. Cuando parece que la novela se deslizara con maestría y calma, vuelve la fuerza en torno a esas cartas donde muy bien pudiera realizarse el análisis que Todorov hizo de “Las relaciones peligrosas” en “Literatura y sgnificación”. En todo caso, Pamuk nos vuelve a poner enfrente lo relativo de las verdades y de los actos, así como las significaciones e interpretaciones de estos. “Una extraña sensación” se recarga al final y se convierte en una de esas novelas que uno quiere que se acabe, aunque entiende que Estambul está allí y que uno ha asistido a una parcial pero contundente visita de alrededor de medio siglo dentro de su vida milenaria.

   Los personajes de Pamuk migran sin moverse. El tiempo los modifica, los arruina, los corrompe o los acerca a su pasado. Mevlut es un personaje envidiable, siempre con la esperanza, siempre con las mejores intenciones, siempre silencioso y sigiloso. Y se pulsa la vida de ese enorme monstruo, a veces cruel, a veces generoso, que alberga ahora a catorce millones de habitantes, pero que en la novela de Pamuk rebasa la decena y parece quedarse en los trece, muy lejos de los tres millones que había cuando su protagonista llegó. Los personajes llegan a las colinas, se apoderan de los terrenos. Después vienen las obras de urbanismo, la apertura de bulevares, la construcción de puentes, tanto en la parte europea como entre ésta y la asiática, en el Bósforo. La ciudad es entonces un claro palimpsesto en donde debajo de la última versión hay otra y otra y otra… Pamuk ha hablado de la fealdad de ese Estambul “moderno” y ha dejado algunas claves para encontrar cada una de esos textos sobre ella y en ella. Además: cartas, ovejas, destinos.

   Mevlut migra, camina, vende, como aquí agua miel, gelatinas o tamales, como un organillero, como antaño los viejos aguadores con su madera atravesada detrás de la nuca, soportada en los hombros, produciendo malformaciones en la columna y muy seguramente cierta joroba, si no hay un retiro a tiempo.

   Movimientos de kurdos a Estambul, de religiosos a Estambul, de pobres a Estambul. Movimiento de uno a otro lado de Estambul, de arriba debajo de Estambul, de dentro a afuera, de las zonas pobres a las ricas, migración.

   Hay una historia central y subsidiaria dentro de la novela. Se trata de la colisión en el Bósforo de un barco filipino y uno libanés. Además un costo de cinco vidas de marinos, la nave libanesa va cargada con veinte mil ovejas. Algunas salieron a la costa, caminaron por las calles. Una aparte atacó a los viandantes, otra se convirtió en ganado en casa. Algunos cadáveres hinchados aparecieron en las orillas junto a embarcaciones o en muelles. La mayoría quedó atrapada en las bodegas del barco.

   Mevlut veía la televisión en el Binbom, pensaba en el destino de aquellas ovejas, que consideraba como señales de algo mucho más profundo; del mismo modo que los pescadores que seguían encontrando los cuerpos enganchados en sus redes, hinchados como enormes y grotescos globos, creían que era un presagio de mal agüero.

   La historia es de apenas unas líneas, pero es una manera de leer la novela más reciente de Pamuk: grandes grupos que llegaron a Estambul por goteo o en grupo, que no se dieron cuenta de las colisiones o de los manoseos para llevarlos a determinadas zonas de la ciudad a la que llegaban con la esperanza de mejorar la vida. Mevlut parece resistirse, parece ser una especie de inconsciente afortunado, barquito de papel que sobrevive a las grandes corrientes, oveja que a veces enfurece, pero que por lo general saca la ira con los gritos: Yoguuur, Boooza. 

   Además de esa capacidad de convivencia y de buena vecindad de Mevlut, Pamuk abre una inquietante línea de interpretación con el epígrafe de William Wordsworth, extraída del poema Preludio: “Una sensación extraña,/ la de no pertenecer a ese lugar/ ni a ese tiempo”. Mevlut sería esa fuerza intocada, que se escapa siempre y, en consecuencia, transita siempre solitaria, pero tal vez el verbo transitar no sea el m

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