Opinión

thumbnail Francisco Goldman]Efemérides y saldos[

Pero la capacidad de adaptación y la energía de la ciudad, su espíritu iconoclasta en lo individual y lo colectivo, no dependen de mí ni de mis ideas; es algo que la ciudad descubrió de sí misma inmediatamente después del devastador terremoto de 1985, y que ha mantenido y tomado como punto de partida desde entonces. El Distrito Federal es el último bastión auténtico contra la restauración absoluta del PRI y su “dictadura perfecta”. Últimamente, por toda la ciudad oigo gente que lo dice, incluso con estas mismas palabras: “el último bastión”.

Francisco Goldman.

 

ALEJANDRO GARCÍA

 

En El arte del asesinato político. ¿Quién mató al obispo? (2007, en inglés, Grove Press; 2009, en español, Anagrama) Francisco Goldman nos ha entregado una soberbia pieza que garantiza la memoria histórica allí donde todo se confabuló para que un asesinato quedara impune. Aquí sentimos todo el intrincado, ciego, inidentificado, omnipresente, poder del ejército guatemalteco contra el obispo Juan Gerardi, al frente de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala y coordinador del Informe Guatemala: Nunca más. Después ha publicado Di su nombre (Sexto piso, 2012, ácida e intensa novela que gira en torno a la pérdida de su amada Aura, a consecuencia de un accidente de bodysurfing en las playas de Oaxaca.

   El circuito interior. Una crónica de la ciudad de México (México, 2015. Turner, 282 pp.) es un interesante juego entre el cuerpo o la individualidad y el referente de una de las avenidas más importantes de la Ciudad de México. El epígrafe del Gran Cocodrilo, Efraín Huerta, no podía ser menos oportuno y exacto: “Amor se llama/ el circuito, el corto, el cortísimo/ circuito interior en que ardemos”. En este libro se habla de la vida de un escritor y periodista norteamericano que tiene que restablecerse después de que ha perdido a su pareja mexicana en un accidente. Es una apuesta por lograr de nuevo el punto de flotación que garantice que tirará para adelante. De allí que la primera parte sea tomar lecciones de conducción de automóvil. Es una especie de asistencia del lector a un guía turística por la ciudad más grande del país.

   A pesar de los problemas propios de una gran urbe: robos, asaltos, riñas, hacinamiento de personas y autos, la Ciudad de México parece haber logrado cierto grado de estabilidad para sus ciudadanos, ajena a la estructura de inseguridad y terror que se manifiesta en otros Estados de la República.

   Ajena es también a otras épocas como la de mi general Arturo Durazo, durante la presidencia de José López Portillo, cuando la inseguridad surgía de las propias filas policíacas. Los gobernantes propuestos por el Partido de la Revolución Democrática, quienes en dos casos (Cárdenas y López Obrador) se convirtieron en serios aspirantes a la presidencia de la República, hicieron un trabajo con preocupación por la seguridad del ciudadano, por derechos avanzados y alcanzados en sociedades de primer mundo, por un ataque a veces discreto, pero efectivo, a la corrupción y a la discrecionalidad. La ciudad ha aprendido a tomar decisiones singulares, a partir de la experiencia de solidaridad y actividades autogestoras surgida a raíz del terremoto del 85. Ha sabido escapar (no del todo, es cierto), a la férrea mano del priismo, basada en unas estructura clientelar, corrupta y corrompedora.

   El libro alterna las clases de manejo y las primeras hazañas a lo largo de glorietas o misteriosas calles con la crisis política que se vivió en los meses previos a la elección presidencial de 2012. El mismo jefe de gobierno se da el tiempo para inaugurar una moderna ruta de autobuses, manejar el vehículo y posar en fotografías sobre una bicicleta (inclusive en bermudas o en pantaloncillo deportivo) a fin de promover el uso de este medio de transporte. Sobresale en este año de elecciones la mirada crítica de un grupo de jóvenes de la Universidad Iberoamericana que, sin previo acuerdo o sin asesoría, pone en evidencia al candidato en sus limitaciones y en la pobre opinión que le merecen los habitantes del país. El movimiento yo soy # 132 a punto estuvo de cambiar el curso de los acontecimientos, aunque no logró un giro en los resultados.

   Contrasta el triunfo y el regreso de las viejas prácticas de un anquilosado sistema político mexicano con los esfuerzos del gobierno de la ciudad capital por generar condiciones novedosas de derechos y una salvaguarda de condiciones de seguridad. En este caso bajo la conducción de Marcelo Ebrard.

   El libro de Goldman nos da una sección de puenteo, un viaje en un turibús-fiesta por la ciudad que termina a golpes contra el cronista y su acompañante, con la natural desventaja para ese par advenedizo. La celebración de los niños pudientes, a semejanza de los trailers en Nueva York con la discoteca y los apartados necesarios para lo público y lo privado, se realiza en estos autobuses de dos pisos, de vista panorámica. Allí se baila, se bebe, se consume droga, se platica, se liga, se tiene sexo, se hacen planes y sociedades a futuro, se hace todo lo que se puede, y también se expulsa violentamente a los que rompen las estrictas reglas de esa etiqueta.

   La segunda parte es una visita, en diversos sentidos, a Tepito, a propósito del levantamiento de 13 jóvenes en el antro “Heaven” en la zona Rosa y que vino a poner a prueba el lugar de la jefatura de gobierno de Miguel Mancera dentro de las relaciones de poder actuales y dentro de la estructura que la izquierda ha generado.

   Los escenarios de la primera parte son La Condesa, La Roma, La Escandón. Se asiste lo mismo a la cantina La Covadonga que a la plaza Río de Janeiro. Es una sección en donde los tiempos van y vienen, pero todo va del 2007, año de la pérdida de Aura a 2012, al filo de las elecciones, el repliegue de Ebrard. Al final del libro se agregará un vistazo referente a 2014, en que Goldman se encuentra ya en Estados Unidos, se sabe lo de Ayonitzapa y más o menos se ha resuelto el caso Heaven.

   El trabajo es una buena radiografía de la gestión de Miguel Ángel Mancera al frente del gobierno del Distrito Federal, al que llegó con una cantidad de votos histórica, pero que de excelente candidato se ha tornado escurridizo, errático, ambiguo dirigente de la ciudad.

   El escritor no esconde su relativa simpatía por el anterior jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, del cual es vecino y al cual ha entrevistado después de dejar el cargo. Los tres anteriores dirigentes de la Ciudad de México han sido pesos pesados en la administración y en la influencia que han tenido más allá, destacando de manera indudable la red de poder tejida por Andrés Manuel López Obrador, quien se le cerró a Ebrard en el camino a la presidencia en 2012 por el lado de la izquierda.

   El caso del levantamiento de 13 jóvenes en la Zona Rosa y su desaparición, puso los focos rojos, no sólo en la tibieza del gobierno de Mancera, sino, lo más importante, en la posibilidad de que los grandes carteles y la violencia característica de muchas ciudades del país hubieran llegado para quedarse en la capital. Al ser el centro de las decisiones políticas, la ciudad había conservado cierto blindaje. El caso era mucho más trascendente porque no sólo es la administración de la izquierda desde 1997, sino la sede de los poderes de la República. Aducir que el PRI podía habérsela jugado para romper el orden a través de la delincuencia organizada era una posibilidad, pero su precio era altísimo, porque ponía en riesgo su propia existencia. A la larga, uno de los elementos que sobresalen después del caso After Heaven es que los carteles funcionan 1. Porque tienen aliados dentro de las organizaciones policíacas, y 2. Porque tienen apoyo y nexos con políticos de rango superior y poder de decisión.

   Mientras no se destruya la complicidad entre los políticos y los capos de la droga, dijo [Edgardo Buscaglia], “La guerra contra el narcotráfico puede darse por perdida”.

   Si bien los grandes carteles no han entrado a la capital o lo hacen de manera subordinada o discreta, Tepito es la contradicción evidente, pero también el gran enigma. Es el pulmón del comercio. Allí todo se consigue y su misma geografía permite la imposibilidad de descubrir los niveles de significado de esa madriguera. Así Tepito es el llanto de las familias por sus desaparecidos, la venta de fayuca o de droga en y entre los puestos, el culto a la Santa Muerte con un santuario poderoso e influyente. No es capaz de rebasar los hitos del orden, pero tampoco se lo propone, no es la estafeta de la modernidad, pero vive de ella y lo mismo entrega a sus hijos en riñas de calle o cantina que en el ring de lucha libre o boxeo. Lo mismo lo hace a título de por mis pistolas que como botín de organizaciones, claramente a partir de After Heaven, que pelean por el mercado de la droga. En Tepito está otro México, en mucho ajeno a los logros de la izquierda gobernante, en mucho ajeno a los desvaríos del PRI o a la moralina del PAN. El futuro dirá qué camino tomó Tepito. 

   El circuito interior. Una crónica de la ciudad de México de Francisco Goldman abarca del verano del 2012 al verano de 2013, así lo data, pero su pleamar y bajamar en la placa de concreto rompen el cerco, tiempo en que se dio la transición de gobierno federal con el triunfo de Enrique Peña Nieto y sus acciones espectaculares para amarrar las condiciones legales para un despegue de desarrollo del país dentro del espíritu del capitalismo y paralelamente un amplísimo triunfo de la izquierda en la capital de la República que entró en crisis muy rápidamente lo mismo por las prácticas del viejo PRI que por las pruebas a que ha estado sometido el nuevo dirigente, Mancera, y que incluye lo mismo la entrega de su antecesor, que meter a la capital al ámbito de la violencia y de la droga del resto del país.

 

 

 

 

 

e-max.it: your social media marketing partner
Guadalupe