Opinión

Gregor von Rezzori]Efemérides y saldos[

 

Aún no había llegado ese momento de cambio en que uno deja atrás el umbral de la infancia, un cambio con el cual nuestra risa desesperada devendría una risa malvada. Por eso la cruel y falsa alegría con la que nos dispusimos a asesinar al cisne nos parece todavía hoy un acto de destrucción con el que perdimos la inocencia en nuestra infancia.

Gregor von Rezzori

 

ALEJANDRO GARCÍA

Nacido en Chernivtsi, Bucovina en 1914, Gregor von Rezzori nació súbdito del imperio Austro-húngaro, entidad que desapareció en 1918 con el fin de la Primera Guerra Mundial. Reportado en la década de los 60 como rumano en las solapas de editorial Seix Barral, le tocó vivir la reconformación de la Europa Central y vino a quedar una parte de Bucovina dentro de las fronteras de Ucrania. Von Rezzori llegó a decir que era un forastero o un viajero permanente sin patria. Es decir, es un ejemplo nato del transterrismo. Como Kafka, escribió en alemán. Sobre el acantilado y otros relatos (Barcelona, 2014, Sextopiso, 181 pp.) se publica al cumplirse el centenario de su nacimiento. Falleció en 1998. En 2009 Anagrama publicó en pasta dura La gran trilogía que consta de Un armiño de Chernopol (1958), Memorias de un antisemita (1978) y Flores en la nieve (1989).

  Sextopiso, junto a Acantilado (ignoro el estado la editorial después de la muerte de Jaume Vallcorba), Galaxia Gutenberg|Círculo de Lectores  y un poco antes El Aleph han contribuido a reeditar a autores de gran tradición europea y a otros que por cuestiones de geopolítica cultural no aparecían y que constituyen un patrimonio de la mente letrada y literaria que aniquila las actitudes facciosas de buena parte del siglo XX. Para este comentario me contento con mi sorpresa ante los escritores de Centro-Europa.

  Sobre el acantilado y otros relatos consta de “El cisne”, “Sobre el acantilado” y “‘Afanjáuer’ o la prolongación del amor por otros medios” tres narraciones extensas, las dos primeras publicadas en la década de los 90 del siglo pasado y la otra póstumamente, así lo señala un breve “Epílogo a la edición en alemán” a cargo de Heinz Schumacher.

  “El cisne” se divide en dos partes. La primera es la asistencia de Tania y el narrador al velorio del tío Serguéi, quien se ha suicidado de un tiro en la sien derecha y su cuerpo reposa sobre una mesa de billar ataviado con el uniforme de la guardia zarista. Lo han maquillado, también, un grupo de mujeres mayores. La segunda es la persecución y muerte de un cisne. Los lugareños lo han venido a buscar para que ponga orden en aquellas tierras donde él debe defender al resto, en un extraño reclamo donde el narrador mezcla las ausencias de la infancia con las que se acumularán a lo largo de la vida y que terminan por arraigarte a un lugar cuando toda está dispuesto para que te tengas que ir. Deberás hacer siempre lo que no quieres o lo que no está en ti tener que decidir.

  Dos elementos que se deben tener en cuenta son que la narración es la de un hombre viejo, que recuerda ese tránsito de la infancia a la etapa que sigue. Y otra que en un caminar del narrador al cerro donde sería sepultado el tío, baja a la tumba y jala hasta allí a una chica que se asoma, le desnuda los senos y está a punto de acariciarlos e ir sobre su cuerpo cuando lo interrumpe un grupo de niños. Después, al celebrar la ceremonia, los niños habrán regado de excrementos humanos el lecho de la tumba y el narrador habrá de operar rápidamente para que con una leve levantada se lleve a cabo la ceremonia. Pero lo que está detrás de toda esta anécdota es la terrible atracción entre hermanos, ese arrancarse el uno del otro ese día, porque ella morirá pronto, explica, y porque la vida es cruel no sólo en ese centro, sino en las líneas concéntricas que lo envuelven y disfrazan.

  “Sobre el acantilado” narra la historia de un tallador de imágenes religiosas (Vírgenes) y vive frente al mar, muy cerca del abismo. Allí ha vivido una mujer hermosa, de enorme estatura, dedicada al arte. El tallista no sólo tiene una doble relación psicológica con su paso, en gran medida con su madre (lo hacía dormir la siesta junta ella, semidesnuda, exuberante), y teme contagiarse de enfermedades venéreas. Alguna vez tiene la posibilidad de tener sexo con la mujer, pero todo en él falla. La mujer le deja la casa del acantilado. Poco después una joven de turismo juvenil llega a esa casa y pasa algún tiempo curioseando entre el artesano y el paisaje. Le proporciona cierta normalidad y asiste a su pérdida total de pelo. Ella se marcha cuando le pregunta si sería capaz de caminar a ciegas al vacío. Ella responde que quizás y lo ejecuta, él la detiene, pero provoca su huida. También se sabe que la mujer del acantilado ha aparecida muerta junto con un científico inglés con quien buscaba rastros de civilizaciones de montaña. Se sospecha del carnicero, pero el narrador lo protege con su testimonio. El desenlace es por el lado de la impotencia del narrador, por  el mantenimiento de sus fobias y por la renuncia a la hombría. El hombre recuerda ese episodio mientras cocina corazón de res y mantiene a raya a sus perros.

  “‘Afanjáuer’ o la prolongación del amor por otros medios” es un relato diferente. La realidad no es la pequeña comunidad, es en las afueras de Roma donde Mario, el hijo de una famosa modista vive en la villa familiar. Contrario al mundo en que su madre se mueve, aunque algunos lleguen a rumorar que se acuestan madre e hijo, el mundo de los dos parece totalmente opuesto. Mientras ella avanza en sus negocios el hijo se mantiene aislado, pero la villa comienza a llenarse de personas extrañas, improductivas para el sistema, hasta que es habitado por personajes conspiradores, productos de la lucha contra el orden en los años 60 y 70 que se llevaron al extremo de ejecuciones o dinamitaciones de personas y emblemas de la burguesía. “Afanjáuer” es una entrevistadora experta en ridiculizar a celebridades, pero la Almiranta la atrapa en una mala pronunciación. La explosión del relato no es ajena a esta lucha.

  Tanto en “El cisne” como en “Sobre el acantilado”, el paso de un estado a otro, está dado de manera paralela al paso de algo referido al arte. En “El cisne”, los hermanos hablan de lo literario” que es cuando algo vital se transforma en la gran carcajada festiva, cómplice, atentatoria del orden y de ese terrible juego donde el hombre no puede ser estable, porque espacio y tiempo se le niegan. En “Sobre el acantilado” lo que está en el límite es ese reclamo del orden frente a la artesanía, la producción en serie o la concepción predeterminada. En “El cisne” el personaje habla una vez que puede contar literariamente ese tramo de la vida en que el amor y la patología lo entramparon y lo obligaron a exiliarse aunque nunca salió de allí o a que una vez regresado nunca pudo reconciliarse. En cambio en “Sobre el acantilado” todo ha terminado en la mutilación, el arte así no puede realizarse, no puede fluir, tampoco la vida,

  Y en el caso de “‘Afanjáuer’ o la prolongación del amor por otros medios” las actividades de la gran burguesía en la Italia de los 60 tiene su freno y su espejo en esa actividad, a veces errática, en que se demuele el orden.

  Los personajes de este libro están en el país de nadie, las voces de sus progenitores y hermanos los sacuden y los acarician, los expulsan y los atraen. Sin embargo, en laguna parte o en algunos actos sienten, añoran, piensan, anhelan trascender.

  No poseía la fuerza para dar el paso que me superase a mí mismo. Me faltaba la magia. Me faltaba lo que la pintora había denominado “solidez específica”. Si hubiera sido capaz de dejar que la joven Liza saltara desde el acantilado, no tendría necesidad de dudar de mi vocación como artista.

 

   

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