Opinión

ManuelPORFIRIO MUÑOZ LEDO

 

La muerte de Manuel Camacho nos hizo pensar y repensar su vida. Los actores políticos le ofrecieron un homenaje sobrio y unánime. Sus amigos vamos a extrañar su pensamiento equilibrado, su palabra franca y confiable, su valentía personal y su cuidadosa discreción que fueron, para él, armas políticas imprescindibles.

Cada ciclo histórico refiere a sus protagonistas. Durante cuarenta años Camacho Solís fue un actor estratégico de los procesos políticos del país. Sus inquietudes y convicciones arrancan en 1968, cuando vivió de cerca un movimiento premonitorio y una represión brutal que sólo dejaban vías de apertura y negociación para mantener la estabilidad del país y procesar cambios de fondo hacia una modernidad democrática.

En la escuela de Economía, discípulo de Ifigenia Martínez, integró junto con Carlos Salinas un ambicioso grupo de jóvenes que pretendía llegar al gobierno del país e inaugurar un período histórico distinto. Las posiciones de cada uno se fueron decantando y separando con el tiempo hasta llegar a la ruptura. Su estadía en el Colegio de México le otorgó una clara visión sobre la vulnerabilidad del Estado nacional. En Los nudos históricos del sistema político mexicano, sostuvo la necesaria reforma electoral y del Estado que produjese una representación verdadera y mantuviera la legitimidad de un régimen ya en declive.

Allí estaba ya la obsesión que lo acompañaría toda su vida: el arribo de una nueva clase dirigente con vocación de transformar al país. Pero, a diferencia de las oposiciones, Camacho vio al Estado mismo como el lugar privilegiado para emprender los cambios. En momentos culminantes apareció su identificación con Adolfo Suárez, quien desde la entraña del régimen franquista propició la transición española.

Su ascenso le permitió conocer los problemas concretos del país desde la Subsecretaría de Desarrollo Regional y en la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. También el establecimiento de alianzas y la promoción de personalidades emergentes. A raíz del terremoto de 1985, Manuel fue involucrado en la reconstrucción de la ciudad, donde se hizo notorio por sus habilidades operativas y de diálogo con los movimientos de la sociedad. El fraude electoral de 1988 lo condujo a una posición negociadora con los partidos en su prurito de evitar una solución violenta. En ese episodio tuvimos posiciones encontradas, ya que nosotros exigíamos la nulidad del proceso. Por mi parte recibí una visita de Manuel en la que no llegamos a conclusión alguna, aunque hubo de reconocer que había ganado la senaduría por el Distrito Federal.

El “grupo compacto” empezó a tener diferencias ideológicas y sucesorias cuando finalmente se instaló en el poder. Camacho recuperó, desde el gobierno de la ciudad, la base popular de su partido pero volvió a plantear reformas políticas que Salinas consideró innecesarias. Después de la candidatura de Colosio y de un breve paso por la Secretaria de Relaciones, Manuel tuvo la actuación más visible y exitosa de su carrera en la negociación para distender la crisis de Chiapas y encaminar los Acuerdos de San Andrés. Antes de hacerlo, buscó el apoyo de los actores políticos y nos ofreció una “Moncloa mexicana”, incluyendo acuerdos económicos y sociales, así como la transformación del régimen político. Como consecuencia, se lograron las reformas electorales de 1994.

Rechazado y vilipendiado por el sistema, fundó el Partido de Centro Democrático, en donde plasmó su ideario: “la edificación de un Estado social y democrático de derecho, bajo un nuevo pacto político”. Enumeró las reformas más urgentes y proclamó “un mejor Estado y un mayor mercado”. 

Nuevamente, como diputado, organizó los “Diálogos nacionales” con la pregunta ¿Es posible un pacto nacional? Apasionado del centro político como espacio de negociación, se sumó a las filas progresistas y en sus diversos ámbitos continuó abogando por la constitución de un Frente Amplio que lograra enfrentar al sistema. Fue crítico acervo del Pacto por México y de la subordinación de una izquierda al gobierno. Durante los últimos años sostuvimos una tertulia de amigos en la que revivimos el pasado y analizamos la actualidad. El fruto de esa convivencia estrecha acabó por esclarecerme su trayectoria y me dejó el más perdurable de sus recuerdos.

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