Opinión

Quinto Poder

ARGENTINA CASANOVA*

Cimacnoticias

 

Hace unos días se dio a conocer el perfil de las personas desaparecidas en México: la mayoría son jóvenes de 15 a 30 años de edad.
 
Cuando en el sureste se da la cifra de suicidios, este grupo poblacional también gana por mayoría. Los casos de feminicidio se cometen principalmente contra mujeres jóvenes que se encuentran dentro de este grupo, y de acuerdo con los reportes de las personas que murieron en el periodo ce la “guerra contra el narco”, la mayoría eran jóvenes a quienes el crimen organizado reclutaba.
 
México es un país de jóvenes; una gran parte de su población actual se encuentra entre los 18 y 35 años. Pero no tiene políticas públicas dirigidas a este grupo poblacional que también afronta la mayoría de los problemas.
 
Son las y los jóvenes quienes se han organizado para sacudir al país a través de movilizaciones como #YoSoy132, posteriormente con #yamecansé y muchos otros que a diario surgen.
 
Son jóvenes los 43 estudiantes de Ayotzinapa, son mujeres jóvenes las que se organizan en un nuevo feminismo que reclama y exige sus espacios y está construyendo sus propias intervenciones frente a un anquilosado sistema social que las hacía a un lado.
 
México es el país donde “la experiencia” es necesaria y ser joven, pobre e indígena es casi sinónimo de no tener ningún futuro. Al menos eso es lo que reflejan esas estadísticas en las que aparecen como el grupo poblacional con más asesinatos, desapariciones, detenciones arbitrarias y víctimas de hechos de violencia.
 
La juventud es un mal que se cura con los años, dicen por ahí, pero en México a quienes llegan a la edad adulta se les olvida muy pronto que hay una responsabilidad ético-moral no sólo con las y los hijos, sino con la generación completa. Y en México no se está cumpliendo.
 
A través de la historia, la juventud ha buscado siempre su lugar, pero en ese proceso los riesgos del entorno parecen oponerse y más que alentar y abrir opciones se limitan a actividades tradicionalmente consideradas de “jóvenes”, como concursos de oratoria, encuentros deportivos y más recientemente eventos musicales con altísima presencia policial para verificar que “se porten bien”.
 
Los políticos de carrera partidista que se identifican públicamente como “jóvenes” tienen un origen negativo en la mayoría de los casos, vinculados a eventos desafortunados en sus partidos, como ocurre con el mal llamado “Niño Verde” –del PVEM–, Jorge Emilio González, que se suma al desacreditado papel que en la opinión pública tienen los hombres y mujeres militantes de partidos.
 
Las violencias contra las y los jóvenes nos están cobrando la factura, es el saldo y se refleja en las estadísticas de violencia, en que sean ellos los que están “desapareciendo” y cometan suicidio, o que sean las mujeres las que sean asesinadas y en esto poco ayuda la desconfianza que hay en la palabra de las juventudes cuando acuden a solicitar ayuda de un policía.
 
Si jóvenes van caminando por la calle y son detenidos por la policía para increparlos y cuestionarlos acerca de su apariencia de grafiteras o grafiteros, porque se ven “jipis”, son morenos, o porque traen una mochila en la espalda “se ven sospechosos”, algo anda muy mal porque esa forma de intervención, además de ser violatoria de los Derechos Humanos, habla de un estigma y prejuicio social que hay con respecto a las y los jóvenes.
 
Ya se le ha hecho mucho daño a la imagen de las juventudes en el país y se le abonó más cuando se dio por llamarles “ninis” a aquellas y aquellos que no estudian ni trabajan, se borró por completo que hay una responsabilidad de la sociedad para con sus juventudes y lo que les está pasando.
 
No es casual que sean jóvenes las personas que están tratando de cambiar y sacudir al país porque no hay un lugar para ellas y ellos, porque el sistema no sólo los reprime, los persigue, acosa y hostiga hasta acorralarlos, sino que ha ido por muchos de ellos; otros creyeron encontrar una alternativa en las defensas rurales, otros en el sumarse a los cárteles.
 
Qué triste destino el de un país donde su juventud sólo parece buscar su propia muerte, porque no hay lugar para ellas y ellos.
 
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
 

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