Opinión
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MIRIAM ROBLES YÁÑEZ

 

La empresa K-tuin, distribuidora de productos de Apple, obtuvo unos beneficios de 5 millones de euros en un día. Es sólo una de las compañías que experimentaron una subida exponencial en sus ventas gracias al Black Friday, la jornada escogida en los Estados Unidos para reducir los precio y marcar el inicio de las intensas compras de Navidad.

Frente a este día de oportunidad única que resulta ya irresistible en más de 60 países, se ha desarrollado el Día Sin Compras, una iniciativa contraria al creciente consumismo, que propone vivir esta fecha sin invertir tiempo y dinero en los grandes almacenes.

Bajo el lema “un día sin compras, 364 de consumo sostenible”, el Día Sin Compras persigue plantear una reflexión crítica sobre el modelo de consumo actual, la repercusión medioambiental que éste genera y la propuesta de alternativas viables. Este fenómeno, que cuenta cada año con una mayor participación, señala a la publicidad y al modelo de mercado como los principales culpables del consumismo. Sea quienes sean los responsables, el exceso de consumo pasa factura sobre el planeta.

La sobreexplotación de materias primas es una de las consecuencias. El holandés Arjen Hoekstra, creador del concepto de huella hídrica, estima que para fabricar una camiseta de algodón de 250 gramos de peso se requieren unos 2.900 litros de agua. El algodón es la fibra natural más utilizada por la industria textil, y aunque se suele considerar mejor que otros materiales sintéticos, hasta que es transformada en tejido, su producción emite gases tóxicos y consume grandes cantidades de energía, tierra y agua.

Pero no sólo la naturaleza se resiente por este ideal de consumo infinito. Insatisfacción, hastío e infelicidad son algunos de los signos que se muestran cada vez más claros en las sociedades de consumo. El psicoterapeuta Fabián Ortiz, asegura que el número de pacientes que acuden a su consulta con problemas de adicción a la compra se ha visto aumentado en los últimos años, y señala la angustia como el principal síntoma de la enfermedad. Este es el caso de María, una paciente de 32 años a la que el consumismo frenético le lleva a adquirir, con una frecuencia diaria, todo tipo de objetos, ropa y cosméticos que en ocasiones no alcanza a estrenar. El consumo compulsivo se presenta, en ocasiones, como una solución a los problemas y carencias personales, que genera una insatisfacción constante y la necesidad de tener siempre un poco más. En Italia este problema ha llegado a ocupar un lugar dentro de la sanidad pública del país.

Resulta difícil escapar de los escaparates que muestra la ciudad si, además de las grandes compañías, son los gobiernos quienes dirigen sus políticas al incremento de consumo y lo plantean como solución ante la crisis.

Este es el caso de Madrid, donde en 2010 el ayuntamiento de la capital española invirtió 500 mil euros en la promoción de la calle Serrano, con el objetivo de impulsar las ventas en los establecimientos de la misma. “Hemos convertido toda la calle en un gran centro comercial abierto que va a hacer este espacio extraordinariamente atractivo para el comercio” presumía Alberto Ruíz Gallardón, el anterior presidente de la comunidad.

Pero si lo que se persigue es un consumo sostenible, existen alternativas. Los mercados de intercambio, las tiendas de segunda mano y algunas cooperativas que recogen ropa utilizada y la vuelven a introducir en el ciclo comercial constituyen algunas de ellas. Además, como un primer paso en la reducción de la compra descontrolada, el autor del libro “Consumiendo menos vivimos mejor”, recomienda cuestionarse antes de la compra si es en realidad una necesidad, y en el caso de que lo sea, esperar a que aparezca varias veces, no ceder al impulso inmediato. Por último sugiere que identificada la carencia, se plantee la posibilidad de conseguirlo por otras vías que apoyen la reutilización de productos para alargar su vida útil.

Son caminos para mejorar los hábitos de consumo y concienciar de que los recursos no son ilimitados, por lo que aprender a vivir más allá del consumismo y mirar por el planeta, supondrá un aumento en la calidad de vida muy superior al que producen las compras.

ARTÍCULO DEL CENTRO DE COLABORACIONES SOLIDARIAS

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