Guadalupe

conventoGuadalupe, Zac. El alcalde Roberto Luévano supervisó los trabajos en el edificio y anunció diagnóstico de obras pictóricas para su reparación

Se fundó en 1707 y fue desalojado en 1859; alberga 800 piezas de arte Virreynal

 El Convento de Guadalupe, como símbolo de la cabecera municipal, y joya del patrimonio zacatecano, se encuentra en un proceso de intervención para mantenimiento y conservación.

Roberto Luévano Ruíz, presidente municipal, realizó un recorrido de supervisión de los trabajos que se realizan en el interior del recinto que es considerado una de las más ricas pinacotecas mexicanas.

El Ayuntamiento informó que se invierten tres millones de pesos para intervenir la cúpula, el crucero y el transepto, acciones que fueron revisadas por el primer edil, al igual que los bruñidos y dorados en las nervaduras, así como la colocación de vidrios en ventanales de la cúpula.

Fueron verificados por el alcalde los trabajos de limpieza en seco de bóvedas, muros, lunetas y recubrimientos con pintura mural, elaborando cales en pintura decorativa.

La importancia de las acciones es de relevancia para la conservación del patrimonio de los guadalupenses, ya que este monumento le da identidad al municipio y sus habitantes, por ser origen histórico del estado de Zacatecas.

Adicionalmente, durante el recorrido, se anunció que está proyectado realizar los estudios de análisis y diagnóstico de murales, como antecedente para su posterior restauración.

En la actualidad el proceso se encuentra en una de sus etapas más importantes marcadas en el proyecto integral, de tal manera que se garanticen excelentes condiciones, siguiendo siempre los lineamientos preestablecidos por instancias estatales y federales para la conservación de este tipo de joyas arquitectónicas e históricas.

Reseña de México Desconocido 

Fue fundado por fray Antonio Margil de Jesús el 12 de enero de 1707, en lo que fuera primero ermita de Nuestra Señora del Carmen, después Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas y hospicio para los padres misioneros de Querétaro.

Los Colegios apostólicos de Propaganda Fide (Fe) fueron establecidos por la orden franciscana para la formación de frailes, a través de una educación especial y sometidos a una severa disciplina. La vida del Colegio fue relativamente breve, pues el 1 de enero de 1859 sus moradores deben desalojarlo como consecuencia de las Leyes de Reforma, aunque en realidad el abandono nunca fue total, ya que los frailes se fueron a vivir con los vecinos, y éstos, con la ayuda del pueblo, cuidaron que el lugar no fuera saqueado.

A partir de entonces, el edificio fue convertido esporádicamente en cuartel, hasta 1862 cuando, por moción de Ia Legislatura deI Estado, el Ejecutivo de Ia Unión cedió todo el conjunto, huerta y potrero al gobierno de Zacatecas, para que éste a su elección lo empleara en obras de beneficencia. El 20 de enero de 1878 se declaró oficialmente hospicio de huérfanos, y en Ia parte norte, donde anteriormente había una escuela de niñas, fue establecido un asilo. Es en el año de 1908 cuando los colegios de Propaganda Fide se cierran definitivamente. Ya en este siglo, en los años treinta, funcionó como escuela primaria; a partir de 1937 fue convertido en vecindad, y en la década de los cincuenta se instaló un establo.

Finalmente, y debido a Ias gestiones deI fraile José Guadalupe Torres, Ia parte que ocupaba el asilo fue cedida a los padres de Ia Provincia de Jalisco, y en 1953 los franciscanos establecieron un noviciado.  En 1918 se declaró monumento histórico y fue abierto como museo. Con la creación del lnstituto Nacional de Antropología e Historia pasa a depender de él, conservando los muebles, objetos y pintura de caballete que pertenecieron al Colegio.

Actualmente cuenta con más de 800 piezas de arte virreinal (heredadas de lo que fue el Colegio) y diversas pinturas provenientes de otros conventos e iglesias de la ciudad de Zacatecas. Este acervo es considerado uno de los más ricos de la Colonia, ya que cuenta con lienzos de los grandes maestros del arte novohispano, como son: Miguel Cabrera, José de Ibarra, Nicolás Rodríguez Juárez, Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, José de Alcíbar, Luis Juárez, por mencionar sólo a los más conocidos.

Destacan también obras de Antonio de Torres, Juan Nepomuceno Herrera y José Gabriel de Ovalle, así como una serie de cuadros anónimos que nos dejó impresa la manera de vivir de los zacatecanos en el siglo XVIII, al igual que la de los franciscanos moradores del Colegio. Muy importante también es la biblioteca conventual, actualmente con más de 14 mil volúmenes que datan en su gran mayoría de los siglos XVIII y XIX. Así mismo, un espacio sobresaliente por la originalidad de sus elementos decorativos y por su estado de conservación, es el coro con su sillería (36 altas y 24 bajas) , todas de cedro tallado en sus espaldares, y dorados en sus trechos, en cuyo centro hay altorrelieves con alegorías de la letanía lauretana. En medio de Ia sillería, al fondo, destaca una escultura de San Francisco de tamaño natural con goznes. Arriba se encuentra una Guadalupana, y sobre Ias sillerías, en repisas, aún se conservan esculturas. Los muros están decorados con óleos sobre tela, y en la parte del frente que da hacia la nave de la iglesia todavía se conserva el órgano que data deI siglo XVIII.

A partir de los setenta, por iniciativa de las autoridades deI INAH, comienza a ser recuperado el edificio para incorporarlo a las áreas que ya existían como museo. En esta primera etapa se rescata la parte correspondiente al hospicio y se inicia Ia recuperación de Ia planta alta, logrando incorporar el deambulatorio, Ias salas de Arte Virreinal, de Santas y de Antonio de Torres, rehabilitándose principalmente la Capilla de Ia Enfermería. Entre 1989 y 1991 se inician trabajos de restauración, especialmente en la fachada correspondiente a lo que era el internado, quedando inconcluso en su mayor parte. El Museo se encuentra asentado en un área de más de 11 000 m2, que incluye patios interiores y áreas exteriores como son el atrio y frente de Ia construcción que ocupó el hospicio. A pesar de su corta vida como museo (76 años ) el inmueble presentaba problemas serios en su estructura arquitectónica; así mismo gran parte de Ia obra se encontraba dañada por el tiempo y el abandono que sufrió el Colegio.

Así, a partir de 1991 se inicia el proyecto de restauración integral, tanto del edificio como de la obra pictórica. En este trabajo han estado participando arquitectos y restauradores deI INAH, y su labor no ha parado hasta la presente fecha. Actualmente, el 95% deI edificio ha sido recuperado, y se han logrado restaurar más de 1,000 m2 de óleo, concentrándose principalmente en los claustros de San Francisco y de Ia Pasión y la Escalera Regia. Igualmente se ha restaurado una buena parte de la obra que se encuentra en Ias bodegas, tanto óleos como documentos.  A pesar de todos los trabajos de intervención realizados en el inmueble (que incluyen más de 3 000 m2 de techos, reposición de enjarres y pintura) se sigue respirando un ambiente conventual, ya que con Ias técnicas de restauración empIeadas se conservó en mucho el espíritu del edificio. Tan es así, que la comunidad de Guadalupe sigue nombrándoIo como el viejo convento que ocupaban los franciscanos. Paralelamente, se editó una Guía del Museo, fue abierta al público una librería, se habilitó el expendio de boletos y se puso al servicio de los visitantes unos casilleros. Además, en coedición con Ia iniciativa privada, se hizo un libro sobre este inmueble, lo que ha permitido una amplia difusión del exColegio, hoy Museo de Guadalupe.

EI rescate del edificio y su funcionamiento al 100% ha generado mayor afluencia de visitantes, y la calidad de los servicios que se prestan ha permitido que de 1992 a la fecha se haya duplicado su número. La recuperación de un edificio de esta magnitud (tanto de sus elementos arquitectónicos como por el incalculable valor de la obra pictórica que alberga) corrobora el espíritu de trabajo que se encuentra en instituciones gubernamentales como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, fundamentalmente, y reafirma la función de todo museo que se precie de serlo: hacer conscientes a la comunidad y visitantes de la riqueza e importancia de nuestro patrimonio cultural.

 

 

 

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