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]Efemérides y saldos[ 

 

Decidme, mis Americanos fieles, que decís ser del Señor: por qué compráis y vendéis a los hombres como bestias?

¿Por qué matáis en la esclavitud a aquellos que confiesan el nombre de Cristo?

¿Por qué, contra la ley de Dios, compráis Etíopes, y no queréis ser comprados por ellos?

Guillén de Lampart 

Al contacto  con Nueva España se encendió en el soldado irlandés la indignación por la injusticia social, resumida en dos temas centrales: la opresión de los “naturales” y la esclavitud de los africanos y sus descendientes.

Andrea Martínez Baracs

 

 

ALEJANDRO GARCÍA 

Apenas la futura Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) daba sus primeros pasos por el mundo novohispano y ya William Lamport o Guillén de Lampart Lombardo o Lombardo de Guzmán, en plena cresta del siglo XVII, vivía sus últimos años en la cárcel, retenido por la Inquisición. Irlandés de nacimiento, defensor de su patria, católico en un mundo de luchas sangrientas entre Reforma y Contra Reforma, vino al Nuevo Mundo a emprender acciones que le causaron satisfacción y daño, entre ellas la defensa de los “naturales” y de los negros.

  Al parecer enviado secreto del consejero del rey, el “valido” conde-duque de Olivares a contemplar el estado de la empresa transoceánica, pudo haber quedado atrapado en medio de la riña entre poder político y religioso, entre Corona e Iglesia, entre Virreinato y Arzobispado, entre ley civil y ley inquisitorial.

  Don Guillén de Lampart, hijo de sus hazañas (Fondo de Cultura Económica, México, 2012, 143 pp.) de Andrea Martínez Baracs es un pequeño libro que nos trae al conocimiento o a la memoria de corto plazo a este personaje tan peculiar de la historia de México. Lampart llega a estas tierras con eminentes personajes como el marqués de Villena y duque de Escalona, recién nombrado virrey, y Juan de Palafox y Mendoza, quien comenzará como visitador y terminará destituyendo a Villena y tomará su lugar. Su carrera incluye el obispado de Puebla y el arzobispado de México. Los especialistas dirán su opinión sobre si fue posible la coincidencia en una nave de tan explosivo triángulo.

  Pero en estos tiempos de Monarquía en crisis en la península y de luchas intestinas en el virreinato, Don Guillén de Lampart se cuece aparte, en dos años emprende acciones que podrían haber cambiado el rumbo de Europa y de Nueva España. Es una especie de agente secreto, conspirador nato. No es un triunfador, pero escribe tanto de la realidad circundante como de arte verbal y cuando no escribe lo hacen por él en la causa y así se registra su nunca insubstancial paso por el mundo.

  En octubre de 1642 el Santo Oficio lo toma bajo su cuidado. Ha querido filtrar una misiva con informaciones escabrosas sobre el tribunal. Su vida libre ha terminado. Si tuvo amigos del poder civil, nada pudieron hacer para librarlo. Escapa por unas horas en 1950. Sueña con alcanzar la costa. Lo atrapan enseguida y permanece en prisión hasta 1859 en que es condenado a morir en la hoguera. Queda la duda si puso fin a su vida antes del suplicio o si murió envuelto por las llamas.

  Más que un crítico, adelantado a su tiempo, Lampart es un rebelde. Hay situaciones en que brilla por su incoherencia: “Soy hijo verdaderodel serenísimo príncipe y señor don Felipe tercero, que Dios haya, y de la ilustre señora condesa de Riff que pasó con el barón su marido a la corte […] dejando a mi madre de poco años, y de peregrina beldad […] su Majestad el rey mi señor se enamoró de su hermosura […] De cuyo vínculo estrecho nací yo, año y medio después de muerto el barón tenido por mi padre”. Condena el poder, mas él mismo trata de colocarse en posición de formar parte de él. No hay humor en ello.

  Pero la defensa de la condición humana sólo realza la paradoja, los condicionantes de la época, y su enfrentamiento a la corrupción en Nueva España, en particular a los trafiques económicos de los inquisidores es notable y más porque la llevó a cabo desde la cárcel. Nueva España se hizo eco de la persecución de los criptojudíos procedentes de Portugal, algunos de ellos ya antes expulsados de España. La condena encubrirá el patrimonio económico de que se apropiarán los operadores del Santo Oficio. Lampart estaba al tanto de estos excesos y no calló.

  Ese mismo rebelde dirigió una carta al rey de España pidiéndole ayuda para la causa irlandesa y le esbozó todo un plan de cooperación en que España e Irlanda resultarían beneficiados. Buques, soldados, armas, municiones, condiciones políticas, todo lo tenía pensado. No se logró, pero el documento queda y Martínez Baracs nos lo entrega después del texto de su autoría.

  Además, hizo una defensa de los naturales, de las condiciones de opresión en que vivían y la esclavitud padecida por los grupos que llegaban de África, producto del comercio de carne humana. El irlandés levanta su voz en un mundo donde ya se han dado las individualidades, las expresiones de la dignidad del hombre, pero en donde la corporación aún pesa y en donde los niveles de la libertad varían según los dominadores y las ideas que profesan.

  El documento (segundo incluido por la autora) muestra contradicciones. Por una parte Don Guillén llama a la libertad, por otra reclama el reconocimiento de hermano del rey de España. Hace toda una historia de las bondades de su madre, de los cruces con el padre del actual monarca y del derecho que le asiste por ser engendrado por tan noble barón. Después se olvida y regresa a poner en cuestión los asuntos novohispanos.

  A los inquisidores los puso en entredicho (tercer documento), lo que al parecer era verdad a voces y se ha demostrado con el paso de los años. Terminaron mal, el ajuste de cuentas no tardó, pero el daño estaba hecho. Don Guillén los nombra, los muestra, los exhibe, argumenta, da contexto. Además defiende la secrecía de la vida personal aún dentro de la cárcel, la invalidez de la confesión obtenida con tortura y la inocencia mientras no se demuestre lo contrario.

  Al mismo tiempo que atacaba al Santo Oficio, que lo tenía preso, Lampart escribía en latín, experimentaba con estructuras literarias clásicas complejas y escribía Salmos (918), líneas en donde plasmó la rebeldía que caracterizó su vida. Se incluye en el libro el largo título que ya fue mostrado y defendido en el pasado por Gabriel Méndez Plancarte. Dejemos sólo la cabeza: Regio Salterio.

  Guillén de Lampart es un personaje histórico que hay que conocer; contradictorio en su actuar, tuvo chispazos dentro de una sociedad que en los rubros de la fe y de la política fue opresiva y exclusiva. Sin duda el libro de Andrea Martínez Baracs cumple la función de traerlo a nuestra presencia, allí podemos compararlo a los grandes contradictorios de la historia mexicana: Santa Anna, Maximiliano, Huerta, Villa.

  Pero además es un personaje literario, de una circularidad increíble. Sin duda por eso, además del peso cívico del liberal, lo tomó Vicente Riva Palacio para encabezar Memorias de un impostor. Don Guillermo Lampart, Rey de México (1872). A los actuales practicantes de  novela histórica, cuidado, puede tratarse de un personaje que los está buscando.

 

 

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