Portada

Titulares

Seguridad

Fotonota

PAZ

Política

Sociedad

Yo No Caigo

Educación

×

Advertencia

JUser: :_load: No se ha podido cargar al usuario con 'ID': 66

]Efemérides y saldos[ 

No era la realidad la que permitía comprender una novela, era una novela la que daba a entender una realidad que durante años había sido incomprensible.

Ricardo Piglia

 

 ALEJANDRO GARCÍA

 

Emilio Renzi viaja de Argentina a la Taylor University, a 60 kilómetros de Nueva York, en Nueva Jersey. Allí dictará un curso sobre W. H. Hudson, invitado por Ida Brown, quien ha fijado el horizonte teórico y crítico en los estudios sobre Charles Dickens, es la investigadora mejor pagada de los E. U. en su área y mantiene una riña con los deconstructivistas desde la izquierda, desde el marxismo y desde una posición que ataca al progreso y cree en una comunidad arcádica precapitalista. Renzi se acaba de divorciar de su segunda mujer y su vida se mueve en la mayor mediocridad y desesperanza. Éste el punto de partida de El camino de ida (México, 2013, Anagrama/ Colofón, 291 pp.) de Ricardo Piglia (Androgué, Buenos Aires, 1940).

  Los primeros capítulos, después del planteamiento anterior, enfrentan a nuestro personaje, que en realidad adquiere nombre hasta ya muy avanzada la novela (aunque para los asiduos visitantes de los textos de Piglia resulte familiar por sus acciones en otros libros), con los otros participantes: un grupo de 6 alumnos divididos en dos subgrupos, uno en la fase inicial de su doctorado, el otro ya ducho en la pregunta y la duda; un profesor con una pata de palo (¿Ahab?), especialista en Melville; una profesora de literaturas eslavas, rusa, jubilada que cuida sus flores y su jardín; un indigente, Orión, lleno de acertijos y parecidos con quien de pronto cruza palabra y, desde luego, con Ida (la cual tiene el mismo nombre de la madre de él). El otro personaje es W. H. Hudson (1841-1922), hijo de padres norteamericanos, nacido en Argentina y que vivió buena parte de su vida en Inglaterra. Renzi destaca la condición de Hudson entre dos lenguas, su carácter de escritor de doble o triple nacionalidad que, por lo mismo, zozobra en una especie de trasterramiento.

  La novela parece buscar un móvil en los otros personajes, pues el narrador  da clases y por las noches vagabundea por el pueblo, por la carretera, por caminos solitarios, por barrios pobres, agobiado por su mal: “cristalización arborescente”. “Salía de esos estados medio encandilado, como quien ha pasado demasiado tiempo mirando la luz de una lámpara”. El dueño de la voz parece incapaz de generar intriga (lo que no resta fluidez al relato), si acaso la llamada telefónica durante su primera noche con alguien llamándolo por su nombre y ofreciéndole cocaína o la expresión de Ida de que está caliente durante el otoño (aún es invierno) permiten sospechar algo interesante.

  Sus caminares se combinan con viajes a Nueva York en busca de una editora que a su vez lo lleva a conocer a un detective que a su vez los lleva ante una pretendida. Pronto Ida y Emilio se relacionan sexual y sentimentalmente. Se encuentran fuera de la universidad y ella dicta las reglas: secreto y nada de manifestaciones en el trabajo. En marzo, poco antes de una semana de descanso, Ida muere en un accidente automovilístico. Sin embargo, un par de policías se presentan a realizar preguntas, pues hay indicios que hablarían bien de asesinato, bien de suicidio y se dice que esto puede estar relacionado con una serie de crímenes contra profesores universitarios. Emilio sabe que la policía tiene informaciones sobre la vida de Ida y sobre los pasos de él. No revela de entrada la relación que los une, pero su situación es precaria. Recurre al investigador privado que ha conocido.

  Renzi constantemente remite a personajes, situaciones, lecturas, de tal manera que el libro es rico, con apariencia de sencillez, pero su complejidad crece y atrapa. Si vemos el título se puede ver “Ida” como contraparte de vuelta o relacionada con el verbo ir. Pero también es la ruta del personaje femenino y la de él, que se ve involucrado no sólo por la relación sentimental, sino por la profesión y por el sentido de la vida.

  Poco a poco aparecen las relaciones de Ida con su pasado, su participación en movimientos de resistencia contraculturales, su cercanía con figuras brillantísimas e inconformes, acercamientos carnales de especialistas de Dickens y Melville, anteriores a los de Dickens y Hudson. Pero sobre todo el contacto con un mundo letrado, con un mundo de lectura y de textos más allá de la Academia. Y aparece por fin el responsable de los crímenes en serie contra la intelligentsia norteamericana, él mismo un matemático brillante, retirado en los bosques de Montana. Si bien el relato se ha tornado policíaco, también es cierto que se convierte en metatextual. Todo habla de textos: las indagaciones del FBI y de la policía estatal, las huellas escritas  que Peter Munk descubre y le permite entender que su hermano Thomas es el responsable del manifiesto y de las muertes, porque Tom explica lo que hace y por qué lo hace.

  Pero también porque Ida le ha dejado el día anterior a su muerte un ejemplar de El agente Secreto de Joseph Conrad y sus subrayados dan la clave de lo que sucede. No de su asesinato, sino de las razones de Thomas o del terrorista: pega sobre los sectores que se han entregado al mundo del capital y del poder, que vendieron sus mentes para la victoria del capitalismo y la derrota de la Comuna y de la vida en colectividad, de la muerte de la esperanza. ¿Ha enviado un aviso Ida a Thomas acerca de su descubrimiento y éste la ha ejecutado?

  Munk es un teórico serio:

  “La clave es que los universos ficcionales  —a diferencia de los mundos posibles— son incompletos (por eso no podemos saber lo que hizo Marlow después de que terminó de contar la historia de Lord Jim). Munk se había propuesto completar políticamente ciertas tramas no resueltas y actuar en consecuencia”. 

  Emilio se traslada a Sacramento, California, a fin de entrevistar a Munk. Necesita descubrir algún indicio que relacione de manera definitiva la muerte de Ida con el accionar (la responsabilidad) de Thomas. No lo consigue. Quedará la duda, la diferencia. Munk no asume el hecho, a pesar de que Renzi ha encontrado una foto donde se encuentran juntos y el procesado reconoce que un par de veces la vio después de su relación en la escuela.

  Olvidaba decir que el narrador cuenta después de su estancia en los Estados Unidos y leemos el libro que escribió, su versión, su baño de realidades en aquellas otras realidades concurrentes, fugaces, sobrepuestas, engañosas, traicioneras.

  Marco Antonio Campos decía en 1999 que los cuentos de Piglia siempre cuentan dos historias, una que distrae y otra que aparece de pronto intensa y plenamente justificada. También afirma que en este autor las intrigas ya han sido contadas.

  En esta novela, tras la historia de Ida y su relación fugaz con Emilio están sus nexos con la oscuridad, su origen y su desafío a un país que aparece rutilante después de su triunfo de la Guerra Fría. Y Piglia y Conrad y la literatura explican parte de ese juego de espejos de realidades. 

e-max.it: your social media marketing partner

Economía

Cultura

Opinión

mov ciudadano

El pacto patriarcal

Dirigencias de partidos políticos carecen de ética, hacen demagogia sobre los derechos de…
Sara Lovera