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]Efemérides y saldos[

Pasquale Locatelli es consciente de que la coca atraviesa a las personas y se adapta a los vacíos; por más que traten de detenerlo él es el Galileo de la coca: podrán condenarlo, “y sin embargo”, la coca “se mueve”.

[…]Ahora Pannunzi tiene que cumplir doce años, cinco meses y dieciséis días. En su carrera se le han atribuido numerosos epítetos, “el príncipe del narcotráfico”, “el bróker más buscado de Europa”, “el Pablo Escobar italiano”, “el rey de las evasiones”… pero yo prefiero definirlo como el “Copérnico de la coca”, porque él ha comprendido lo que nadie había entendido antes: no es el mundo de la coca el que ha de girar en torno a los mercados, sino los mercados los que han de girar en torno a la coca.

Roberto Saviano

 

ALEJANDRO GARCÍA 

Hay libros que cambian la vida, modifican la perspectiva, obligan a enfrentar una realidad que, pese a ser dura ya de por sí, se descubre más terrible aún. Irritan, asustan, preocupan. Es el caso de CedroCeroCero (Barcelona, 2014, Anagrama, 494 pp.) de Roberto Saviano. Si se leen como literatura, tienen la facultad de desautomatizar la percepción de la realidad. Si se leen como periodismo, develan aspectos tal vez sospechados, pero que con pelos y señales son mostrados. Si se leen como ensayo, la gama de lecturas es asombrosa, pues va desde la filiación literaria hasta la transdisciplinariedad.

  El tema de este libro es la coca, o bien es el personaje principal. Y aquí es ante todo un texto (El poder criminal es una mezcla de reglas, sospechas, poder público, comunicación, crueldad y diplomacia. Estudiarlo es como interpretar textos, como convertirse en entomólogo), un conjunto de páginas que va desplegando múltiples realidades que se contrastan lo mismo con la que emiten los gobiernos u oficinas de turismo, que con la forjada en nuestra mente a partir de los ideales civilizatorios o con la que se ha hecho estampa del hombre de la calle que recibe a cambio de un billete un pequeño paquetito o la persecución de malos y buenos que hemos padecido por las calles de ciudades y pueblos de nuestro país y del mundo entero.

  En el terreno literario, también Saviano rompe con el lugar común: la resistencia al orden, la denuncia de la corrupción, el enaltecimiento del mafioso como un héroe que responde a los deseos del pueblo. El escritor italiano publicó los datos de la Camorra y aún pesa sobre él una sentencia de muerte. Él dice que el peligro no está en los datos o en lo escrito, sino en la cantidad de lectores que tenga. CeroCeroCero está publicado en una editorial que ronda a autores de culto, que no bajará a un público amplio. He leído la edición española, no sé si se cuenta con la coedición que suele hacer Colofón para el mercado nacional a un precio menor.

  Por otro lado, la cristalización de lo novedoso, la cooptación de reglas del sistema estarán trabajando para que lo que hoy es denuncia, revelación, se conviertan en defensa de los actores del libro, de los esfuerzos gubernamentales, de las leyes del capitalismo.

  El libro es un ambicioso recorrido de los principales focos de producción, distribución y consumo de la cocaína. Salpimentado por pequeñas secciones donde la coca es vista como texto literario, el hueso duro está en la estrategia del producto. Abre con México, este país que hace rato se deshizo de los lemas de la Revolución Mexicana y que aporta al mundo las transformaciones necesarias para convertir a sus narcotraficantes en sustitutos de los narcos colombianos. Aquí se narra la capacidad de cambio, salto de gato, desde la ya lejana época de Félix Gallardo, el Padrino, acompañado por Caro Quintero y Don Neto. Como en el filme norteamericano, el todopoderoso Gallardo intentó distribuir el poder y las zonas de influencia a lo largo y ancho del país. El asesinato de Kike Camarena y su arresto catalizaron la lucha que hoy padecemos y es que no sólo se luchó por las principales cabeceras geográficas, sino que el abatimiento de los líderes trajo consigo la necesidad de llenar esos huecos. Aún no se enfría del todo el cadáver de un narco cuando ya tiene su repuesto dentro de la banda del mundo de la oferta y la demanda. Sin duda que el narcotráfico funciona y aumenta su dominio porque tiene encubridores, trabajadores, mediadores entre los sectores gubernamentales. En el mejor de los casos rifa el lema: si cooperas, ganas; si no cooperas, te mueres.

  La segunda parte se refiere a Colombia, su desplazamiento por los mexicanos en la ruta a Estados Unidos. Saviano lo ejemplifica con los casos de Natalia París, una top model que termina relacionada con un narco que ingresa al programa de protección a testigos en EU y en una incursión a territorio colombiano es asesinado. Ella continúa con su carrera. El otro es el del fundador de las autodefensas, Salvatore Mancuzo, quien poco a poco es sacado de su centro de acción para terminar implicado en el narco, y ahora se encuentra preso en los EU.

  El escenario se sigue abriendo: pasa a las mafias rusa, calabresa, africanas. En todas ellas hay una competencia por los mercados, una lucha por la sofisticación de los medios que permitan salvar la mercancía. De modo que se escribe sobre los personajes que hacen posible este tránsito, desde los mediadores hasta las mulas.

  Hay el mediador original, intuitivo, que se involucra directamente en los conectes, en los puntos de mayor riesgo, en las piezas humanas que hay que comprar. Y hay el mediador profesional, el que nunca ve la droga, todo lo hace desde un escritorio o desde un mismo espacio, visualizando los riesgos, pero también como el estratega que debe resolver problemas con la distancia como ventaja. Está el caso de un embarque que debe entregarse frente a las costas de Sicilia a diversas embarcaciones de pequeño calado. Por error de la frecuencia de radio no llegan al lugar adecuado, de allí que el intermediario tenga que mandar el cargamento a España. Y están los diversos medios de goteo o de mediano peso: mulas que cargan bolitas en el estómago, personas que llevan vestidos cubiertos de cocaína líquida o cargan maletas con forros especialmente tratados. Cargamentos arqueológicos, frutas, granos, tuberías, forros de silla de ruedas con minusválido incluido, todo se puede prestar para intentar pegar el tiro.

  Hija del capitalismo, molienda que asesina a sus hijos o los priva de la libertad, la cocaína es la gran mercancía, la única que da una ganancia de 180 veces la inversión, frente a 1 y media o 2 veces de los negocios sobre el tapete: sustancia que busca la complicidad de banqueros y capitales para limpiar su honor y convertirse en pilar, así sea tras bambalinas, de la sociedad actual.

  La coca es mercancía que, a pesar de los pesares, se mueve, mercancía que a pesar de los tiros y muertos, hace girar sobre ella el sistema. Como gusto de cumplir el sueño individual, héroe por un tiempito, como miedo que se mete en la mente de los ciudadanos, como músculo que mueve economías que también se pueden decir prósperas a partir de los campos verdes de alimentos, como gangrena que es el inicio del próximo colapso del cuerpo entero, como vida de primer mundo, top de sueños o como afrenta a los ideales de la Ilustración. Se mueve y es centro. 

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