Portada

Titulares

Seguridad

Fotonota

PAZ

Política

Sociedad

Yo No Caigo

Educación

×

Advertencia

JUser: :_load: No se ha podido cargar al usuario con 'ID': 66

]Efemérides y saldos[

Le dirigió a Warrington una sonrisa de apoyo. “Bueno, si te sirve de consuelo, George, esto puede convertirse en algo más fácil, este tipo de negocios. Especialmente cuando descubres que en la mayoría de los casos les estás haciendo un favor, haciéndole un favor al resto del mundo. Una vez que entiendes eso, se vuelve fácil, en realidad… casi una satisfacción.

Alex Scarrow

 

ALEJANDRO GARCÍA 

Novela de numerosos ecos, Yo, el destripador (México, 2013, Océano, 410 pp) de Alex Scarrow (Norwich, Norfolk, 1966), los produce y rápidamente los somete, deja lugar a otros, mas siempre los rebasa gracias a su fluidez narrativa y a la supeditación de todos los elementos a la forja de un universo literario. Aquí todo lo exterior sirve para el diálogo del lector con numerosas realidades interiores y exteriores, las pulsiones de quien lee, el mundo exterior que conoce.

  Durante el hundimiento del Titanic, en 1912, el señor Larkin bebe un trago mientras sabe lo que está pasando. Ha seguido el cambio de ritmo en el barco y de pérdida de la horizontalidad después de un fuerte impacto. Reginald, uno de los camareros, le lleva a la señorita Hammond, de 19 años, para que la entretenga. Intercambian mensajes sobre la cercanía de la muerte para ambos, ella por debilidad muscular, él por cáncer. Y Larkin le cuenta una larga historia como para aderezar la inminencia del fin. Este primer paréntesis se cierra casi cuatrocientas páginas después, cuando Reginald regresa por la muchacha para subirla a una lancha salvavidas. Deja al viejo, pero ya ha trasmitido el mensaje.

  En lo anterior puede uno encontrar la estructura de Cumbres borrascosas, el diálogo entre dos personajes acerca de una tragedia, sólo que mientras Brontë habla ya de esa macabra pérdida del heroísmo positivo en los inicios de la era victoriana en la boca de la narradora, Scarrow lo utiliza más bien como un marco que nos lleva a la leyenda del barco hundido y a sus variadas secuelas, sobre todo la cinematográfica, antes de narrar los diversos ingredientes del caso Jack, el destripador.

  La otra historia transcurre en 1888 y de inmediato se me prenden los focos de la memoria, así sea libresca. Esta anécdota transcurre entre el 13 de junio y el 9 de noviembre de 1888, año de nacimiento de los poetas Fernando Pessoa (13 de junio) y Ramón López Velarde (15 de junio). De modo que mientras estos hitos de la poesía moderna avanzaban por la vida en Lisboa y Jerez, se nos cuentan las terribles historias del carnicero de Whitechapel.

  Y, por supuesto, ese eco de referencia cultural necesariamente se liga con el histórico caso de Jack, el destripador, el legendario asesino serial, que nunca fue resuelto, por lo que Scarrow proporciona su versión. O, más bien, lo hace un pasajero quien morirá abandonado en el Titanic. Si llegara a salvarse del naufragio (evento muy improbable), morirá antes del verano.

  Existe por lo menos otro eco, el de Chesterton, la presencia del orden desordenado. La omnipresencia de la vigilancia. La cadena de crímenes no será el producto de un loco o de un maniático, tendrá su origen en la protección de una figura de primer nivel, un hijo de la reina Victoria, quien habrá cometido el desliz de enamorarse y dejar descendencia. Habrá que borrar la huella. Pero un borrón llevará a otro y luego a otro, porque los primeros implicados encontrarán una fotografía, testimonio de la relación. Si lo sabes, tendrás que morir. Así se protege a la Corona.

  El primer asesino matará a la dama, la violará después y por fin la partirá en pedazos, mientras un par de fieras chicas golpea al crío contra la pared, agarrándolo de los pies para que el efecto sea rápido y sin contemplaciones. Pedirán más dinero al saber el tamaño de la presa, pero ya desde antes estaba determinada su supresión. Sólo que ahora el escondido poder tendrá que conseguir un experto ajeno al medio, traído de los Estados Unidos, quien hará la tarea rápidamente y sin mayor problema. Recibirá también el pago extra de la supresión, sólo que es bravo en la pelea y escapa, no sin ser acuchillado en el tronco y golpeado en la cabeza.

  La anécdota central de la novela empieza con el encuentro entre el herido y Mary, una mujer que ha hecho la calle, después de haber tenido mejores opciones de vida. Lo esculca y encuentra una cartera de piel repleta de libras esterlinas. Se lleva tan generosa ayuda, pero provoca que descubran al herido y lo trasladen a un hospital. Le salva la vida.  Poco después merodea por el hospital, acosada por la culpa, y se entera que el herido ha perdido la memoria. Se presenta ante la autoridad médica y termina por hacer uso del dinero y rentar la casa donde se labró su desgracia (su antiguo amo la acosó y descubierto el hecho dejó que la expulsaran del empleo y de cualquier posibilidad de vida digna). Se establece una relación entre convenenciera y amorosa.

  Mientras tanto el lado celoso del orden no descansa, busca al hombre que se ha hecho ojo de hormiga. No encuentra la punta de la hebra. Ha desaparecido. La curiosidad mata al gato, también la necesidad. La mujer está pendiente de las recuperaciones del hombre. Mantiene la esperanza de llevarse a quien la trata bien. Pero el otro recela, tiene una voz perversa que aunque no le dice todo el asunto lo llama a seguirla. Ella, a través de un par de no menos eficientes mujeres públicas, descubre que su caballero guarda un pedazo de riñón en su habitación de hotel.

  El desenlace concuerda con la necesidad del poder de borrar esas huellas vergonzosas para la familia real y para el Imperio. Jack, el destripador es un tema que encubre esta obligación de silencio. El héroe o antihéroe que viene de Estados Unidos y que pierde su nombre y su identidad durante la hospitalización y reposo en la casona, cuando recupera la memoria sabe que es un matón a sueldo, pero que no es el responsable de todo, que el rastro de sangre viene de lejos y algo de su naturaleza hace que se compadezca de esa mujer que lo ha robado, pero que después lo ha cuidado con amor.

  Este asesino debe morir, pero a cambio urdirá una salida para Mary. No se ha logrado gran cosa, el poder cobra, levanta el muro que es Jack, el destripador. Como único triunfo, en algún lugar de América, Mary podrá convertirse en portadora de vida.   

 

 

e-max.it: your social media marketing partner

Economía

Cultura

Opinión

mov ciudadano

El pacto patriarcal

Dirigencias de partidos políticos carecen de ética, hacen demagogia sobre los derechos de…
Sara Lovera