Opinión

los medios y OtisRogelio Hernández López / Mirada de reportero

SemMéxico, Ciudad de México. A las numerosas adversidades que causó el poderoso huracán Otis a las personas de los siete municipios de Guerrero más afectados habrá que sumar el deplorable comportamiento de buena parte de las empresas  de prensa, sedicentemente nacionales, que omiten su responsabilidad social y desinforman por incompetencia o ponzoña intencional.

En los balances mucha gente identificará cuáles son los medios y periodistas que informan con ética y a los que les importa muy poco que la prensa mexicana siga perdiendo credibilidad y distanciándose de la sociedad desde 2019.

Cualquier código de ética periodística indica las principales pautas a seguir ante el desconcierto generalizado y caos informativo que causan los desastres por las fuerzas de la naturaleza o por afectaciones masivas como la pandemia. No es tan difícil.

Tres normas mínimas para el periodismo auténticamente profesional son: apegarse a los hechos que se observan; contextualizarlos con datos verificados; e informar con sinceridad, sin exageraciones ni estruendos.

Pero con las desgracias en la costa y la montaña de Guerrero se repite, casi con la misma magnitud, el fenómeno desinformador que ocurrió en México durante la pandemia del Covid:

Se crean oleadas de verdades a medias y mentiras en las redes sociales y las informaciones más “vendibles” por escandalosas, sin la mínima verificación, son magnificadas por empresas de prensa convencionales, sus columnistas y articulistas estelares.

En la madrugada del miércoles 25 de octubre, horas después de la acometida imprevista del huracán en la costa de Acapulco, la desinformación campeó.

Apenas horas después circuló profusamente en redes sociales la especie de que nadie informó ni previno a la población de guerrero de la llegada del huracán.

Y ese enfoque lo exaltaron conductores y comentaristas de medios electrónicos a pesar de que desde dos días antes la mayoría de los noticieros de radio y televisión estuvieron informando de la ruta de la tormenta tropical que amagaba en convertirse en huracán al toparse con aguas más templadas y que el ojo se encausaba hacia Coyuca de Benítez. Los periodistas, editores y opinadores lo sabían, pero mintieron.

También el mismo miércoles 25 , en noticieros de radios concesionadas y canales de televisión, especialmente de TV Azteca se ensañaron con la información parcial de que este gobierno federal había desaparecido el Fondo Nacional para Desastres Naturales (Fonden) y resaltaron la insidia de opositores en la tribuna de la Cámara de Diputados de que los funcionarios de Morena se lo habían robado.

Sobre eso ya se sabía, que desde diciembre de 2020 los recursos financieros del Fonden se trasladaron completos a otro operador cuando se aprobó la Ley General de Gestión Integral del Riesgo de Desastres y Protección civil para evitar que los gobiernos de los estados y sus contratistas siguieran usándolos arbitraria y opacamente.

Pero las verdades a medias o mentiras intencionadas siguieron corriendo desaforadamente no obstante que en la conferencia presidencial matutina el Presidente retó a los presentes y a los que mentían a que investigaran sobre el cambio de rumbo súbito del temporal: “pregunten a los centros de control de huracanes si no fue un fenómeno extraordinario; pregunten, que les digan qué antecedentes hay y de cómo se precipita tan rápido”.

Sobre que no hubo previsiones y avisos López Obrador les informó: “desde el martes ya había reuniones en Acapulco y antes de eso ya estaba el Plan DN-III, el Plan Marina, pero se hablaba de categoría 3, que podía llegar a categoría 4. Yo estaba pendiente y de repente, como a las ocho de la noche, me empieza a llegar información que va a impactar a categoría 5 y por eso puse un Twitter como a las nueve. Y allá se perifoneó y se alertó a establecimientos comerciales turísticos. Eso explica porque no había gente en las calles. Todo esto ayudó mucho, la gente se guardó y no hubo más desgracias personales.

No obstante, el viernes 27 apenas 48 horas después de la furia de la naturaleza, se percibió más la falta de profesionalismo, o dolo, ahora en la mayoría de los 24 diarios que todavía circulan en la Ciudad de México.

Por ejemplo, sin que todavía nadie hubiera realizado censo alguno o balance de la destrucción en tan poco tiempo, varios diarios especularon en sus cabezales de primera plana:

Milenio anotó: Otis “colapsó” 95 por ciento de hoteles, restaurante, bares, discos…

El Financiero: Estiman pérdidas de 15 mil mdd por Otis;

El Heraldo: Pérdida, casi total.

Otros, esa misma mañana, en lugar de orientar o informar destacadamente de los refugios instalados, del arribo y labores de miles de elementos de las fuerzas armadas y de agrupamientos civiles, de personal médico o de la veloz instalación de cientos de centros de acopio en las principales ciudades de la República, varios de los diarios capitalinos optaron por atizar el caos con medias verdades escritas lapidariamente en sus titulares principales:

El Sol de México (y sus filiales): Aislados, sin luz, ni ayuda, entre rapiña;

Reforma: Priva desorden y crecen saqueos;

El Universal: Falta de comunicación y protocolos, fallas ante Otis:

Reporte Índigo: Poblaciones vulneradas en el desamparo institucional;

El Economista resumió: Hambre y Sed.

Se sabrá

Por esos comportamientos (que proseguirán) es que seguirá bajando la aceptación ciudadana de las noticias en los medios convencionales. Caída que comenzó desde 2019 como lo reportó el Instituto Reuters a mediados de 2023, fenómeno que ni los empresarios y directivos de los grandes medios de prensa mexicanos parecen desconocer a pesar de sus recurrentes crisis financieras.

Eso está muy confirmado. En México, según ese reporte, la confianza ciudadana a las noticias cayó abruptamente en tres años: del 50 por ciento que registraba en 2019 bajó hasta el 37 por ciento en 2021 y en 2022 y siguió bajando. Para junio de 2023 disminuyó a 36 por ciento.

(Ver https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/es/digital-news-report/2023/dnr-resumen-ejecutivo)

En el libro que editó desde mayo de 2021 la Fundación Gabo de Colombia siete periodistas académicos explican ampliamente el título de la obra “El periodismo ante la desinformación”. Revelaciones y análisis que debieran ser tomados en cuenta por la mayoría de periodistas mexicanos que aprecien su trabajo y quieran evitar la pérdida de más credibilidad, la fortaleza mayor del periodismo.

Ver https://fundaciongabo.org/es/recursos/publicaciones/fundacion-gabo-lanza-libro-digital-el-periodismo-ante-la-desinformacion)

Allí, por ejemplo Jaime Abello, el director de la Fundación sostiene: “La desinformación organizada se ha convertido en un fenómeno masivo y complejo, que genera impactos a nivel de individuos, grupos, organizaciones y sobre todo del funcionamiento político y social de las democracias.

Jean-François Fogel, experto francés, maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación añade que  “La desinformación es un negocio para muchas agencias o grupos que se dedican a ofrecer servicios de desinformación; para medios u organizaciones que se dedican a certificar contenidos acertados o no a través del fact-checking; para investigadores que estudian la desinformación y buscan soluciones. Y, por supuesto, es una palanca política”

Recuperar

Todos los expertos que participaron en la creación de ese libro coinciden en la necesidad de que el periodismo, los periodistas tienen que recuperar el profesionalismo y con ello la confianza de los públicos.

Y sobre el fenómeno creciente de pérdida de confianza ciudadana en el periodismo Jaime Abello subraya el alejamiento de pautas profesionales:

“Una función que el periodismo siempre se ha atribuido es la de buscar la verdad, entendida como fidelidad a los hechos sobre los que se informa al público”.

Fogel recomienda: “Puede ser una voz periodística, que día tras día no defrauda a su público y se expresa de una manera que consigue crear y hacer crecer una credibilidad. Los periodistas deben tener una gran claridad intelectual y moral, y hacer todo lo posible para decir las cosas según lo que consiguieron recoger en su búsqueda de la información.

Sobre la ética, como brújula para la recuperación, Alessandro Baricco, periodista italiano recuerda las tres preguntas que recomendaba el periodista Hernán Restrepo especialmente a las mujeres y hombres que reportean, “preguntas que giran en torno a la veracidad de la información, al respeto y al periodismo como servicio público.

“1. Verdad: ¿Lo que voy a publicar en redes es verdad? Antes de publicar debo preguntarme esto;

“2. Respeto: ¿Estoy respetando a los involucrados, a la ciudadanía y a los involucrados en el hecho?;

“3. Servicio público: ¿Si lo publico, presto un servicio o lo hago para favorecer a alguien?;

Una conclusión obligada es que la desinformación no solo será parte de las desgracias de los habitantes de Acapulco, de Guerrero y de quienes en todo México todavía creen en los medios y periodistas convencionales. Jaime Abello, el director de la Fundación Gabo asegura que “Su crecimiento parece imparable y ha dado lugar a toda una industria, impulsada por el cambio tecnológico, los beneficios económicos lícitos e ilícitos, los intereses geoestratégicos y la validación de líderes políticos que buscan imponerse en la guerra de narrativas en contextos de creciente polarización.”

Y la desinformación, como práctica improfesional o dolosa, en buena parte de la prensa mexicana es también una desgracia para ella misma porque los públicos seguirán retirándole su confianza. Mirada de reportero.

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