Opinión

thumbnail Martín Caparrós]Efemérides y saldos[

Yo siempre pensé que ser cronista era una forma de pararse en el margen. Durante muchos años me dije cronista porque nadie sabía bien qué era. —y los que sabían lo desdeñaban con encono. Ahora parece que resulta un pedestal, y me preocupa. Porque no reivindicaba ese lugar por capricho o esnobismo: era una decisión y una política.

Martín Caparrós

Un día el cronista Martín Caparrós asiste a una protesta en las calles de Lima y ve aparecer mineros con cascos y esposas con bebés en la marcha. Luego escribiría: “Algunas mujeres llevan cascos, pero ningún minero un bebé”. El cronista eligió un detalle para insinuar un patrón de comportamiento de esta comunidad. Más allá de la generalización, Caparrós convirtió un dato en una observación que tiene el valor de conocimiento. Un cronista está siempre ante esa posibilidad: donde escucha una voz, evidencia un carácter; donde siente un olor, anuncia un gusto; donde ve una cifra, expone un modo de pensar. Va de los detalles al conjunto y viceversa. Un cronista es un recaudador de pequeñas singularidades.

Julio Villanueva Chang

 

ALEJANDRO GARCÍA

Este libro es un verdadero trabuco. Y corre bien el riesgo que eso representa. Lacrónica (México, 2016, Planeta, 535 pp.) de Martín Caparrós consta de 48 apartados, 24 donde campea la reflexión, la postura, y de otras tantas ejemplificaciones o crónicas. Incluye trabajos desde 1991 hasta 2010, dos décadas. Abarca también un periodo en que la crónica o lacrónica conocerá desde las vicisitudes conocidas del ejercicio periodístico hasta un cierto boom que lo acerca a la gran literatura latinoamericana y que no faltará quien sostenga que la sustituye. En este libro, lo mismo tenemos la referencia de su lugar de publicación original, que reconocemos algunos trabajos publicados en antologías o, en el otro extremo, representan fragmentos de libros publicados.

   El territorio que cubren las crónicas es mundial: Argentina, Bolivia, Perú, Hong Kong, La India, Sri Lanka, Cuba, Serbia, Colombia, Tanzania, Japón, México, Moldavia, Níger y Estados Unidos.

   Los temas también son muy amplios: la coca, el futbol, la guerrilla, Fidel Castro, el comercio sexual de niños, la prostitución y la violencia a mujeres, la homosexualidad aceptada por la comunidad, el estado actual de un río sagrado, la guerra en un país en proceso de división y limpieza étnica, excentricidades e intimidades del capitalismo en el Extremo Oriente, el asedio a monstruos del periodismo, la reproducción de un viaje decimonónico en África, las acciones de Sendero Luminoso en las calles y las del Chino desde la presidencia, la resistencia al cambio en países desfondados por el colonialismo y por sus divisiones, el después de un torturador y amo de vidas, las palabras de un condenado a muerte en vilo durante 18 años.

   Mas no es la temática ni la geografía lo relevante, aunque contribuye a convencer al lector de seguir. Lo esencial es el labrado de la pieza y la riqueza de la mirada. Aquí hay un cronista que organiza la palabra y detrás de la información estricta hay mensajes de otros tipos: paradojas, contradicciones sociales, contextuales, históricos, éticos y estéticos. En la mayoría de sus trabajos es casi imposible permanecer indiferente. Pensemos tan sólo en esa tercia que maneja la sexualidad: el que Sri Lanka se haya convertido en un paraíso sexual para los pederastas. Allí se consiguen los niños a precios irrisorios y se establecen convenios que tratan de salvaguardar la robada infancia y adolescencia de esos futuros varones que tendrán otro tipo de dificultades cuando ya no sean codiciados por el turismo.

   Le dije que le agradecía mucho y que ya me tenía que ir. Entonces ella me dijo que por qué no me quedaba un rato con Ganini en la pieza:

   —Una o dos horas, o más, lo que usted quiera. A él le gusta usted, y usted después puede regalarnos algo para la Navidad.

   O el caso de Moldavia, con habitantes de ingresos anuales muy similares a los africanos, y donde la violencia física es el trato común y donde a la manera de las ventas del siglo XIX el hermano, el padre, el esposo, un vecino, puede vender a la chica para que ejerza la prostitución en Líbano, en Turquía, en Europa. Y esto sucede después de la descomposición de la URSS. Si no mueren en la aventura obligada, si retornan, tendrán que vivir en la miseria y aceptar de nuevo lo cotidiano de las golpizas y el maltrato.

   O el peculiar caso de Juchitán, Oaxaca, donde varones con inclinación de mujer son aceptadas en el hogar, donde practican las labores propias de las jóvenes, sin que esto impida que por las noches realicen escapadas a bailes y aventuras y que se perciba un aumento considerable de casos de SIDA. La flexibilidad social está en peligro y lo está por el predominio social de un capitalismo que enfebrece y exilia.

   Hay otras maneras de leer este libro: Caparrós le da más espacio a los argentinos, no sólo como territorio del cual él arranca, sino como material de primera calidad: el General Videla redescubierto mientras hace ejercicio, la historia de la insurgencia o la guerrilla, incluyendo a hombres de acción de capacidades diferentes, la geografía argentina o la fundación de Buenos Aires, la hinchada del Boca en Colombia en una final de la Libertadores. O el país como receptor de una figura señera del periodismo como Ryszard Kapu?ci?ski o una dedicatoria a Eloy Martínez que va más allá de la cita o el elogio.

   El otro espinazo de este libro es la reflexión. Se construye una ruta de trabajo. Desde la época en que Caparrós llega el periodismo y logra colocar sus crónicas en periódicos de segunda o de un público más reducido o especializado, donde puede alargarse en el comentario, en la construcción de la historia o de la parte argumental. Lo envían al extranjero por convenio con una agencia de viajes. Allí crece entre la suavidad de un oficio que no molesta y una realidad a la que se traslada que suele variada.

   Está una segunda parte en que se va construyendo una hermandad o un grupo de cronistas que batallan en su entorno, generalmente salen de sus países, publican en medios de Estados Unidos o de Europa, hablan de sus principios y de sus búsquedas y encuentran la práctica, primero, y después la difusión y la formación de periodistas, de escritores como Gabriel García Márquez, quien hará valiosos esfuerzos para proporcionar foros que saquen a la crónica de sus medios originales.

   Y una tercera etapa en la cual la madurez del género o del subgénero o de la mezcla de géneros, va viento en popa y donde se viven los peligros de la renuncia, de la comodidad, del engaño, de la personalidad fuera de sí. Es el momento en que se les hace creer que son creadores, genios, sustitutos de los escritores del Boom. No es para tanto, y eso los mantiene en sus esencia, en la búsqueda de eso otro, de eso que se oculta tras la realidad o las palabras, el gran sueño romántico. Muchas cosas de la realidad se mantienen tanto o más duras que antes, de allí que no sea tan fácil tornar inofensiva la crónica mediante besos o el glamour de occidente. ¡Por qué? Porque hay países donde los periodistas mueren por indagaciones pírricas o risibles, hay lugares donde el poder anula la libertad de expresión y simplemente ejerce su papel de patrón. Hay problemas sociales o dramas individuales o colectivos que necesitan de la crónica puntual, develatoria, desautomatizadora. Y, claro, tampoco debemos olvidar que hay un sector gigantesco del periodismo que lo crea o no, defiende el orden, recibe beneficios abierta o encubiertamente y piensa que lo otro es combatible y desechable.

   Toro, puertorriqueña, que dice que lo hace porque quiere que su país sea un país. Martínez, salvadoreño, que para que su país conozca su país —y que lo cambie. Salinas, nicaragüense, que para que un país marginal reconozca sus márgenes —y los estreche. Pires, brasileña, que porque sí, sin vocación social, que lo que le gusta es escribir historias —aunque no sirvan para nada.

    Decía que este libro es un trabuco y es cierto, amalgama, une, relaciona, propone formas de lectura, bien verticales, bien horizontales, bien picando aquí y allá. Sus piezas son ágiles, pero obviamente lo que cuentan y lo que argumentan es complejo y plurisignificativo, de allí que es muy probable que uno lo tenga que leer a tramos, acomodando según intereses y según el escaneo del día o de la semana. Hay muchas partes que duelen, sea en las crónicas, sea en el manifiesto, así que como obras ambiciosas y totales tengan que ser tomadas por asalto, digeridas poco a poco, enfrentarse a ese mundo loco que hemos construido aquí y antes, allá y ahora.

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