Opinión

Carlos Fuentes Personas]Efemérides y saldos[

 

Malraux el Ministro jamás abandonó su visión pesimista del mundo. Dios ha muerto y sólo existe la condición humana. Esta condición consiste en erotismo, juego y terror. Sólo lo salvan la visión del destino y la acción, pero la historia se vuelve contra ambos y sólo nos da una salida: el arte como antidestino.

Carlos Fuentes

 

ALEJANDRO GARCÍA 

 

Ezra Pound señaló dos rasgos del provincianismo: la ignorancia del otro y la coerción para uniformar de acuerdo a uno. En el caso de Pound es conocida su labor para propiciar el conocimiento de autores en ese momento marginales, como James Joyce. Y sufrió la coerción por los americanos al declararse simpatizante del fascismo en sus programas de radio en Roma.

  El 15 de mayo de 2012 quien esto escribe se encontraba en la ceremonia de El Día del Maestro cuando empezó a correr la noticia de la muerte de Carlos Fuentes, al parecer a causa de una hemorragia intestinal. Se iba un personaje importantísimo en la vida nacional, testigo directo y cultivado de nuestra historia y uno de los mejores novelistas aquí y en el mundo. En otro lugar he señalado la intervención de Carlos Fuentes para la traducción al inglés de Coronación de José Donoso. También recuerdo alguna campaña con el fin de recabar fondos para solventar los gastos médicos de la novelista Susan Sontag. Fuentes llevó a la novela la corrupción del movimiento armado de 1910 hecho sistema en La muerte de Artemio Cruz y dibujó las contradicciones a las que se enfrentaba la gran ciudad, México, frente a un pasado violento y una vida cultural que se quería abrir al universo, pero era a menudo estigmatizado el intento en el afán de ser diferentes al resto del mundo, por ser los originales realizadores y herederos de una Revolución sin réplica en el planeta. El mismo Fuentes no dejará de ser centro de ataques y acusaciones de entregarse al sistema que había criticado. Se le ha llegado a llamar intelectual orgánico del nacionalismo revolucionario. Sin duda nuestro autor a través de su obra acomodará los dardos (los tiradores se cocerán en su propio jugo) en su lugar adecuado.

  Personas (México, 2012. Alfaguara, 261 pp.) apareció después de la muerte de su creador (se terminó de imprimir en abril y su lanzamiento se programó para junio), consta de 13 piezas donde se retrata, evoca, persigue, recupera para él o para nosotros sus lectores a personas de y del mundo. El primero es un preámbulo dedicado a Jean Daniel (1). Hay además acercamientos exclusivos a 7 personajes: Alfonso Reyes (2), Luis Buñuel (3), François Mitterrand (4), André Malraux (5), Pablo Neruda (6), Julio Cortázar (7) y Lázaro Cárdenas (8). En 5 reúne a varios protagonistas: José Campillo (9), Mario de la Cueva (10), Manuel Pedroso (11) e Ignacio Chávez (12) en “Magister dixit”; Fernando Benítez (13), Tom Wicker (14) y Jesús de Polanco (15) en “El cuarto poder”; Arthur Miller (16), John Kenneth Galbraith (17), William Styron (18) y Arthur Schlesinger (19) en “Cuatro grandes gringos”; Edith Stein (20), Anna Ajmátova (21) y Simone Weill (22) en “Tres mujeres desconocidas”; Susan Sontag (23) y María Zambrano (24) en “Dos mujeres por conocer”.

  La entrada con Jean Daniel no es casual, es una declaración. El periodista francés representa la distancia con el poder, la interlocución, pero no la entrega. Daniel sostuvo conversaciones con Kennedy y con Castro, pero la gestión se detuvo por el asesinato en Dallas. En todo caso Daniel es un ejemplo de la necesidad de enfrentar desde lo específico de la actividad del hombre las necedades y corrupciones del poder y eso lo hizo Fuentes desde la literatura. Seguramente le ofrecieron alguna senaduría o diputación, él se limitó a aceptar la Embajada de México en Francia, renunciaba así a la tradición decimonónica de colaborar con el proyecto nacional adentro, pero aceptaba la otra: servir al proyecto desde afuera, desde la diplomacia. Fuentes hace una declaración de afecto (y de afiliación) con Jean Daniel como pretexto: Inteligente (como casi todos los franceses).

  Después de esa postura implícita se puede avizorar un archipiélago de algunos de los constituyentes de Fuentes: en el caso de Reyes su magisterio, su cercanía. Reyes fue un ejemplo de la tragedia nacional, su vida fue un martirio por la suerte de su padre, pero fue el mexicano más cosmopolita antes de Fuentes y Paz. Buñuel es otro tipo de magisterio, como si Reyes fuera el exterior y Buñuel lo interno, el misterio, el detrás de las cosas, la magia de las imágenes y el azar en la vida.

  Mitterrand y Cárdenas son las figuras políticas. Para Fuentes el cardenismo es la mejor posibilidad de país producto del levantamiento de 1910, un México que reparta la riqueza, que proteja sus bienes y respete la propiedad privada sujeta a las leyes de esa nueva sociedad. Y Lázaro caminará por el país y sostendrá la creencia de colectividades en que su proyecto se realizará tarde o temprano. Es el verdadero milagro (o el sueño) mexicano. Mitterrand en cambio es el socialismo sin punición, algunos lo llamarán elegante o impostado o incluso traidor, en todo caso reposa sobre la búsqueda de una sociedad igualitaria sin destrucción, pues, al igual que Inglaterra, ya muy caras había pagado las victorias Francia después de las dos guerras mundiales.

  Con respecto a los escritores que quedan, con André Malraux Fuentes cala su asombro frente a la figura, su lugar dentro del equipo de De Gaulle, pero sobre todo su lugar en la historia de las ideas y de la novela, esa dureza sobre la condición humana, sobre el peso de la libertad y sobre las cerrazones del destino.

  El resto parece de dos mensajes, Uno es ir en pos de Pablo Neruda, quizás el poeta más importante de América durante el siglo XX. Neruda no es ajeno a las luchas ideológicas, las encaró siempre y la historia vino a darle la razón sobre los costos de la caballerosidad en aquel austral país de décadas de miedo. Y Julio Cortázar es ciertamente el gran top, el gran techo, el límite de la experimentación literaria, pero también el límite del ejercicio de la lengua. En ambos casos Fuentes fija límites en su ubicación. Allí está él y el resto de escritores del Boom, el resto de escritores en México, el Premio Nobel que dieron a Neruda, Paz, García Márquez y Vargas Llosa, pero no Cortázar, pero no a Fuentes. Tampoco es explícita la jugada.

  Como un nuevo Tomás Moro en la ola de un renacimiento oscuro que podía conducirnos a la destrucción de la naturaleza o al triunfo de una utopía macabra y sonriente a la vez, Cortázar vivió un conflicto al que pocos escaparon en nuestro tiempo: el conflicto entre el afuera y el adentro de todas las realidades, incluyendo la política.

  El resto de los personajes, hábilmente intercalados a lo largo del libro con las semblanzas individuales pertenece a diversos momentos de Fuentes: Campillo, De la Cueva, Pedroso y Chávez son sus maestros y realizan labores fundamentales en el México que vivieron. Además de Daniel, Benítez y De Polanco influyen en su teoría y práctica del periodismo. Y muestra su relación con entrañables norteamericanos de áreas diversas: Miller, Galbraith, Styron y Schlesinger. Esto es importante, porque habla de una relación que, a pesar de los agravios políticos, se mantiene con una cultura allende las fronteras que es vital y crítica. Y están las mujeres del mundo, las que se rebelaron a su condición marginada, infravalorada, o simplemente se enfrentaron a la sociedad de igual a igual: Stein, Ajmátova, Weill, Sontag y Zambrano.

  En Personas Carlos Fuentes nos proporciona una galería de protagonistas de la cultura contemporánea: periodistas, políticos, escritores, maestros, forjadores de mundos, mujeres y hombres que dejaron una obra digna de ser revisada o alguna actividad o actitud que conviene subrayar en su biografía. A veces nos gana el interés personal: Sontag y Styron son novelistas que me atraen, que releo, también sigo sus ensayos, pero descubro que muchos de los referentes de Fuentes me resultan atractivos. Leo más a Camus y a Sartre que a Malraux, pero siempre me pregunto por qué lo recuerdo como degaullista. Esto es injusto, el peso de las etiquetas y de las sentencias ideológicas. Por fortuna siempre paso a sus novelas, su visión de la lucha entre anarquistas y comunistas, que combatían del mismo lado, nunca me abandona. De modo que Fuentes abre la cancha, combate mi provincianismo, sea al negarme a conocer al que está más allá de mi frontera, sea al negarme a perseguir o fastidiar a quien no piensa como yo. 

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